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¿Educación vs salud? ó ¿educación con salud?

Puntos de vista sobre la vuelta a la presencialidad en un año electoral

*Por Agustín Moisano

El debate sobre la vuelta a clases presenciales recorre la pesada agenda política de los últimos meses. La mezcla de pandemia mundial y año electoral agudizan la polarizada discusión política argentina. Pero por fuera de los eslóganes existe una realidad concreta que dista de soluciones marketineras y de efecto de shock en la opinión pública. “Volver o no volver” fue la simplificación que utilizó Macri y Larreta en la Capital para quedarse como abanderados del regreso a la presencialidad, mientras el Concejo Federal Educativo con todos los Ministros estaban consensuando la organización para el retorno.

Al mismo tiempo, el sistema educativo cumple un rol de organizador de las actividades cotidianas de las familias que establece tiempos y dinámicas que se vieron alteradas por la cuarentena y el dictado de clases virtuales del 2020. La preocupación por la educación es, al mismo tiempo, la preocupación por el funcionamiento de lo social y lo económico.

Con la pandemia se evidenciaron las enormes desigualdades económicas y sociales. A pesar del esfuerzo de maestros y maestras y docentes, se evidenció una mayor deserción producto de las desigualdades tecnológicas y socio-económicas existentes.  

La vuelta a la presencialidad implica una nueva forma de organización institucional, con el desafío del respeto a los protocolos que den seguridad a la comunidad, el debate por qué contenidos deben ser prioritarios de cara a otro año con enormes dificultades y cómo implementar políticas educativas que tengan en cuenta la realidad y los cambios originados por la pandemia, y sus efectos sociales y psicológicos, agudizados por el aislamiento y los miedos ante la amenaza sanitaria.

También abre la posibilidad de discutir las condiciones del trabajo docente y su remuneración acorde, la recomposición salarial urgente, la generación de dispositivos que permitan la concentración horaria para evitar la lógica del docente taxi y la formación y capacitación para los desafíos de la era digital.

En efecto, la vuelta a la presencialidad es un hecho. Desde el 17 de febrero en casi todo el país comenzaron las clases presenciales con los y las alumnas que adeudaban contenidos del 2020. Y el 1 de marzo se daría comienzo al ciclo lectivo 2021.

En este artículo analizaremos como se desarrolla este debate dentro de la docencia.

Hace un tiempo ya, en plena vigencia de la ASPO, el debate educativo se centró en la continuidad pedagógica a partir de la labor docente a distancia (educación virtual). Desde Lanzallamas repensábamos el problema en función de las distintas dimensiones docente: como educador, como trabajador y como sujeto político. Cada una de ellas estaba atada a concepciones implícitas sobre el conocimiento, la posición de clase y filosofía para la praxis (o ideología que responde a esa misma clase en la que uno se referencia). Concluíamos que estas dimensiones estallaban en contradicciones al privilegiar una u otra faceta respecto al teletrabajo. También definíamos que

“La innegable necesidad de la presencialidad para la enseñanza y el aprendizaje nace de una concepción del conocimiento como síntesis de la práctica y la reflexión de la misma. Y como tal, su fin último es la transformación de la realidad del/ la que aprende”.[1]

Hoy el debate se renueva a partir de los pedidos, las exigencias y las concesiones, desde los distintos sectores de poder, sobre la vuelta a las clases presenciales: sí está bien o si está mal, si es necesario o si no lo es, cuándo y en qué condiciones, a todos, a algunos, a ninguno. Muchas formas de decir lo mismo y, a la vez, permitiendo a cada sector elogiar tal o cual aspecto para dar un plafón de argumentos respecto a la vuelta a clases presenciales ya definida previamente.

Y si se renueva el debate, consideramos necesario retomar aquellas mismas “dimensiones del docente”, no solo con la intención de encontrar coherencia en el argumento sino, y, sobre todo, porque nos permitió en su momento, despejar la ecuación del teletrabajo en la educación. Es decir, sostenemos el marco teórico nacido de la práctica para repensar los nuevos desafíos de la realidad que por dinámica no deja de ser factible de síntesis.

¿EDUCACIÓN VS SALUD 0 EDUCACIÓN CON SALUD?

Recapitulando. Decíamos meses atrás que como docentes nos vemos interpelados en tanto educadores, trabajadores y sujetos políticos.

En primer lugar, implica un posicionamiento en torno al conocimiento. Es decir, de cómo contribuimos a la generación de aprendizajes a partir de una relación dialéctica entre la experiencia práctica y la reflexión teórica, entre la etapa sensorial y la racional del conocimiento, que envuelve, de por sí, la contrastación de lo aprendido con y en la realidad.

En segundo lugar, debemos tener un posicionamiento ante el pueblo y en la defensa de la educación pública como un derecho a garantizar. Y esto solo puede ser posible si pensamos a la escuela como un espacio de debate abierto, donde sean las preocupaciones y las sensibilidades, los intereses y los proyectos de cada unx los que llenen de propuestas para hacer del mundo (o los mundos) un lugar mejor para ser vivido. Y dentro de esta dimensión se incluyen la defensa de los derechos en tanto y en cuanto el docente como trabajador.

Así, los docentes debemos serlo a partir de un posicionamiento político/ideológico que nazca de los aportes filosóficos para una práctica docente seria y comprometida […]. Es decir, implica una concepción de clase.

Las diferentes posiciones dentro de la docencia, muestran antagonismos y puntos de encuentro. Como síntesis de ellas encontramos tres que pueden ayudar a ordenar el debate:

“VOLVER A COMO DÉ LUGAR”

Lo importante es volver. La autoría de esta afirmación podríamos encontrarla tanto en el oficialismo como en la oposición al gobierno. Transformada en una medida electoralista de corto plazo, la meta es “abrir las escuelas”[2] dado que “la vacuna no es indispensable para volver a la presencialidad”[3]. Si bien es cierto que en la práctica el proyecto político que enarbola M. Macri como aquel que defiende N. Trotta son profundamente disímiles, en lo que respecta a la carpeta educativa y la vuelta a la presencialidad no parecieran ser tanto. La afirmación del presidente Alberto Fernández, “Sin salud no hay presente y sin educación no hay futuro”[4], debe ser acompañada de un aumento de las partidas presupuestarias que se puedan aplicar con efectividad y rapidez, y no con la lenta marcha de la burocracia.  

Distinguiendo este trasfondo, la docencia queda entrampada en estas afirmaciones. Un sector profundamente conservador y reaccionario ante cualquier cambio (que de manera simplista podemos definir como de derecha) expresa su necesidad de volver a la escuela no porque crea que las medidas adoptadas en el contexto de pandemia sean erradas sino, en muchos casos, porque han descreído de la pandemia como tal. La impronta ideológica política se impone frente a la identidad educadora y trabajadora del docente. Y esa impronta tiene su referencia concreta política partidaria en Juntos por el Cambio.

Pero esta cara del docente no solo se expresa por derecha. Dentro de la docencia también hay muchos que, en sus aspiraciones por vencer a la derecha macrista, han definido creer (¿o reventar?) en el oficialismo. O mejor dicho: han preferido creer o creer en el oficialismo. Adoptan al pie de la letra el discurso de la presencialidad gestado, comunicado y reproducido desde los ministerios, por los gestores de la educación. Niegan la identidad como educador y como trabajador o, en ocasiones, se empeñan en declarase incansables trabajadores de la educación por la educación de los pibes, dando muestras férreas de un voluntarismo/paternalismo inigualable. Pero este sector de la docencia, seguidista sin quererlo del discurso oficial, choca contra el duro y áspero concreto de la realidad, de las escuelas que se caen a pedazos, de las injustas condiciones a los que la presencialidad los va a someter, de las terribles situaciones que deberán enfrentar cuando uno solo se encuentre con sus compañeros de escuela. Quedan paralizados ante la realidad que viven día a día en cada establecimiento donde intentan enseñar.

“NO VOLVER”

Lo antedicho da paso a la opción contraria. La negación. La expresión de otro sector de la docencia, donde se expresa una preocupación cargada de miedo, en la que la concepción del docente como trabajador opaca las otras facetas (su dimensión como educador y sujeto político). En una idea casi defensiva, la propuesta es no volver a la presencialidad hasta que se mejore integralmente la infraestructura y organización escolar que asegure las condiciones de salud de los trabajadores de la educación. Pero no se agota allí porque también reclama otras tantas acciones al gobierno que por justas no dejan de ser de difícil cumplimiento en lo concreto, por ejemplo, volver a la presencialidad cuando esté vacunado hasta el último docente. Las finalidades son justas, pero carecen de asidero en la realidad concreta. Es el idealismo expresado en el debate de la presencialidad (porque parten de ideas y no de realidades concretas). Es un proyecto de mejoramiento educativo que nace muerto. Olvida que las mejoras se obtienen a partir de acciones en el mundo de lo real a partir de una praxis transformadora y no negando la realidad. Así, la continuidad del trabajo virtual o a distancia no permite, en el nuevo contexto de DISPO, generar más de lo que no ha permitido generar ya. Más sabiendo que este mismo sector es el que muchas veces renegaba de ese trabajo a distancia. También esta idea habita en los que tienen un miedo sincero al contagio.

“VOLVER A LA PRESENCIALIDAD CON ESCUELAS SEGURAS”

La síntesis, en este caso, estaría expresada en la idea de volver a la presencialidad (dado que es lo que permite el mejor desarrollo del proceso educativo) en las condiciones necesarias para la seguridad todas y todos los integrantes de la comunidad educativa. Es decir, desarrollar un equilibrio de las distintas dimensiones docentes (educativa, laboral, política).

La dimensión educadora del docente se expresa en la necesidad de la presencialidad como forma innegable del encuentro de la práctica y el proceso de síntesis en la teoría, que se nutre y reelabora a partir de la practica social de estudiantes y docentes, con sus experiencias, puntos de vista, opiniones y realidades objetivas. Es allí donde surge el debate, el intercambio, la empatía y el valor del saber. La experiencia educativa 2020 fue una muestra de que hay otras formas de enseñar y de aprender, pero el costo de la misma fue el de altos porcentajes de abandono y deserción, incomunicación, pérdida de interés en el conocimiento. Las desigualdades se ampliaron.

Pero esa presencialidad no puede ser a cualquier precio. Merece la garantía de que no se va a poner en riesgo la vida de ningún miembro de la comunidad educativa. Para ello, hoy más que nunca, debemos tener conciencia de cuáles son las condiciones necesarias para el cuidado de la salud. Una educación de calidad solo es posible si partimos de esta premisa. En definitiva, es el cuidado de la salud de estudiantes y familias, pero también del docente en su faceta de trabajador. En este sentido, debemos entender que la comunidad de cada escuela debe afrontar la coyuntura con protagonismo y organización, ser los responsables de pelear y exigir por una escuela en condiciones seguras, democratizando el debate a partir de un diagnóstico detallado de la situación escolar (infraestructura, personal de la institución, elementos de higiene y seguridad, etc.) para avanzar en la consecución de los objetivos propuestos. La docencia debe ser parte de este debate, debe ser una definición política. Para ello es importante rescatar las experiencias de elaboración y defensa de los protocolos o Plan Jurisdiccional para la vuelta segura a la presencialidad, que sirve de herramienta para lograr mejoras en la infraestructura, higiene y elementos de cuidado para los y las trabajadoras de la educación, así como para planear la gradualidad necesaria para que la presencialidad sea el punto de llegada y no de inicio, una vuelta gradual, progresiva y segura para que el conjunto de la comunidad puede adaptarse a esta nueva realidad y al mismo tiempo generar un ámbito pedagógico propicio para la enseñanza. También dando tiempo a la vacunación y que la vuelta sea en camino ascendente y no que por volver a como dé lugar, frenar todo rápidamente.

La pandemia como posibilidad para algo mejor

La situación de la infraestructura escolar es heterogénea. Una gran partede ella está en un estado verdaderamente crítico, sobre todo en las grandes urbes.[5] Se distinguen problemas de larga data que se profundizaron con la desinversión macrista y la paralización de “el” año de la pandemia. Otros establecimientos están relativamente mejor pero así y todo no garantizan una vuelta segura. También están aquellos que no tienen dificultades en recibir a estudiantes y docentes, ya que cuentan con lo necesario para hacerlo.[6]

Esta situación dificulta la posible organización para la presencialidad. Da lugar a que la docencia esté muy preocupada y en un gran desconcierto. Aun así, expresa una necesidad de volver a la presencialidad (luego de una difícil tarea de educación a distancia del 2020).

Así las cosas, las miradas sobre la vuelta a las clases presenciales generan un profundo debate político y educativo. Mientras que los sectores más reaccionarios menosprecian los efectos de la pandemia en pos de una vuelta a las aulas, el oficialismo quiere quedarse con la foto del inicio de clases en tiempo y forma. Para ello invierte recursos en adecuar la infraestructura y generar normativa que permita una vuelta segura, pero, en su carrera contra reloj, resulta insuficiente. La docencia “oficialista” queda paralizada entre los dichos y las realidades. La desvinculación de los estudiantes es el argumento para la vuelta, aunque se ponga en riesgo la salud de ellos, sus familias y los trabajadores de la escuela.

En el debate intervienen también aquellos que, con el argumento del cuidado del docente, niegan por completo la vuelta a las escuelas. Las reivindicaciones por justas no dejan de desconocer la realidad concreta de las escuelas, los docentes y las familias. Invisibiliza a gran parte de la comunidad, imposibilita el debate democrático, y reduce la política a un pequeño grupo de interesados. O, expresado de otra manera, la preocupación por la educación pública pasa a ser la preocupación por el docente de esa educación.

Como contrapartida a las opiniones de “vuelta como sea” y “no volvemos” surge la necesidad de presencialidad, pero en condiciones seguras. Esta propuesta solo es viable si tiene su correlato en la organización de toda la comunidad educativa (familias, estudiantes, gremios y trabajadores de la escuela) no solo para pelear por las condiciones necesarias sino para ganar esa pelea. Y solo es posible si se tiene la voluntad y la capacidad de generar un debate democrático que permita construir medidas para cumplir objetivos en el camino del mejoramiento de todo el sistema educativo.  Un desafío que en tiempo de pandemia debemos encarar con seriedad y esfuerzo, algo que los docentes sabemos hacer.


Agustín Moisano es Profesor en Historia, egresado de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Participó en diversas cátedras del trayecto de formación docente de la facultad de Humanidades (Sistema educativo y Currículum, Didáctica General, Didáctica de la Historia y Práctica Docente) como adscripto primero y Ayudante después.

[1] https://revistalanzallamas.com/2020/07/06/educacion-virtual-o-educacion-de-emergencia/

[2] https://www.telam.com.ar/notas/202101/541531-macri-apertura-escuelas.html

[3] https://www.telam.com.ar/notas/202101/541867-la-vacuna-no-es-condicion-presencialidad-aulas.html

[4] https://www.argentina.gob.ar/noticias/el-consejo-federal-de-educacion-establecio-como-sera-el-regreso-las-clases-presenciales-en

[5] Solo para tener una idea, desde Nación, la inversión prevista para 2021 supera los 50 mil millones de pesos para obras y equipamiento de escuelas de todo el país.

[6] https://www.telam.com.ar/notas/202102/544433-provincia-de-buenos-aires-ciclo-lectivo-2021-clases-presenciales.html

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