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¿Al mundo le falta un tornillo? De magnicidios, rechazos e incertidumbres

*Por Matías Rodríguez Gianneo

“en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal.”

Karl Marx, El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte

El intento de asesinato a la Vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, el “Rechazo” a la Nueva Constitución en Chile, la movilización popular masiva a ambos lados de la cordillera y la radicalización de la derecha que gana terreno en las opiniones por abajo muestran el grado de crisis integral e incertidumbre de una época de transición a algo nuevo que no se sabe bien que es y que no llega. ¿Qué hilos conectan estos fenómenos? ¿Al mundo le falta un tornillo?

IDEAS VIEJAS CON NUEVOS ROPAJES

La última semana fue tan desconcertante como la época que vivimos. Llego a un aula y varios alumnos y alumnas de 17 años dicen que el intento de asesinato a la Vicepresidenta era un auto-montaje y que “no se la creían”, que hay que dolarizar la economía argentina y que hay que sacar los planes sociales. La mayoría cobran el Progresar. Voy a otra aula y lo mismo, con el agregado de que van a votar a Milei y que hay que demoler el Banco Central. Me pasa en 5 escuelas más. Con enorme preocupación, converso con colegas y cuentan situaciones similares. Todas escuelas públicas de diversas extracciones sociales, pero todas de base popular y de ingresos bajos y medios. Situaciones con un hilo conductor, el crecimiento de un discurso de derecha, principalmente en los jóvenes, como una expresión o canalización de la incertidumbre e indignación ante la falta de respuestas sostenida a sus problemas cotidianos, el bombardeo mediático y poca esperanza en el futuro. Lo repiten con cierta pasión, sin claridad en qué están diciendo. Los grandes medios y las nuevas plataformas amplifican una y otra, se diseminan rápidamente. Pero eso no explica por sí mismo el fenómeno, sino que es la combinación de múltiples factores entre los que se encuentra la materialidad de la vida de un sistema que deshumaniza, una época de crisis/incertidumbres que se prolonga y las nuevas subjetividades de la era digital. El avance en los últimos años de las derechas radicalizadas puede ser el resultante de un doble proceso de triunfo y derrota del progresismo popular: por un lado, una victoria político-cultural previa, de las luchas y gobiernos antineoliberales en nuestra región que pusieron a los Derechos Humanos, la redistribución del ingreso, el rol de Estado, el reconocimiento a las identidades, el feminismo dentro de la agenda pública, a toda acción una reacción. Y por otro lado, una derrota, en torno a los límites de esas experiencias en realizar transformaciones más profundas, en renovar agendas e ir por más, que impidieran que las condiciones materiales y la desigualdad fueran el espacio donde esas derechas y sus plataformas mediáticas pudieran reorganizarse para avanzar.

MAGNICIDIO Y MOVILIZACIÓN POPULAR

El viernes 2 de septiembre se movilizaron 500.000 personas en Buenos Aires, otros cientos de miles en ciudades y plazas de todo el país para repudiar el intento de asesinato de la Vicepresidenta y en defensa de la democracia. Los condicionamientos económicos heredados del macrismo: como el endeudamiento externo y la caída del salario, presionan al gobierno a dos vías antagónicas: desendeudarse-ajustando y recuperar el poder adquisitivo y el empleo. Con la llegada de Massa al Ministerio de Economía, las políticas gubernamentales giran sin pausa a posiciones económicas que ceden ante el FMI y ajustan, rompiendo el acuerdo electoral que llevó al Frente de Todos al triunfo en 2019. Una de las lecturas que le da sustento al ajuste, es que “no da la correlación de fuerzas” para enfrentar a los mercados, a la oligarquía y al FMI, ceder para calmar al “monstruo” y ganar tiempo y estabilidad, pero, en realidad terminan cediendo ante los grupos económicos concentrados que sabotean con el aumento sostenido de los precios, las corridas bancarias, las presiones devaluatorias e inclinan la redistribución del ingreso para el capital en contra del trabajo, pero ¿y los 500.000? El intento de magnicidio reunió y aglutinó lo que estaba disperso y desmoralizado. Puso a CFK nuevamente en el centro de la escena y le dio al oficialismo –sin buscarlo- una disputa: la de la defensa de la democracia a un año de las elecciones presidenciales. Quienes se movilizaron tienen esperanzas en que se le ponga un freno al ajuste y se patee el tablero contra el FMI. Ese enorme activo movilizado social, sindical, político y cultural, construido en décadas de resistencias y avances, puede ser la condición de posibilidad para empujar un cambio hacia un rumbo de enfrentamiento, pero pierde fuerza si las condiciones materiales de las mayorías se ven deterioradas por el ajuste. La derecha se radicaliza al compás del retroceso del gobierno, avanza sobre esta base material y gana peso en la opinión y el sentido común. Es la paradoja de las luchas cuando el gobierno es propio y no da respuestas. Hay fuerzas sociales para otro rumbo, el proceso está abierto.

Quienes se movilizaron tienen esperanzas en que se le ponga un freno al ajuste y se patee el tablero contra el FMI. Ese enorme activo movilizado (…) puede ser la condición de posibilidad para empujar un cambio hacia un rumbo de enfrentamiento, pero pierde fuerza si las condiciones materiales de las mayorías se ven deterioradas por el ajuste.

LA PLAZA DE LA DIGNIDAD Y EL RECHAZO

El sábado 3 de septiembre las calles de Santiago de Chile albergaron en la Plaza de la Dignidad otras 500.000 personas en el cierre de la campaña por el “Apruebo”. Enormes y multitudinarias movilizaciones de carácter progresista y popular. Un día después, el domingo 4 de septiembre la Convención Constituyente, el gobierno de Boric y la propia lucha desplegada en 2019 sufren un duro golpe con el triunfo del “Rechazo” a la propuesta de Nueva Constitución por el 61,88%, votada con una participación (en esta oportunidad obligatoria) de más de 13 millones de electores (85,81% del padrón electoral). Un golpe que no es sólo para el movimiento popular chileno, es para el movimiento popular y las izquierdas latinoamericanas y mundiales. Lo que no hay dudas es que valoramos el esfuerzo y el corazón que pusieron miles de militantes para una campaña que fue justa, y una propuesta Constitucional que hubiese sido un enorme avance contra el neoliberalismo. El balance está abierto y lo harán las fuerzas que empujaron el Apruebo en Chile, lo haremos a la distancia quienes nos sentimos parte en cada país de nuestra América. Así como la revuelta de octubre de 2019 en Chile colaboró indirectamente en Argentina resquebrajando la imagen del Chile de Piñera ejemplar y neoliberal erguida por Macri como la “arquetipo a seguir”, hoy el “rechazo” parece ser utilizado por este sector como una victoria. Como afirmó Emir Sader “América Latina se reafirma como el epicentro de las grandes luchas políticas contemporáneas (…) Aquí es donde continúan teniendo lugar los enfrentamientos más importantes de nuestro tiempo”. La región es un campo de disputa, la que suceda en Brasil el 2 de octubre dará energías a los polos en cuestión, el triunfo de Lula podría oxigenar a la segunda ola progresista, su derrota, lo contrario.

Así como la revuelta de octubre de 2019 en Chile colaboró indirectamente en Argentina resquebrajando la imagen del Chile de Piñera ejemplar y neoliberal erguida por Macri como la “arquetipo a seguir”, hoy el “rechazo” parece ser utilizado por este sector como una victoria

CHILE, DERROTA Y PROCESO ABIERTO

El triunfo del “Rechazo” ha suscitado múltiples balances que pueden ayudar a comprender qué fue lo que sucedió. En primer lugar, la derecha ganó tiempo y músculo. Ya no eran los tiempos de la revuelta, aunque su estela pervive, entre la pandemia y los rounds electorales el tiempo y el humor social fueron cambiando. La derecha se atribuye su primera victoria política desde octubre de 2019, ya que habrían podido reactivar parte de lo que durante décadas construyeron: los sujetos del neoliberalismo y el miedo al “comunismo”, esto encarnado en temas como el debate por la propiedad de los fondos de pensiones, la posibilidad de perder la casa y la herencia y lo plurinacional como antichileno. El desconcierto de las clases dominantes, pudo ser largo, seguramente, por lo dura y prolongada que fueron las luchas desde 2019, que pudieron lograr victorias electorales, instalar la necesidad del cambio Constitucional y generar un entusiasmo de cambio y saltos en la conciencia de millones de personas. Pero ese desconcierto es pasajero. Por lo tanto, no alcanza con marcar los “errores” de quienes empujaron el Apruebo, hay que marcar con fuerza que lo hacen en lucha contra enormes poderes económicos nacionales e internacionales, mediáticos, legal-institucionales y coercitivos. Esta reorganización de las clases dominantes puso sus misiles en el segundo punto, una campaña mediática brutal. Un aporte sobre este punto lo hizo Pablo Iglesias[1] quien sostuvo que la clave del cambio en la voluntad de la mayoría chilena es atribuible a la acción sostenida en el tiempo de los principales actores ideológicos: los poderes mediáticos. Desde su punto de vista, la sociedad chilena no es necesariamente conservadora; no lo fue ni en el estallido social, ni al hacer presidente a Gabriel Boric, sino que dentro de ella conviven y combaten diferentes valores y la lucha política e ideológica es, básicamente, activar unos u otros, cosa que habría logrado la derecha con el abrumador dominio reaccionario en la correlación mediática de fuerzas. Ya que quienes militaban desde abajo el Apruebo debían discutir temas impuestos por estos medios, desmentir fakenews y Constituciones falsas repartidas en las calles. Básicamente, fueron colocados a la defensiva intentando desmantelar el cerco instalado por los impulsores del rechazo. Por lo tanto, la conclusión de Iglesias es que “la izquierda entienda que reequilibrar la correlación mediática de fuerzas es condición de posibilidad para avanzar en el combate ideológico que es, en última instancia, la esencia de la política y de la transformación social”.

En tercer lugar, el voto obligatorio. En las elecciones de segunda vuelta que le dieron el triunfo a Boric en 2021 votaron 8,3 millones, que corresponden a un 55,5% del padrón electoral, lo que superó incluso la del plebiscito de 2020 por una nueva Constitución (con un 50,98%). Boric sacó en esa elección 4.620.671de votos, el Apruebo sacó el 4 de septiembre 4.860.093 de votos, es decir, 200.000 votos más. De los 5 millones que se incorporaron con el voto obligatorio la enorme mayoría fueron al Rechazo. Se pueden sacar muchas conclusiones apresuradas, pero esencialmente quienes no vienen participando activamente generalmente tienden a tomar posturas negativas ante cambios que no tienen claros, puede ser por conservación de lo existente o para ganar tiempo en poder sentar una posición. Tampoco aquí tendríamos que subestimar el rol de la maquinaria mediática.  En cuarto lugar, un castigo al gobierno de Boric, demonizado desde los medios hegemónicos, y acusado por los sectores de izquierda que están afuera del gobierno por su actitud dubitativa en poder instalar una agenda audaz de reformas sociales y por no encarar con mayor empeño la campaña del referéndum. La derrota también es una derrota del gobierno. Su primer reflejo fue un cambio de gabinete que vira hacia el centro.

Una mirada alternativa: una derrota siempre es una derrota y un retroceso. De eso no hay dudas, pero el activo político enorme y heterogéneo que toma fuerza luego de octubre de 2019 construyó una base, un piso, que la derecha quiere romper con el balance de la derrota, y que una parte de la izquierda y analistas empiezan a comprar. Sacaron un 38%, 4.860.093, que son 200.000 votos más de los que sacó Boric en la segunda vuelta que lo declaró presidente, que se sostuvo a pesar de las campañas mediáticas ¿desde la izquierda, miramos sólo la derrota? A pesar de la derrota, esos más de 4 millones de votos a una Constitución que planteaba desde la paridad, lo plurinacional, el Estado Social, disolver y reorganizar las instituciones o el aborto, todo esto configura una base importante. Es un proceso abierto. Hemos vivido un capítulo. La derrota en el plebiscito no hace olvidar a los chilenos que viven en un Estado Subsidiario con la salud, la educación y las jubilaciones mercantilizadas. Que, como la mayoría de los países de América Latina con la excepción de Bolivia, se fundan en una Nación, que se construyó posterior a las independencias sobre la base de un mito de origen, ya que en estos suelos conviven múltiples naciones, que fueron y son silenciadas, oprimidas y asesinadas. Tampoco van a olvidar luego de la derrota que se vive en una sociedad patriarcal, por lo tanto, el planteo de la paridad o el reconocimiento a lo diverso sigue vigente. O que las riquezas naturales deben ser patrimonio del pueblo y no de las corporaciones. Estos eran algunos de los planteos del texto Constitucional. Pero quien crea que el proceso se cerró se equivoca. Como sostuve en mi anterior artículo: “El estallido fue tan profundo, radical y violento que subyace y custodia como reserva vital toda desviación de la programática y gramática surgida de las luchas”. La lucha sigue.

AL MUNDO LE FALTA UN TORNILLO

Marchas multitudinarias, luchas salariales, inflación, guerras, fachos y fachas, triunfos electorales, intentos de magnicidio, derrotas electorales, gritos en las redes y “verdades compartidas” ¿Qué pasa que al mundo le falta un tornillo, decía el tango?

Como venimos sosteniendo en diversos artículos, un fenómeno tectónico que subyace es la transición geopolítica histórico-espacial con el declive geopolítico relativo de Estados Unidos y occidente, y del otro lado, una potencia que aspira a ser hegemónica en ascenso: China y la región Asia-Pacifico. Una época de reconfiguración de la distribución del poder y las riquezas en el mundo. Siempre estas épocas de transición fueron de conflictos de envergadura, la guerra en Ucrania o el conflicto en Taiwán son testimonio de ello. Podemos afirmar a grandes rasgos que estamos en una crisis sistémica, donde el ciclo del capital y la acumulación no pudo encauzar el ritmo de crecimiento después del 2008, y que la pandemia catalizó y aumentó esa tendencia. La Guerra en Ucrania disparó la inflación mundial provocada por múltiples factores: la caída de la tasa de ganancia, la salida de la pandemia, la crisis energética y la cadena de suministros, sumado a la crisis de deuda. Crecieron en el mundo las huelgas y las luchas salariales.

A todo este panorama, se le suma el incremento de la superexplotación y la precarización laboral. “Tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos” dijo el personaje de Brad Pitt en la película “El Club de la pelea” de David Fincher, adaptación en la novela de Chuck Palahniuk, esa frase de 1999 parecía presagiar el hartazgo de lo que ofrecía la sociedad de consumo y la flexibilización laboral en el capitalismo neoliberal. El director habría dicho que el personaje “trata de hacer todo lo que le enseñaron a hacer, buscando encajar en el mundo convirtiéndose en lo que no es». Un presagio de la época.

En el libro de Nancy Fraser[2], “Talleres ocultos del capitalismo” , la feminista estadounidense sostiene que hay que actualizar el análisis del capitalismo actual, ya que éste, a pesar de mantener su esencia, presenta formaciones históricas particulares, la crisis actual es de una dimensión ampliada, “la crisis como un todo”. A la dimensión económico-financiera se le suman la ecológica, la socio-reproductiva y la de representación política. Por lo tanto, las luchas anticapitalistas, no sólo abarcaría a las luchas entre el trabajo y el capital en el lugar de producción, “sino también las luchas por los límites relativos a la dominación de género, la ecología, el imperialismo y la democracia”. Sobre esta crisis, una de las miradas más lúcidas para calibrar el sentido de la época es la de Álvaro García Linera, quien sostiene que “el horizonte predictivo del mundo se ha derrumbado. Ni las élites dominantes planetariamente, ni las clases sociales subalternas, ni los conglomerados empresariales, ni los filósofos, ni los gobiernos pueden imaginar convincentemente lo que les depara a las sociedades en el mediano y largo plazo” generando así un sentimiento de desolación y abandono, esta incertidumbre se da sobre los restos de el «gran consenso neoliberal» dominante de los últimos cuarenta años que comienza a derrumbarse.

El filósofo francés, Éric Sadin, publicó hace unos meses el libro “La era del individuo tirano” dentro de sus múltiples y ricos planteos vamos a destacar algunos: aborda los efectos de las redes sociales y la era digital, particularmente desde 2010 en adelante, y como se producen aceleradamente cambios de conducta de los sujetos y la vida contemporánea. Desde la viralización de teorías conspirativas, la polarización y el “yo” que representa la fuente primera de la verdad, un nuevo posicionamiento de los individuos, que en las últimas dos décadas pasaría de la era del acceso a la era del exceso, con una enunciación pública vía redes sociales de las opiniones que darían ilusión de cierta implicación política, pero que son modalidades que no harían más que consolidar las propias opiniones y creencias, y generar mayor polarización e individualismo. Sobre esta base el autor explica el crecimiento de las derechas.

Es sobre esta época que se dan las realidades regionales y nacionales, es sobre esta época que se moldean las conciencias, es en esta época y contradictoriamente con ella que surgen los movimientos de lucha. Es una época de incertidumbres, las búsquedas se dan en la práctica colectiva de lucha, con aciertos y errores, con apuestas, con utopías, con victorias y derrotas, en la práctica colectiva de reflexionar y analizar, de las síntesis teóricas que orientan las prácticas a las prácticas que pueden parir teorías. Marx analizó las crisis del capitalismo, no por erudición, sino porque el despliegue de las contradicciones que abre la posibilidad a las crisis es, al mismo tiempo, la posibilidad que tienen los sujetos para intervenir. Y esas crisis existen porque existen las luchas. Justamente es en esos momentos donde hay mayores posibilidades para transformaciones revolucionarias. Tal vez, no haya respuestas hoy, pero los pueblos sin dogmatismos y, más que nunca, con la cabeza abierta, las seguiremos buscando. En Argentina, Chile, Brasil…en toda América Latina se están dando batallas enormes, el proceso está abierto. 


[1] https://ctxt.es/es/20220901/Firmas/40728/pablo-iglesias-constitucion-chile-medios-conservadores-progresistas-rechazo.htm

[2] https://traficantes.net/sites/default/files/pdfs/PC_21_Talleres%20ocultos_web_baja_0.pdf

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