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Entre los discursos de odio y la “batalla cultural” de las nuevas derechas

Por Belén Spinetta*

A partir del intento de magnicidio contra la vicepresidenta Cristina Kirchner se comenzó a hablar de las posibles consecuencias materiales de los “discursos de odio”. Pero… ¿de qué hablamos cuando nos referimos a estas expresiones? ¿Puede cualquier expresión discriminatoria o estigmatizante encuadrarse en este concepto? ¿Hay que regular lo que se dice u opina a través de los distintos medios de información? ¿Cómo están operando las nuevas derechas? Hablamos de estos temas con Sandra Chaher, comunicadora feminista y presidenta de la Asociación Civil Comunicación para la Igualdad, quien viene investigando estas problemáticas desde una mirada de género y derechos humanos.

Desde tu perspectiva ¿a qué tipo de expresiones podemos definir como “discursos de odio”?

Sandra Chaher: Poder ubicar de qué hablamos cuando nos referimos a “discursos de odio” es uno de los primeros temas importantes. Esto porque, en general, le estamos diciendo discursos de odio a expresiones que son estigmatizantes, discriminatorias, sexistas, etc. Pero la jurisprudencia regional e internacional refiere como discursos de odio a un discurso muy específico que, en términos generales, podemos decir que es aquel que incita en forma directa a la violencia o hace apología de la violencia… sobre este tipo de discurso es que los tratados permiten que el Estado intervenga.  Lo primero sería entonces reservar la expresión “discursos de odio” para este tipo de discursos y para el resto dejar el término “expresiones discriminatorias, estigmatizantes”, teniendo en cuenta que no sólo se dirigen a los feminismos, sino también a otros colectivos.

Para evaluar si un discurso entra dentro de la categoría de “discurso de odio” o no, y afinando un poco el lápiz de esta genérica definición de hacer “apología directa de la violencia”, la ONU lo que dice a partir del Plan de Acción de Rabat es que hay que tener en cuenta seis factores para determinar la gravedad de un discurso y, a partir, de eso analizar si se le puede aplicar algún tipo de responsabilidad ulterior. Se trata siempre de que sean responsabilidades de tipo civil o administrativo, y no penal. Estos seis factores son: el contexto del discurso, la posición de la o el sujeto emisor (resulta ejemplificador el caso de Trump en Twitter con el lugar de poder y el alcance que tenía), la intención que tiene quien emite el mensaje (si realmente está intentando generar un daño o no), evaluar el contenido y la forma del discurso, el alcance que tiene (no es lo mismo por ejemplo algo que se emite por una red social, que algo que se dice en el ámbito privado),  y la probabilidad clara de daño en relación a esto que decimos que es generar violencia. Entonces, todas estas variables tienen que ser ponderadas antes de determinar si estamos o no ante un discurso de odio.

¿Fue el intento de magnicidio una muestra cabal que los discursos de este tipo pueden efectivamente materializarse en violencia física concreta?

SC: Acá lo que vos estas preguntando es si hay una relación directa entre el discurso y la violencia física…eso es muy difícil de determinar. Lo que sí se puede decir, y lo vienen diciendo organismos de Derechos Humanos, es que es difícil que la violencia física se manifieste si no hay formas simbólicas que la sustenten. Esto está dicho en un informe de la Relatora de ONU para las Minorías del año 2015, y está dicho también a nivel regional en la sentencia de Campo Algodonero de la Corte Interamericana de Derechos Humanos  (CIDH) en la que ellos dicen que si no hubiera habido en Ciudad Juárez (México) una cultura de la discriminación no se habrían producido todos esos feminicidios de mujeres

Hay un fenómeno que es la ofensiva de las derechas reaccionaria en todo el mundo. Estos sectores utilizan para difundir sus ideas tanto los medios tradicionales, pero en particular las redes sociales ¿Cómo analizas este fenómeno?

SC: Creo que lo que pasa con las derechas es que están trayendo nuevas metodologías  al debate público, que no entran en los consensos democráticos. Teníamos ciertos consensos establecidos, sobre todo desde el final de la Segunda Guerra Mundial -que fue cuando se terminan de afianzar el diseño de todo el entramado del Sistema Internacional de Derechos Humanos- pensando en que no queríamos repetir situaciones como las del Holocausto.  Había algunos consensos de cómo teníamos que comportarnos en democracia y, entonces, lo que creo es que estas derechas vienen a romper esto trayendo al debate público la violencia como parte de sus estrategia política. O sea, instalan la violencia en todos sus formatos -no sólo en el uso de las redes sociales-. Las redes no son las responsables de estas violencias: existen en este momento en el que las nuevas derechas se instalan en el debate público y potencian ese discurso violento.  Hay que tener en cuenta que previo a que existieran las redes ya sabíamos de la existencia de grupos -quizás no tan extendidos- como los filonazis que promovían formas violentas de intervención…la violencia tiene como objetivo sacar de la cancha o eliminar al adversario, a la oponente. Esta es una estrategia que estaba fuera de los consensos democráticos y que ahora reaparece con las nuevas derechas. 

Las redes no son las responsables de estas violencias: existen en este momento en el que las nuevas derechas se instalan en el debate público y potencian ese discurso violento. 

Sandra Chaher

Me parece que también lo que está pasando, lamentablemente, es que quienes quieren mantenerse dentro de los consensos democráticos no están encontrando las maneras de enfrentar a estas nuevas derechas. Por otro lado, los electorados están teniendo una mayor polarización y la escena se está complicando. A mí personalmente me preocupa esta falta de un rumbo a establecer por parte de las dirigencias políticas; que no esté claro cómo abordar este fenómeno de retorno de la violencia política a la escena contemporánea.

Ante el avance de los movimientos de mujeres y feministas, con conquistas concretas como fue en nuestro país la legalización del aborto vimos que crecieron las agresiones a través de redes sociales contra quienes promovían esta agenda de derechos ¿Consideras que el feminismo es un blanco particular de estas derechas? 

SC: Claramente lo que vienen mostrando todas las investigaciones que abordan el tema de las agresiones específicas de estas nuevas derechas hacia mujeres y personas que manifiestan apoyo a la agenda de la igualdad de género es que son mayores los ataques.  Tener una identidad femenina o  defender la agenda de género, LGTB, del aborto, etc., está haciendo que estas personas estén siendo blanco mayor de ataques. Esto es claro porque estos sectores de derecha tienen una bandera muy importante -aunque no la única- en la “agenda antigénero”.  Hasta este momento, desde que el feminismo empezó a avanzar en sus demandas, no habíamos tenido partidos políticos que levantaran claramente un programa antigénero. Como mucho nos encontrábamos con sectores conservadores que resistían los avances o la ampliación de derechos; pero lo que pasa con las nuevas derechas es que traen a la agenda de debate político una cantidad de postulados vinculados al retroceso en los temas de género. En paralelo, y de la mano de esto, sus ataques van hacia mujeres, personas con identidades feminizadas, o cualquiera que manifieste simpatía por la agenda de los feminismos.

Hasta este momento, desde que el feminismo empezó a avanzar en sus demandas, no habíamos tenido partidos políticos que levantaran claramente un programa antigénero.

¿Contra qué otras agendas analizas que están operando estas nuevas derechas?

SC: En mis investigaciones no me concentré tanto ahí, pero hay algunos temas que salen medio fácil de escucharlos: el Estado para estos sectores tienen que ser muy pequeño, no debería casi haber asistencia estatal y la gente tendría que sobrevivir a través de sus propios emprendimientos; particularmente se posicionan desde una posición liberal clásica acerca de que el mercado en un sistema capitalista va a regular las relaciones sociales y todo el mundo va a estar bien si se lo deja al mercado operar. Por otro lado, parten desde la meritocracia y el individualismo, no ponen a lo colectivo como un valor, y obviamente, no creen que haya desigualdades estructurales que haya que modificar desde la intervención del Estado.  Asimismo, los temas de género los ponen dentro de lo que ellos definen como una problemática más amplia que es la de la “Batalla Cultural”, donde estos temas entran dentro del paquete del progresismo; todo lo que es ampliación de derechos lo ven como formas de “corrección política” e incluso como imposiciones. Ellos no ven a la ampliación de derechos como una posibilidad de tener más libertad para la mayoría de las personas –teniendo en cuenta que para ellos la “libertad” es un valor destacado-, sino que la ven como una imposición hacia ellos mismos. Esto es una contradicción enorme. Por ejemplo, que el aborto esté legalizado no impone que todas las personas se realicen abortos sino, justamente, aquellas que lo necesitan, que lo desean por diferentes razones. Milei por ejemplo se opone al aborto legal siendo un liberal extremo en todos los demás campos. Como también viven como una imposición, en el contexto de esta “batalla cultural”, que las persona puedan transitar el camino hacia identidades de género diversas.  Lo mismo pasa con la Educación Sexual Integral, el hecho de disponer de información no lo ven como un valor hacia la libertad como planteamos desde el feminismo, sino como adoctrinamiento. Finalmente, otro gran paquete de protesta que tienen es el de la “anticorrupción” y que está ligado a la agenda política y al rol del Estado. La idea de “casta política” de Milei por ejemplo, que a la vez entra en contradicción con buscar ocupar espacios en el Estado. 

A raíz de estos hechos, desde el oficialismo se empezó a analizar la posibilidad de regular este tipo de discursos. Rápidamente, surgieron voces contrarias señalando que esto podría atentar contra la libertad de expresión. ¿Hay realmente una colisión entre la regulación de discursos de odio y la libre expresión?

SC: Hay modelos de regulación en relación a discursos de odio, no a nivel regional pero si Europa empezó a trabajar en esto en los últimos años. No tengo evaluaciones acerca de cómo están funcionando, pero en Alemania lleva hace unos años una ley que plantea que si alguien tiene expresiones de odio o negacionistas –pensemos que es la cuna del Holocausto- esto puede ser penalizado, por ejemplo, cerrando la cuenta de redes sociales. Creo que este es el único caso en el mundo y no hay que perder de vista que los países europeos suelen tener una posición más intervencionista en relación a los discursos que lo que es América, donde tenemos una postura mucho más garantista en relación a libertad de expresión. 

Ahora, si me preguntás qué pienso yo, es que hay un riesgo en la aplicación de estas regulaciones o, incluso, de la generación de las mismas.  Realmente lo que es importante cuando hay una situación que tengas que ubicar dentro o fuera del discurso de odio es qué esto no lo decida una sola persona, que esto no se decida rápidamente, sino que haya un proceso con la mayor cantidad de garantías posibles –que son las que en general establece la Relatoría para la Libertad de Expresión de la CIDH-, con la intervención también del poder judicial –no solamente el ejecutivo-, etcétera. Si un país fuera capaz de generar una normativa de ese tipo, me parece que habría que ver cómo funciona, pero el riesgo siempre es que haya una utilización política desde el punto de vista de los abusos de poder de quien eventualmente esté a cargo del Estado. 

Pero hay otro riesgo que también tenemos que evaluar quienes pertenecemos a grupos históricamente discriminados –mujeres, colectivos LGTB, etc.- que es justamente que las prohibiciones no se nos transformen en un bumerang como para que el día de mañana no haya un pedido de clausura de nuestro propio discurso. Por ejemplo, en España hubo una causa judicial en la que grupos LGTB reclamaron por las expresiones del bus naranja que circulaba por Madrid con la leyenda “Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen”; después de eso se dio una contraofensiva de las nuevas derechas por el intento de acallamiento de su propio discurso. Entonces viendo la manipulación y tergiversación que hacen estas derechas, me parece que hay cierto riesgo en generar algún tipo de normativa que no sea lo suficientemente garantista. 

hay otro riesgo que también tenemos que evaluar quienes pertenecemos a grupos históricamente discriminados –mujeres, colectivos LGTB, etc.- que es justamente que las prohibiciones no se nos transformen en un bumerang como para que el día de mañana no haya un pedido de clausura de nuestro propio discurso.

¿Qué es lo que dice la Relatoría Interamericana para la Libertad de Expresión y toda la tradición americana en este tema? Que un discurso que no te gusta –no de odio, sino estigmatizante o discriminatorio- se opone con más y mejor discurso.  O sea, la manera de contrarrestarlo no es prohibiendo nunca sino generando otros discursos. De ahí se deriva todo otro debate acerca de qué voces se escuchan en los medios y cuán democráticos son los sistemas de medios como para que haya más y mejores voces.