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Cumbre del Clima: “La naturaleza es un campo de batalla de la lucha de clases”

Por Facundo Arzamendia *

Desde el pasado 31 de octubre hasta el 14 de noviembre, se desarrolla en Glasgow (Escocia) la COP26 (Conferencia de las partes o “Cumbre del clima”) en la cual se reúnen mandatarios, empresarios y militantes ambientalistas de todo el mundo. En cada una de las ultimas 25 ediciones, negociadores de todo el planeta han buscado la manera de llegar a acuerdos para frenar el impacto de la crisis climática.

En el año 2015 los países firmaron en Paris rebajar las emisiones de CO2, para evitar que la temperatura del planeta aumente mas de 2º. Seis años después de este acuerdo, los científicos afirman que se han quedado cortos. Desde Lanzallamas dialogamos con Rodolfo Kempf -físico, investigador, trabajador de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CoNEA) y miembro de la CTA Autónoma- quien estuvo presente en el evento.

¿Cómo llegamos a la COP26?

Hay escepticismo en el esquema de ordenanza mundial y de la ONU, en poder dar una transición a la descarbonización. Hace unos meses se publicó el informe del IPCC (Instituto de Cambio Climático) diciendo que las temperaturas son mas extremas y hay eventos mas extremos como lo vimos en Australia, Grecia o en Córdoba misma. Desde la ultima cumbre hasta la fecha se mantiene el escepticismo de que se pueda llegar a acuerdos que mitiguen este efecto.  Pero lo que también aparece es que la naturaleza es un campo de batalla de la lucha de clases. Hay un movimiento ambientalista que tiene posiciones avanzadas, radicales, de izquierda, antiimperialistas, anticapitalistas. De hecho la consigna que se cantaba en la marcha del 5 de Noviembre era “rebelión o extinción”. Hay un espacio de batalla política donde la clase obrera y los pueblos dependientes del mundo debemos jugar para que no descarguen la crisis climática sobre nosotros.

El pasado viernes 5 de noviembre se realizó una marcha organizada por la organización ambientalista “Fridays For Future” (FFF – Viernes por el futuro). ¿Cómo se vivió y cual fue su composición?

La movilización fue muy grande. Participaron mas de 100.000 personas. La composición de la marcha fue de un movimiento internacional. Se marchaba por bloques. Bloques de originarios, de sindicatos, fuerzas políticas. La movilización la encabezó una bandera escocesa repudiando las políticas de Boris Johnson con el Brexit. También estaba encabezando la bandera de Palestina. Se han visto pueblos oprimidos de la India, una delegación de Latinoamérica en la Confederación sindical de las Américas. La CUT de Chile, la CUT de Brasil, la CTA Autónoma y un compañero de la CGT vinculado a la UOCRA. Frente a los acuerdos que se cerraban la última semana, la marcha fue la previa para presionar en la negociación.

Se dice que esta cumbre es un fracaso porque países como Rusia o China, que son los principales productores de CO2 a nivel mundial, no participan. ¿Cómo repercute la ausencia de estos países en la COP26 y cual es el papel que juega EEUU?

En relación a eso, hay mucho en juego en cuanto se imponen en bajar las emisiones mas allá de China o Rusia. Ni China, ni Rusia se quieren suscribir a que le acoten la tasa de desarrollo. A la vez China es uno de los países que mas trabajo tiene vinculado a las energías renovables.  Lo que si conozco del movimiento sindical latinoamericano es lo que se llama “transición justa”.  Estuve en una charla que se llamaba “Encuentro de transición justa”, ese concepto quedó como un lema que también lo usa la ONU para engañar. Quedó como un lema porque si bien debe haber una transición energética que migre a minimizar la emisión de carbono y gases invernadero, tiene que ser justa en el sentido que no se pierdan los puestos de trabajo y fundamentalmente en nuestro continente que no sea una excusa para meter tecnologías con monopolios que desplacen a puestos de trabajos actuales. Esa transición justa es una forma de la cual se podría ver que enfrenta lo que decía el macrismo, de comprar paneles de sol o molinos eólicos llave en mano tanto a China o Italia. Ningún trabajador argentino participó ni siquiera en la instalación. A Argentina le tocó hacer la red de alta tensión en los parques. Ese esquema es el que criticamos.

¿Qué repercusiones hubo del discurso de Alberto Fernández en la cumbre?

Las declaraciones de Argentina no son satisfactorias. Además de ratificar la deuda externa, hay una mercantilización de la naturaleza en nuestro territorio. Se ofrece cambiar bonos verdes por deuda. Aparece no solo la convalidación de una deuda externa odiosa, fraudulenta y además salvaje -una deuda que incrementó el macrismo- sino también la mercantilización de la naturaleza, bonos verdes a cambio de deuda. Imagínate con esa posición de Argentina, ¿Bolsonaro que posición puede llegar a tener? Si bien Bolsonaro campea tranquilo en el terraplanismo negacionista del cambio climático, la posición de Argentina ha sido criticada porque toda la región esta en contra de esta postura. Bárbara Figueroa (CUT Chile) y Daniel Gallo (CUT Brasil) fueron críticos con la postura del presidente argentino.

 ¿Qué se puede aportar a esta lucha contra el cambio climático desde Latinoamérica?

En principio hay una lucha de conceptos y de significantes sobre la transición justa que es donde orbita y pivotea gran parte del debate. Si bien para mi esa postura tiene patas cortas, alrededor de eso implica que debe haber un desarrollo autónomo de tecnologías que impliquen trabajo de calidad, calificado para nuestros países y que el principal punto es la desigualdad en el mundo y el sistema imperialista. Hay una especie de metáfora donde hablan de la desigualdad entre hemisferio norte y hemisferio sur pero el punto es la desigualdad en los crecimientos. Los países imperialistas son los que producen la mayor cantidad de emisiones. Encima de saquearnos, quieren acotar los grados de desarrollo que puedan satisfacer las necesidades populares en nuestros territorios.

Desde el continente se pelea una transición justa que ponga las responsabilidades de los efectos invernadero primero en las potencias imperialistas y en segundo plano que nosotros tengamos posibilidades de desarrollo para satisfacer necesidades. Al mismo tiempo de negar inversiones que signifiquen mayor degradación ambiental, mayor expoliación y dominación sobre nuestros países 

Hoy la energía es una commodity pero vos planteas que la energía debe ser de propiedad publica. ¿En que consiste ese planteo?

Se presentó el pasado 4 de noviembre un programa que pone el centro en la propiedad. Avanzar en la propiedad pública de empresas de energías de nuevo tipo que permitan avanzar en minimizar las emisiones de carbono y gases de efecto invernadero. Tiene un punto fundamental: reconocer la emergencia climática y energética. Como primer punto debemos declarar la energía como un derecho humano y de libre acceso para el conjunto de la población. Virar hacia un sistema de energía que tenga un enfoque público y no privado, en el sentido de la propiedad y en el sentido de la taza de ganancia. Eso nos permite dar una lucha política por ejemplo en Argentina a 30 años de los primeros tratados de libre comercios y las privatizaciones de nuestras empresas hidroeléctricas en la cordillera, avanzar para que esas concesiones pasen a un enfoque de propiedad pública. Donde las comunidades, la población, el pueblo formen parte de las decisiones.  No solamente de una mirada por arriba. Esto implica cambiar los directorios. Es una perspectiva que compartimos varios sindicatos a nivel mundial y da en el meollo. En lugar de poner el centro en la tecnología, pone el centro en la propiedad y la organización de la sociedad.

Cuando decís que la naturaleza es un campo de batalla, hablas de tres corrientes. ¿Cuáles son?

La primera es el ecocapitalismo, que en Argentina lo llevó adelante Macri y La Nación. Era común ver notas inmensas de los molinos de viento y los paneles solares donde no había  ningún desarrollo nacional, ningún trabajador comprometido en eso. Ni siquiera discusión de donde ponerlos. Fueron acuerdos que los hizo en sus primeros días de gobierno. Es una corriente internacional que lo ve como un nicho de negocios.

El segundo punto, son los que tienen planteos con buenas intenciones pero no van al debate de la propiedad y tampoco buscan hacer confluir y converger a los sectores trabajadores con los movimientos ambientalistas. Es una dislocación de los movimientos populares hacia propuestas que no ponen el centro en la propiedad y se les corre el sujeto social. Entonces aparece que la naturaleza tiene mas derechos que los propios sujetos sociales.

La tercer corriente, son las corrientes emancipadoras. Una corriente que plantea una nueva forma de organización de la sociedad. Confluir con esta propuesta de la propiedad pública nos da una llave para discutir eso, antagonizar con el avance de los monopolios y las empresas de potencias imperialistas en nuestro territorio. Nos pone en una confrontación política con perspectiva para dar una resolución al cambio climático que es objetivo.

¿Cómo viste el anuncio de inversión respecto al hidrógeno verde que hizo el gobierno nacional en medio de la cumbre?

Para inscribirlo en estas tres corrientes, es ecocapitalismo marca ACME. Si, tenemos muy buenos campos de vientos en la Patagonia, se precisan centenares de kilómetros cuadrados para tener este tipo de emprendimientos. Ya Macri dolarizó el viento y el sol. Si es volver en esa línea, no tiene sentido. Hay que reconocer que no son solo los molinos de viento, sino el proceso de electrolisis en una molécula de agua, recuperando hidrógeno en energía renovable pueden generar un mayor rendimiento, almacenar en garrafas y servir para el transporte de barcos.

Pero en definitiva el INVAP no entra, la CNEA no entra, el Conicet no entra, Astilleros Rio Santiago no entra y podrían hacer  las torres y los molinos. Pescarmona podría hacer las aspas y las torres, tampoco entran. Nuestros cuadros técnicos, científicas y científicos expertos en el mundo tampoco han sido convocados para definir ningún tipo de lineamiento. Donde juega el protagonismo de tecnólogos y tecnólogas, para poner todo el área de los que hacen ciencia básica en una planta piloto, si no participan, no es un buen emprendimiento. Hay que reconocer que no es un verso. El hidrógeno por igual volumen genera más energía que el metano o el petróleo. En el enfoque finito, es criticable y se inscribe en el ecocapitalismo.

Debemos poner el centro en la propiedad pública y considerar la energía como un derecho humano. Hay que lanzarse a discutir en política el sistema energético en general que es algo fundamental en el sistema capitalista y en un país dependiente como Argentina, que tengamos un movimiento que ponga en tensión, debate y lucha esta área. Eso va a motorizar al campo popular.

Facundo Arzamendia es periodista. Lo encontrás en Instagram y Twitter como @arzafacu. Es autor del Podcast «Nada para ver».

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