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Violencia escolar: “del te espero a la salida al no odiamos lo suficiente”

La violencia en la escuela como síntoma de la descomposición social en tiempos de Milei. El caso de la Provincia de Buenos Aires

*Por Agustín Moisano

 ¿Es realmente esa niña quien golpea, o es un sistema entero que hiere?
Carta del hermano de Cecilia Bonillo, Directora golpeada en la EP N° 63 de Mar del Plata

   En las últimas semanas, en los grandes centros urbanos de nuestra provincia, fue noticia el crecimiento de situaciones de violencia en el ámbito escolar, tanto en cantidad de casos  como en la gravedad de los mismos[i]. Estos hechos ya no solo implican las habituales peleas que podían esperarse entre estudiantes – en general en las veredas de las entradas de los establecimientos, el famoso “te espero a la salida”- sino que transvasan los límites físicos de la escuela, y los morales, construidos sobre el prestigio de la docencia. En otras palabras, ahora, los hechos de violencia se dan dentro mismo de la escuela, en el barrio y también hacia domicilios de lxs docentes, y entre estudiantes, familiares de éstos y docentes, entre ellxs o entre sí (sea cual sea el rol que desempeñen –maestrx, profesor/x, sectretarix, director/x, etc.-.

   En esto reside la particularidad de este momento que convierte a lo que podríamos denominar “violencia escolar” en algo nuevo.

Política educativa libertaria: tierra fértil para el crecimiento de la violencia

   Desde el inicio de su gestión, la política económica de exportación y drenaje de capital planteada por el gobierno nacional se combinó con el “achicamiento” del Estado y el crecimiento la deuda externa e interna de nuestro país. La conclusión: el gobierno nacional no solo dejó de invertir sino que se endeudó más.

   En este terrible ajuste en el gasto nacional, la provincia de Buenos Aires  ha sido la más castigada. No solo porque concentra el 40% de la población del país y en la que más envía fondos a la administración central y recibe mucho menos, sino también porque su gobernador se ha convertido en la expresión política opositora más importante (o principal). Y, hasta el momento, su política ha servido de valla de contención, escudo o paraguas, de las consecuencias de las políticas económicas nacional. En muchos casos, se ha hecho cargo de lo que para el Estado nacional era un gasto innecesario. Es decir, La Provincia de Buenos Aires,  a la vez que recibe menos dinero en concepto de coparticipación, elevó el gasto en áreas que antes no tenía que cubrir. Paradójicamente, no puede superar la lógica de reformas dentro de “las reglas del juego”, por lo que se está convirtiendo en un administrador de miseria”, gestor de cada vez menos recursos económicos para los gastos y las inversiones que demandan más presupuesto (absoluta y relativamente). La forma en que ha podido “capear la tormenta” es tratando de hacer más eficiente el uso de los recursos, llevando reformas (de diverso impacto) dentro de la órbita de la administración del estado provincial.

   El sistema educativo provincial, uno de los más grandes y complejos de Latinoamérica, no es ajeno a este contexto político y económico. En lo últimos años ha sufrido las crisis de diversas maneras y, como parte de una sociedad que ha experimentado cambios profundos (sobre todo de la pandemia a esta parte) se ha visto vulnerable ante el aumento de la violencia social, el cansancio y agotamiento de sus trabajadores (con una sobrecarga laboral cada vez mayor y salarios cada vez peores que tienen como consecuencia el pluriempleo, entre otras) y la ruptura del vínculo histórico con las comunidades, por no hablar ya de aspectos que atañen a lxs estudiantes como pueden ser el avance de las adicciones (drogas, tecnologías, etc.), el uso de la Inteligencia Artificial (IA) en el aprendizaje y el desinterés generalizado en la institución escuela.

   En línea, la política nacional en el campo educativo ha estado dirigida a la eliminación de partidas presupuestarias destinadas a infraestructura, programas, becas, formación, entrega de material, etc. La consecuencia directa sobre lxs trabajadorxs de la educación fue la reducción de espacios de desarrollo laboral para la docencia, a lo que se le deben agregar de eliminación de parte del salario (FONID) y de la paritaria nacional docente. Desde la retórica, también la escuela ha sido blanco del discurso libertario expresando en el desprestigio de todo lo público, con especial referencia a la educación y, por lo tanto -dentro de esta lógica-, profundizando el desprestigio de la tarea docente.

   Por su parte, la política educativa provincial ha estado guiada por el uso más eficiente  de los cada vez más escasos recursos, tratando de no afectar ni disminuir lo existente e impulsando cambios hacia adentro del sistema educativo sobre la base de lo propio. Mantiene un ritmo de obras que se desacelera, lo mismo que en lo que refiere al mantenimiento de la infraestructura y edificios escolares. Amplió los programas de becas y ayudas -Plan Mesa, por ejemplo- y plantea modificaciones que hacen a la convivencia escolar desde paradigmas superadores a los que había.

   En lo referente a la planta docente y administrativa, ha sabido mantener paritarias abiertas aunque con recomposiciones salariales que están cada vez más lejos de las necesidades y demandas docentes. Ha sabido tomar nota de una demanda social real: la escuela ya no puede dar respuesta a los complejos problemas contemporáneos. La respuesta fueron las modificaciones en los regímenes académicos y diseños curriculares que pareciera no modificar de fondo la situación. Como mucho, buscan un mejor y más eficiente uso de los recursos pero, en un contexto como el descripto, la buena voluntad y la imposibilidad de mayor inversión han hecho que se empeoren las condiciones laborales y de enseñanza y aprendizaje. Consecuencia, la ya referida sobrecarga laboral, el cansancio, la apatía y el desinterés en lo que hace de gran parte de la docencia.

   Al mismo tiempo, la relación entre la escuela y la comunidad de la que es parte ha mutado. El alto grado de descomposición social (aumento de violencia, disolución entre los vínculos y las relaciones entre las personas, la búsqueda de la espontaneidad del placer y el individualismo en como forma de resolución de conflictos, la constante pérdida de derechos, la consolidación de una economía informal y la consecuente dificultad para la reproducción social, etc.) ha hecho de la escuela un “espacio de frontera”, un lugar de convivencia pero también de constante tensión, de intercambios pacíficos pero que se pueden tornar rápidamente en violentos, de heterogeneidad conviviente y de homogeneidad pereciente (de estudiantes, docentes, equipos, familias).

   Una institución desprestigiada, retórica y concretamente, (subjetiva y objetivamente) que no aporta para el desarrollo de la vida cotidiana, insuficiente en sus respuestas que a pesar de todo sigue siendo el espacio de resguardo de una parte de la sociedad.

¿Qué se rompió?

   En nuestro país, la escuela tiene como objetivos, principalmente, la generación de ciudadanos con pensamiento crítico para vivir en democracia y el desarrollo de habilidades para los estudios superiores o el mercado de trabajo[ii]. Dos categorías que fueron cuestionadas profundamente por los gobiernos de extrema derecha: la democracia y el sistema productivo. Más allá de alcanzar o no esos dos objetivos, ellos eran claros. Hoy se desdibujaron: para muchas familias no tiene sentido una democracia que no garantiza sus derechos y un mercado de trabajo que los excluye. Y con ello, la escuela.

   Roto ese vínculo, las comunidades escolares se vieron fragmentadas en necesidades donde cada parte podía prescindir de la otra, profundizándose aún más la descomposición social de encontrar en lo “colectivo” y en la “solidaridad” una posibilidad de mejoramiento. La participación de los distintos actores en instancias de resolución de conflictos menguó y, con ellas, la capacidad de enfrentar situaciones cada vez más graves en su carácter y profundidad.

   Los cambios y las transformaciones que se fueron desarrollando en el sistema educativo en los últimos años han hecho de la escuela un espacio difícil de entender para quien no la habita cotidianamente. Las reformas, tanto de la legislación, las normativas, de contenidos, de regímenes y de paradigmas que los sustentan impactaron de manera desigual tanto en la calidad educativa como de la forma de vincularse en ella. La escuela “abierta” (con el nivel secundario obligatorio desde la sanción de la Ley de Educación Nacional del 2005), diversa, con una matrícula heterogénea tuvo que convivir con transformaciones sociales a los que no podía dar respuesta. Así, se tradujeron en medidas que, en los hechos, potenciaron problemas profundos del sistema educativo  a la vez que generaron otros nuevos.

   El desprestigio de la escuela, y con ello, de sus trabajadores, es proporcionalmente inverso al cada vez más menguado presupuesto destinado a hacer frente a los nuevos desafíos.

   Los cambios sociales, profundizados por la pandemia del Covid 19 y el surgimiento y desarrollo de la IA contribuyeron a acelerar este proceso de desprestigio de la escuela. Mientras que en el mundo, se acrecentaba la disputa por la hegemonía entre EEUU y China[iii], se desarrollaron en Occidente movimientos de extrema derecha que llegaron a la dirección de Estados nacionales con discursos de odio y políticas de ajuste en las áreas sociales. La consecuencia directa fue la generación de nuevas subjetividades que asumían y justificaban la pérdida de derechos de gran parte de la población mientras que posibilitaban legitimar, por medio de las elecciones, estas medidas reaccionarias: se imponían en la batalla cultural.

   En este contexto, no era extraño que nos encontremos con una escuela desfinanciada, heterogénea, con profundos problemas sin resolver y con una creciente imposibilidad de generar anticuerpos a los discursos de odio, dentro y fuera de ella.

   En todo caso, la pregunta no era por qué comenzaron a profundizarse los casos de violencia en las escuelas sino cuándo y cómo ocurrirían.

Entonces… la violencia como expresión de la crisis

   En este contexto, no es de extrañar que aumenten los casos de violencia en el ámbito escolar. Ante una administración provincial que no puede dar respuesta a los complejos problemas sociales que han profundizado las políticas del gobierno nacional, la consecuencia directa es el agravamiento de la conflictividad social, donde la escuela se presenta como un escenario más. Los intentos, por generar respuesta, desde lo normativo, no han hecho más que dejar al desnudo la incapacidad para lograrlo. Los protocolos de intervención ante situaciones de conflicto, además de ser ajenos a gran parte de la docencia, son ajenos a una realidad cada vez más compleja.  El Estado, que no cuenta con recursos suficientes para sostener más personal, sobrecarga con tareas a una docencia de por sí, ya muy agotada y principal víctima de hechos violentos. El cansancio y el miedo redundan en salidas individuales a un problema social de quiebre de lo colectivo/comunitario. La escuela no puede reconfigurar los vínculos y las relaciones que están en crisis con sus comunidades y se convierten en el chivo expiatorio de un malestar social que crece al ritmo del endeudamiento y deterioro de la calidad de vida, el bienestar físico y las reservas económicas.

   Los sindicatos, desprestigiados también desde el discurso oficial (como toda organización que buscar recrear lazos de solidaridad), se escudan cada vez más en las leyes, las resoluciones, normativas y protocolos que no alcanzan, en una tarea burocrática-paternalista ante las demandas de una docencia desesperada, impotente y sumida en la incertidumbre, víctimas también ellos de la desaparición de redes con la comunidad escolar y de la incapacidad de conformarlas.

   Por último, las familias y lxs estudiantes que ven “roto” el Contrato Social con el Estado y buscan soluciones ante los problemas no ya por las políticas públicas que debieran demandar y establecer sino en la persona que representa a ese Estado, docente en la escuela, que se convierte en enemigo y victimario.

En busca de una salida colectiva

   Sin duda, este estado de situación, asfalta el camino a las propuestas punitivista y cortoplacistas[iv]. Abre el camino a que parte del campo popular demande el endurecimiento de los castigos, la baja de la edad de imputabilidad, la exclusión de lo distinto y la “privatización” de los derechos.

   Por el contrario, consideramos que estos problemas de larga data que se han agravado en los últimos tiempos, merecen una reflexión y puesta en práctica de acciones que permitan superarlo integralmente: Ello demanda un esfuerzo en la necesidad de construir y resignificar nuevas y existentes formas de organización, formas que integren lo institucional y lo territorial, que se fortalezcan las redes evitando la burocratización y se vigorice lo comunitario. No es ajeno que debe haber para ello una política del estado Provincial que destine el tiempo y los recursos necesario en lo inmediato para afrontar las situaciones de conflicto concretas y urgentes en las escuelas pero que no se limite a ser un gestor  de recursos. Debe tener la voluntad y la decisión de terminar con este flagelo.

Se abren en este desconcertante panorama una serie de preguntas para quienes consideramos que la escuela debe seguir siendo un espacio que merece ser vivido:

¿Cómo lograr, en este escenario tan complejo, la defensa pero además la conquista de derechos que satisfagan nuestras necesidades como parte del campo popular? ¿Cómo hacer que cada trabajador docente sea y se sienta parte de esas luchas urgentes y victorias necesarias? ¿Cómo generar una táctica que permita conseguir lo necesario sin pavimentarle el camino a la ultraderecha reaccionaria al gobierno de la Provincia? ¿Cómo hacer para que la escuela logre ser parte de la reconstrucción de relaciones y de la reconfiguración de vínculos que hoy están en crisis?


[i] Solo a modo de ejemplo vale rescatar los hechos de la última semana de octubre y primera de noviembre https://es-us.noticias.yahoo.com/violencia-escolar-plata-expulsan-alumno-190924394.html ; https://www.eldestapeweb.com/sociedad/rio-cuarto/violencia-escolar-en-cordoba-un-alumno-le-tiro-agua-hirviendo-a-un-preceptor-y-le-provoco-lesiones-202511513181 ; https://diarioelnorte.com.ar/violencia-escolar-un-adolescente-sufrio-una-fractura-de-mandibula-tras-ser-golpeado-por-un-companero/ ; https://faronoticias.com.ar/nota/14836/mar-del-plata-una-madre-ingreso-a-una-escuela-y-golpeo-a-la-directora-que-ya-habia-sido-agredida-por-su-hija/, etc.

[ii] Ley 26.206, de Educación Nacional, Capítulo 2.

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[iii] https://revistalanzallamas.com.ar/apuntes-criticos-para-la-discusion-de-la-coyuntura-geopolitica-en-crisis/

[iv] https://www.clarin.com/sociedad/violencia-escuelas-polemica-falta-sanciones-deben-volver-amonestaciones_0_8vgqFx0Qul.html

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