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Lo plebeyo ha vuelto

*Por Matías Rodríguez Gianneo

La convocatoria del miércoles 12 de marzo impulsada por los hinchas de Chacarita para bancar a los jubilados bajo un gesto maradoniano, provocó una reacción en cadena en algo arraigado en la cultura popular: el fútbol. Ese territorio de disputa entre la comunidad y el mercado. Pero sucedió algo más interesante: un llamamiento sin dirección clara, una movilización sin propietarios, reapareció algo que necesitábamos: lo plebeyo, el caos de la multitud con aprendizajes populares de años de resistencia y aguante. Renace la horizontalidad y el desorden, ausentes en una calle donde por años todo estaba digitado, organizado, masividad ordenada. Ganó el desorden, y la multitud plebeya reapareció. Renace una horizontalidad necesaria, menos rosca palaciega. Aire nuevo, también para la militancia que busca legítimamente romper con lo que nos llevó hasta acá. El aparato represivo al parecer excesivo, no lo es. Coincide con la debilidad del poder y con una correcta lectura de la historia de los conflictos sociales: el poder aprende y se perfecciona. La represión anticipada una hora antes del horario de convocatoria tuvo como objetivo evitar a toda costa el escenario de diciembre 2017, cuando la movilización social, la última de enfrentamiento serio contra el poder, le provocara una herida al gobierno de Macri de la que no pudo recuperarse. Por lo tanto, la dimensión estrafalaria, sumada a las maniobras sucias de la policía, viralizadas en las redes, exponen el miedo y la debilidad de un gobierno que acelera torpemente, con la impunidad de quien cree, no solo que tiene el destino de la providencia divina, “las fuerzas del cielo”, sino que se cree parte de algo que no es, la oligarquía argentina y las fuerzas imperiales, posiblemente, cuando no sirva lo tiren al basurero de la historia, un Zelensky argentino.

La violencia y el cinismo estatal ponen un espejo retrovisor con el Chile de 2019, el hincha de Chacarita Jonathan Navarro perdió la visión tras un disparo directo a los ojos, la jubilada empujada contra el suelo o el disparo contra el fotógrafo Pablo Grillo que lucha por su vida, muestran hasta donde es capaz el poder, en vísperas del 24 de marzo, historia y presente se entrelazan. La indignidad de quienes lastiman no solo por obediencia, sino por placer. No es casual que disparen contra fotoperiodistas y trabajadores de prensa, quieren tapar el sol con la mano. La democracia se transformó en una política de administración de la desigualdad y la fuga de capitales ¿pero qué tipo de democracia necesitamos? No lo sabemos, pero si sabemos que no hay democracia sin justicia social, no hay nación sin soberanía. En definitiva, todo se volvió una cuestión de formas: el “respeto a la república”, una república perdida, la crisis integral que vive el capitalismo en el mundo, en Argentina se trasmuta en la destrucción de lo único que quedaba: las formas. Pero hay algo más perturbador: se le exige mantener las formas a los oprimidos, ejercicio del poder del cinismo. Acusan de intento de “golpe de Estado” a una movilización legitima ante el tratamiento de leyes en el Congreso o la insatisfacción de un grupo de jubilados ante la condición del inhumano ajuste que recae sobre sus espaldas. Esto combinado con el método conocido de la estigmatización: no son hinchas son “barrabravas”, no es un fotógrafo es un “militante”, mentiras y artilugios que intentan convertir, con el apoyo de los medios amigos, una legitima protesta en un acto de “sedición”.

Luego del “ajuste más grande de la historia de la humanidad” según el autoproclamado “segundo máximo exponente de la libertad del mundo” detrás de su ídolo y patrón Donald Trump, sale a la luz que no quedo nada, se fugó todo. Tanto sacrificio para nada. En realidad, tanto sacrificio para que se la lleven unos pocos. Bicicleta financiera y gente durmiendo en la calle: precariedad de la vida, resultados del “mejor ministro de economía de la historia argentina”. A nuestro flamante presidente, le gusta hacer rankings, que es la forma que argumenta quien no sabe usar adjetivos ni desarrollar lógicas expositivas consistentes, y que solo está entrenado para mentir, estafar, copiar, practicar la crueldad y el cinismo como modelo de vida. Nos da una advertencia: “voy a acelerar”. Chau democracia: decretos, endeudamiento, jueces a dedo, represión criminal, infodemia planificada y más ajuste: todo a cambio de una supuesta inflación entre 2 o 3% mensual. Ese es el modelo: neocolonialismo, autoritarismo y represión. Me voy a tomar el atrevimiento de repetir lo obvio y sencillo para que quede claro: tremendo ajuste y no se ahorró nada: el dólar devaluando al 1% mensual bajo la planificación estatal del “topo libertario” que venía a destruir el Estado. Parece que le mintió a su electorado: de destruir el Banco Central, este paso a ser su principal arma para un negocio redondo: el carry trade. Un país de vagos financieros, hacer plata sin trabajar: la “planificación estatal” al servicio de unos pocos. Convirtieron al Estado en una cueva de negocios financieros, oficinas para practicar la mentira planificada y el ejercicio del monopolio de la violencia ante la injusticia social. ¿Pero hasta cuándo? Parece que van a ir al fondo, porque nuevamente se tocó fondo. El fondo de la ilegalidad, endeudamiento por decreto. Se la gasto “la casta”. Figurita repetida, actores similares: Trump, FMI, Caputo, cambiamos gato por peluca. Hoy vivimos dos sociedades en un mismo territorio: los que pueden y los que no. Consumos diferenciados, felicidades no compartidas. Para una sociedad cansada intentando sobrevivir al día a día, la cuerda empieza a tirar y tirar cada vez más, los jubilados e hinchas de futbol mostraron dignidad. Parece que desde el discurso de Davos y la marcha antifascista, el cryptogate, la entrevista arreglada, los curros de la tarotista, el desastre de Bahía Blanca con la indiferencia gubernamental y la represión del miércoles, son síntomas, tal vez, de que estemos ante un cambio del clima social.

En abril será la fecha del próximo paro nacional convocado por las centrales sindicales, los partidos populares resisten como pueden en el Congreso y empiezan a definir listas y cronogramas electorales. La calle y las urnas. Que las urnas no tapen la calle será condición necesaria para no caer en la “paz” de los años electorales. El conflicto social de componente plebeyo hace eco en la necesidad de una renovación política no sólo de las representaciones sino de los repertorios de lucha y construcción de poder popular. La unidad necesaria contra el fascismo gubernamental y su plan económico neocolonial de miseria planificada cobrará fuerza y sentido si el hartazgo social no lo quiebra la represión o lo absorbe una institucionalidad quebrada. Las cartas están echadas.

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