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La fuerza por el acceso a la vivienda y los derechos

Por Sofía Sosa*

El desalojo de la toma Fuerza de Mujeres en el Barrio Múgica (ex villa 31) de Retiro, Ciudad de Buenos Aires, abrió debates e interrogantes. Esta nota parte de las reflexiones del Equipo en Emergencia, profesionales que intervienen en el barrio frente a la emergencia psicosocial y el acceso a derechos ante la vulnerabilidad y violencia en infancias y violencia de género.

De arrasamiento subjetivo: mujeres, diversidades e infancias

“Ver quemándose las casillas fue muy triste”, dice una de las mujeres protagonistas de la toma fuerza de mujeres, al ser entrevistada, luego del desalojo que realizara el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el día jueves 7 de octubre, en el barrio Padre Mugica, ex villa 31, de Retiro, CABA. Mujer, madre, activa, valiente y desobediente. Más de cien familias se lanzaron, tres meses atrás, a la toma de un pequeño pedacito de tierra en el barrio; sin ninguna seguridad, pero ante la enorme necesidad de salir de la situación de encierro y violencia que vivían con sus parejas y ex parejas.

Sabido es que el subsidio habitacional para alquilar, si llegas a obtenerlo, no alcanza. Sabido es que si tenés chicxs no te alquilan. Sabido es que si querés correr no tenés donde. Allí se encontraron en la toma, con sus hijes, con sus historias. No fue fácil ¿Cómo organizarse? ¿Cómo resolver lo mínimo? ¿Con qué levantar unas paredes, un techo, que, aunque mas no sea se parezca a eso? Fueron meses de frio y lluvia, y en pandemia… sin agua, sin luz. Mientras tanto las causas judiciales, el miedo, la falta de respuesta.

La solidaridad de quienes se acercaron no se hizo esperar. Ahí estaba Lore, del comedor Color esperanza, con su vivienda -de esas que los ricos hacen para los pobres- que linda con los terrenos tomados. Lore no podía dejar de ver lo que sucedía. Delegada de género en La Casa de las Mujeres y diversidades Daiana del barrio, luchadora incansable, desde el comedor hacia lo imposible por ayudar. Se acercaba a nosotrxs cada vez que íbamos al barrio y nos contaba sobre la toma, sobre las necesidades que había, los debates. No era fácil ponerse de acuerdo. A veces decía: “falta de todo y no dan nada”. Siempre estaba cuando la necesitaban.

El barrio vio levantarse la toma. No era la primera. El barrio vive y crece alrededor de estos movimientos instituyentes. No sin debates ni contradicciones. “No sufren violencia”, “Tienen otras viviendas”, “En ese lugar dijeron que iban a construir una escuela”, eran algunas de las ideas y afirmaciones que circulaban. Hasta hubo una concentración, dirigida por conocidxs “punteros” del gobierno de la ciudad, en el juzgado interviniente pidiendo el desalojo. Luego nos enteramos que no habría escuela nueva, que ni siquiera estaba licitada su construcción, sino un traslado de otra existente que la comunidad educativa rechaza. De esta manera, los poderosos no se hicieron esperar: “Dijeron que había narcos en la toma”. Es que cuando hablamos de estas cosas, aunque sea un pequeño pedacito de tierra, tomarlo es un acto subversivo, ya que subvierte el orden establecido y el temor al contagio es enorme. Si encabezan las mujeres, aún más.

Tristeza, angustia, vacío. Eso es lo que dejó, ese jueves de fuego, represión y lluvia que arrasó con todo. “Resistimos lo más que pudimos. Luchamos con sangre y sudor. No nos permitieron reaccionar. La nena lloraba y a ellos no les importaba. No pensaban en el futuro”. La angustia e impotencia la sentimos todxs hasta los huesos. Desde el equipo no paramos de pensar y sentir esto. Ese día necesitábamos encontrar respuestas, pero la violencia barre con todo. Imágenes de una niña llorando, con su mochilita del colegio, nos persiguen y arrasan, también, con nuestro sentir. Nos convocan a pensar nuestros modos de percibir y representarnos la vulnerabilidad social en las imágenes del terror.

Las infancias, las mujeres y diversidades violentadas por el patriarcado -que se hace carne en el desalojo brutal, en las topadoras, en el incendio, las amenazas, los golpes, el arrasamiento de todo y las irregularidades legales- dan cuenta de la desigualdad social en la que vivimos. Efectos desubjetivantes, como plantea Silvia Bleichmar. Lo traumático del desvalimiento, en su materialidad psíquica, expresada en el llanto y el sentir de la niña. Cuando es un gobierno el que violenta, como nos dice Beatriz Janin, los efectos se multiplican. La desprotección cobra vida.

De desalojos y negocios inmobiliarios. Dos caras de una misma moneda

Dice Byung-Chul Han en La expulsión de lo distinto: “la proliferación de lo igual se hace pasar por crecimiento.” Para Han, lo igual, en nuestra sociedad y época, se encontraría en concordancia con lo amorfo, ligado al consumo, al modo de atracones que anestesian bajo la premisa del crecimiento y el producir. ¿Acaso las megatorres, los barrios privados, los mega emprendimientos inmobiliarios que desbordan en la ciudad no nos hacen pensar que hay pujanza y desarrollo? Espacios a los que podríamos acceder si tan solo consumiéramos más de ello. Pero con valores inalcanzables y cada vez menos metros cuadrados. Mudarse de la familia de origen, parece ser algo imposible para miles de jóvenes. Armar tu propia historia ¿Dónde? ¿Cuánto? Para la inmensa mayoría de las familias: trabajar como pueden, para pagar lo que se hace imposible de saldar. La vivienda como especulación de pocos.

Crecen los negocios inmobiliarios en CABA y la venta de terrenos con fines especulativos. La urbanización en el barrio Mugica. “La urbanización trucha,” como dicen en el barrio. “No tenés cloacas, luz, agua ni en las casas, ni en las escuelas.” Al compás de la aprobación en la legislatura porteña de proyectos que benefician a unos pocos, la ciudad “crece.” Lo último, la media sanción al convenio entre el GCBA y el grupo IRSA, el grupo inmobiliario más grande del país, para la construcción de un mega barrio privado en la costanera sur. Como “daño colateral”: la depredación de nuestros recursos y el hábitat.

La dificultad principal radicaría en pensar que aquello que sucede a minutos del microcentro, en el barrio Mugica, daría cuenta, también, de aquello que aqueja a miles en todo el territorio de la ciudad. Esto es, la problemática habitacional. En este sentido, las representaciones instituidas provienen, fundamentalmente, de los sectores del gobierno que dominan las políticas públicas. Estas representaciones se ponen en juego frente a conflictos como el de la toma Fuerza de Mujeres y su desalojo. Es, a través de estos mecanismos, que se divide a la población en pos de ubicar a quienes menos tienen como lo distinto. Los iguales serian aquellos que a través de los méritos propios, en libertad, lograrían acceder al consumo. De forma tal que la imaginaria promesa nos igualaría en una falsa expectativa hacia el crecimiento.

En este escenario irrumpen quienes se llaman a sí mismos “los libertarios”, con Milei a la cabeza, sosteniendo la defensa del consumo y el libre mercado, sin estado. Dando aparentemente respuesta, a un problema de miles. Solo que dicha respuesta es una encrucijada más. Sin salida. De fondo, un discurso pseudo anarcocapitalista, que busca generar réditos y ganancias a partir de las políticas públicas que benefician los negocios de unos pocos. ¿Contradicción? ¿Ficción? ¿Maquillaje? … ¿Verso?

Mientras tanto se emparentan las ideologías y proyectos: Larreta, Milei. Negocios inmobiliarios, especulación financiera, desregulación laboral e impositiva, endeudamiento, represión, desalojo, expulsión y descarte. “Tras el espejismo de la libertad se esconde el dominio neoliberal” como bien señala Han.

El después. La fuerza de lo colectivo

Cuando se juntan las mujeres que fueron desalojadas la bronca crece. Por los niños y niñas, por el maltrato y la violencia sufrida, por la falta de respuesta, por ser arrojadas a la calle, a los paradores, “a vivir de prestado” apretadxs en lo de un familiar, por haberlo perdido todo. “Cuando pasamos caminando por acá mis hijxs me dicen: mamá ¿Dónde está la casa nuestra? A mí se me parte el corazón”. “A mí, mi hijo me dice: mamá yo te voy a comprar una casa”. La angustia invade, en ese ratito que compartimos en la asamblea, donde nos acercamos a ofrecer ayuda y acompañamiento psicológico. Al preguntar cómo pasaron esa noche, la del desalojo, el silencio se apodera del grupo. La angustia enmudece, imposibilita el historizar. Algo allí recorre al grupo en tanto vivencia compartida. Futuro trabajo hacia la transformación en experiencia, singular y colectiva. Es decir, significar, otorgar un sentido al terror vivido. Pero aun esto no es posible.

Los traumas de origen psicosocial, como señalan Kordon y Edelman desde el campo de la lucha por los derechos humanos en nuestro país, dan cuenta de la irrupción en el psiquismo y en el entramado social, de elementos desligadores que dejan en la inermidad a quienes lo han sufrido. La imagen de las topadoras arrasando con todo, los gritos y llantos, la represión, inundan dejando en la falta de certeza absoluta, tanto en lo inmediato como en el futuro. En este sentido, la necesidad de reparación también es material y legal. Las mujeres con sus hijxs, no dejan de pensar en ello. Movimiento que dialectiza las condiciones materiales de existencia con la materialidad psíquica, en tanto singular y colectiva, que se debate entre representaciones provenientes de lo instituido y lo instituyente.

Los interrogantes se multiplican en base a una sola fuerza: la de las mujeres, por vivienda digna. Como mojones en el proceso de elaboración, la concentración que se realizó en estos días, en el Ministerio de educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, sede del gobierno de Larreta en el barrio. Esto permitió poner de relieve los actores y responsables de lo sucedido. A su vez, el masivo apoyo de vecinxs del barrio dio cuenta de la posibilidad de identificarse, en lo ajeno, con elementos propios respecto de la enorme necesidad de vivienda que recorre el barrio en su conjunto. Carteles que significaban lo sucedido en términos de “la vivienda es un derecho”, “Larreta golpea a mujeres y ninxs”, “vivienda si, especulación inmobiliaria no.” La fuerza de lo colectivo reparando el entramado social y permitiendo avanzar en los procesos de reparación subjetiva.

Sabemos que la lucha por el acceso a derechos es larga. Que los derechos de las mujeres y ninxs son vulnerados sistemáticamente. Pero también sabemos que la lucha por el acceso a una vivienda digna se emparenta con la enorme necesidad habitacional en toda nuestra ciudad. Vivimos momentos en los que, frente al arrasamiento de los derechos, crecen los movimientos colectivos tendientes a su restitución y ampliación. No sin luchar. No sin la fuerza de las mujeres. 

*Sofia Sosa. Lic. Psicología. Docente UBA. Coordinadora del Equipo de Profesionales en Emergencia.

(Se pueden consultar las entrevistas a vecinas y vecinos de la toma de tierras «Fuerza de Mujer» luego del desalojo del gobierno de Larreta. Radio Viral Comunitaria. Programa PA`QUE ME INVITAN.  https://www.youtube.com/watch?v=mVkR7FZVCoo&t=1355s)

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