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Argentina y China, 50 años de una relación asimétrica.

Foto de portada: https://nuso.org/articulo/argentina-y-china-los-actores-del-comercio-sojero-y-el-flujo-migratorio/

Por Germán Mangione

Cuando el imperialismo no recurre a la guerra, sino a medios relativamente moderados, medios políticos, económicos y culturales, para llevar adelante su opresión, la clase dominante del país semicolonial en cuestión capitula ante el imperialismo y forma con él una alianza para oprimir conjuntamente a las masas populares.

Mao Tse Tung, SOBRE LA CONTRADICCIÓN. Agosto de 1937

Febrero de 2022 será un mes en que las relaciones entre Argentina y China vuelvan a estar en boca de todos y todas, más allá de los círculos de poder y los claustros de estudio de las relaciones internacionales. Es que el 19 de febrero se cumplirán 50 años dela normalización de las relaciones diplomáticas y el reconocimiento de la República Popular China por parte de Argentina. Pero además se anuncia que el presidente Alberto Fernández viajará a Pekín  a concretar una serie de acuerdo con impulso de larga data y muy esperado por los inversionistas chinos y los sectores locales que ven en el gigante asiático un pulmotor ante la presión financiera de las potencias occidentales.

Sin embargo, estos nuevos acuerdos vuelven a poner sobre la mesa cuales son los beneficios de la relación para cada nación y si se ajusta a la realidad la caracterización de relación “sur-sur” o “win-win” que pregonan desde los centros de poder chino y repiten (muchas veces acríticamente) los estudiosos locales del tema.

En un mundo multipolar en el cual Estados Unidos sigue siendo la superpotencia militar, económica, política y financiera más agresiva, y con mayor peso en el mundo y en nuestra región, otras potencias disputan activamente su influencia.

En esa disputa China aparece como la potencia emergente de mayor crecimiento económico en los últimos años, que ha penetrado profundamente en África y América Latina.

Para afrontar esa disputa las potencias se asocian a los sectores de terratenientes y del empresario local que tiene sus negocios atados a las potencias extranjeras, y que funcionan de polea de tracción del saqueo y la dominación extranjera. Es por eso que cualquier análisis del movimiento de los capitales e inversiones chinas en el país debe estar enmarcado en la disputa de este naciente imperialismo con los que históricamente han dominado nuestro país.

La disputa por el control del mundo que China lleva adelante con Estados Unidos, enmascarada en una “guerra comercial” (pero que es mucho más profunda que un problema de compras y ventas) pesa enormemente sobre todas las acciones políticas y económicas que la potencia oriental lleva adelante en nuestra patria y en la región.

Sin esa perspectiva es imposible concebir algunas “concesiones” o manifestaciones del “soft power” chino en las relaciones de los últimos 20 años con Argentina y con todas las naciones oprimidas del mundo.

En algunos sectores, como el de los bienes intermedios (maquinarias y herramientas), es notable como China ha logrado desplazar a Estados Unidos como principal proveedor de la Argentina. Sectores estratégicos como la exploración espacial o los puertos agroexportadores son otros de los espacios que la RPCH se ha abierto camino en el pasado reciente.

Sin embargo, por envergadura e historia sigue siendo EEUU quien pesa decisivamente en el control de los resortes claves de la política y la economía argentina, así como en el mundo. Predomina cuantitativa y cualitativamente todavía en el país y posee una larga historia de relaciones e intereses en Argentina, lo que condiciona el avance chino.

El reciente acuerdo de Argentina con el Fondo Monetario Internacional, con el control decisivo de EEUU, que incluye revisiones trimestrales de la economía (y la política) del país es un claro ejemplo de estos condicionamientos que llevan décadas de desarrollo.

50 años de historia (asimétrica)

Desde el comienzo de la relación bilateral el aspecto comercial fue el hilo conductor de una relación que débil al comienzo, fue fortaleciendo un vínculo que se intensificó hasta hacerse central para nuestro país en los últimos 20 años.

El crecimiento de esos vínculos a través del tiempo impone una reflexión sobre el lugar que cada una fue ocupando en relación a los beneficios y necesidades que se fueron priorizando.

Como explica el investigador Eduardo Oviedo en su trabajo “Historia de las relaciones internacionales entre Argentina y China, 1945-2010” la relación entre ambos países pasó  “de una relación favorable a la Argentina respecto de la RPCH (y más aún de la República de China), a una situación de equilibrio en las décadas siguientes, donde el esquema de la “cooperación Sur-Sur” describió con acierto la relación de poder en gran parte del tiempo histórico. Pero la modernización de la RPCH condujo al incremento de sus capacidades de poder y revirtió la situación asimétrica, para mutar hacia el esquema de poder entre una gran potencia (China) y un país en desarrollo (Argentina), es decir, el “modelo Norte-Sur”.

Habría que agregar que paralelamente a la “modernización” en el campo técnico y económico,  la expansión china hacia la categoría de superpotencia, se dio la transformación política que significo la restauración capitalista tras la muerte de Mao Tse Tung y la llegada al poder de los sectores revisionistas y pro capitalistas del Partido Comunista Chino de la mano de Den Xiao Ping, en un recorrido que fue profundizando ese camino hasta nuestros días donde Xi Jimping es el máximo exponente de esa política de dos facetas, “comunista” en los papeles, capitalista en los hechos.

Sin cambiar de nombre ni de color aparente, impulsaron las reformas que transformaron a China en una nueva potencia mundial con su respectiva política imperialista hacía los países con los que estrechó relaciones con el objetivo de aprovisionarse de las materias primas necesarias para sostener su crecimiento.

Esta cuestión lejos de ser anecdótica o accesoria es central a la hora de pensar las asimetrías en las relaciones que la RPCH construyó desde su lugar de imperialismo en ascenso a partir de la década del 80, con países oprimidos como los de los continentes africano y latinoamericano, principales destinatarios de los esfuerzos por desarrollar un comercio fluido apuntado a la captación de materia prima indispensable para el desarrollo chino y de nuevos mercados para mercaderías e inversiones.  Relaciones internacionales diametralmente opuestas a las preconizadas y llevadas adelante durante la etapa socialista.

En la forma en que China se relaciona internacionalmente advertimos varios de los rasgos con los que Lenin caracterizo a la actual fase del capitalismo, el imperialismo:

  • 1) la concentración de la producción y del capital llegada hasta un grado tan elevado de desarrollo que ha creado los monopolios,  que desempeñan un papel decisivo en la vida económica;
  • 2) la fusión del capital bancario con el industrial y la creación, sobre la base de este “capital financiero”, de la oligarquía financiera;
  • 3) la exportación de capital, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia particular;
  • 4) la formación de asociaciones internacionales monopolistas de capitalistas, las cuales se reparten el mundo, y
  • 5) la terminación del reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes.

Salir afuera

En el año 2002, luego de una etapa en la que se privilegió y fomentó el consumo interno y el desarrollo industrial (a base de la superexplotaciones de millones de trabajadores para la producción de mercancías baratas), China lanza su estrategia de “Go Out” (salir afuera) dando impulso a la creación de gigantescos monopolios globales en todas las áreas de interés chino (alimentos, químicas, financieros, mineros, energía, transporte, etc)

A partir de esta nueva etapa de desarrollo capitalista chino la exportación de mercaderías fue cediendo lugar a la exportación de grandes masas de capital, con la creación de gigantescas corporaciones financieras, que a diferencia de los de las potencias occidentales, son estatales o controlados por el Estado Chino.

América Latina ha sido una gran receptora de los capitales financieros chinos, utilizados además para solventar en nuestros países la infraestructura necesaria para satisfacer la demanda china, y Argentina no ha sido la excepción.

En las últimas décadas, China ha exportado cantidades récord de capital al resto del mundo. Antes de 2005 casi no se registran prestamos chinos a América Latina, pero desde allí en adelante el Banco de Desarrollo de China (CDB), el Banco de Exportaciones e Importaciones de China (EIBC) y algunos otros otorgaron más de US$1,6 billones. Esta cifra equivale al 2% por ciento del PIB mundial y supera ampliamente los créditos brindados por el Banco Mundial y el BID (Banco Interamericano de desarrollo) históricos prestamistas de la región vinculados a las potencias occidentales.

Gallagher, Kevin P. y Margaret Myers (2021) «China-Latin America Finance Database», Washington: Inter-American Dialogue.‎

China disputa los mercados y ha perfeccionado sus políticas de préstamos y compra de deuda para interferir en los distintos territorios. Los préstamos y las inversiones están atados en la mayoría de los casos a la compra de insumos industriales chinos (caso Belgrano Cargas donde además de las locomotoras y vagones Argentina compró hasta los rieles y durmientes en China), o a condiciones de nuevas inversiones con “prestamos cruzados”.

Un buen ejemplo de la influencia política de esto se dio durante el gobierno de Mauricio Macri, quien si bien en un comienzo orientó su política hacia la alianzas con otras potencias, terminó acudiendo a pedir financiamiento al gigante chino ante la restricción externa, previa al préstamo del FMI que hoy condiciona a la Argentina.

En esa oportunidad y en el marco de la disputa con el kirchnerismo y sus grupos empresario afines, Macri viajó a China. En aquel momento el ex presidente tenía una política de enfriamiento del desarrollo de la construcción de las represas de Santa Cruz, llevadas adelante por el grupo Electroingeniería (afín al kirchnerismo) en sociedad con la China Ghezhouba. Pero al llegar a China las autoridades orientales fueron claras: si no se reactivaba la obra de gran interés para el estado chino no solo no habría nuevo financiamiento sino que se detendría el del Belgrano Cargas ya que los préstamos para ambas obras estaban “cruzados” y dependían uno del otro.

A su regreso al país y tras algunas audiencias formales para escuchar los argumentos ambientales que se oponen al desarrollo de la obra el gobierno volvió a darle impulso.

La historia que vuelve

Para una parte de la gran burguesía local que se desarrolla mirando hacia afuera y atenta a los intereses de las grandes potencias, el acercamiento con China representa una gran oportunidad de negocios, pero repitiendo el histórico patrón de dependencia que ha sumido al país en un crecimiento deformado que no termina de ser.

Como explicitaba con gran entusiasmo hace unos años el canciller de Néstor Kirchner, Rafael Bielsa, las inversiones  chinas son “algo parecido a lo que Gran Bretaña implementó en la Argentina a fines de siglo XIX y comienzos del XX con los ferrocarriles y los frigoríficos”

Algo similar repetiría unos años después el ex embajador Eduardo Sadous, miembro Consejero Argentino para las Relaciones Internacionales y director del Comité de Asuntos asiáticos desde 2011: “Tenemos que pensar en China como nuestra Gran Bretaña del siglo XXI”.

Sin embargo, esta política de acercamiento a países como el nuestro, que durante la pandemia incluyo ayuda sanitaria en lo que se denominó la “política de las mascarillas”, no entusiasma solo a aquellos sectores económicos que ven buenos negocios y un lugar que hoy otras potencias les vedan o disputan localmente, sino que también sectores políticos progresistas y de izquierda ponen la mirada en la potencia asiática como posible contrapeso político a la histórica influencia estadounidense en la región.

A la caza de materias primas para su desarrollo y mercado para su producción

Otra característica de la relación de China con el mundo periférico o “del sur” es el sostenimiento de la inundación de mercancías, lo que refuerza además la división internacional del trabajo, impidiendo el desarrollo soberano de los países dependientes y deformando nuestras economías.

Habría que agregar que no solo provoca el cierre o impide el desarrollo de ramas enteras de la producción por la llegada de sus mercancías sino que la superexplotación de los trabajadores chinos condiciona las relaciones de trabajo de los obreros en el resto de los países, al avanzar las políticas de flexibilización laboral, como una “necesidad” de las burguesías dominantes de compensar la gigantesca tasa de ganancia que obtenían en China.

El repaso de algunos casos concretos de inversiones y relaciones comerciales chinas en el país ayuda a desentrañar como, más allá de los discursos que ubican el ida y vuelta comercial en el marco de las relaciones sur-sur, se va construyendo un vínculo a medida de las necesidades chinas y truncando la posibilidad de un verdadero desarrollo soberano e independiente de nuestro país en áreas claves como la industria, los bienes intermedios o la infraestructura.

En la mayoría de los documentos oficiales chinos sobre las relaciones con América Latina, como los Documentos Blancos emitidos en 2008 y 2016, se impone la idea de una política exterior orientada al beneficio mutuo (o win-win), a la cooperación sur-sur y a una complementariedad armoniosa, ideas que por otro lado son muchas veces absorbidas acríticamente como verdades indiscutibles por los interlocutores locales.

Sin embargo y entendiendo que, como el resto de los estados, China parte de sus necesidades a la hora de entablar relaciones con otros países, es muy importante poder analizar las relaciones reales, en casos de intercambios reales entre nuestros países y el gigante asiático.

Casos que, por otro lado, no se encuentran en el ámbito de las proyecciones, sino que llevan ya varias décadas de desarrollo permitiéndonos hacer algunos balances parciales de sus resultados acercándonos bastante a la esencia de esas relaciones.

Relación que tiene al comprador como el actor más poderoso y que a medida que avanza y se concentra como tal ejerce más poder comercial y político. Como corroboró al inicio de su relación el gobierno de Néstor Kirchner cuando intento cuestionar el dumping (cuando un producto se exporta a un precio inferior al que se vende en el mercado interno del país de origen, en el caso de China la mejora de los precios se da a través de subsidios estatales) a algunos productos que ingresaban a la argentina provenientes desde la RPCH y a cambio recibió “el apriete chino” en forma de devolución de dos buques con aceite de soja argentinos con alguna excusa sanitaria. No se volvió a hablar del tema”

Desde que  en 2004 Argentina firmó el acuerdo de “Alianza Estratégica” con China, elevado a “Alianza Estratégica Integral” en 2014 cuando el presidente chino Xi Jinping visitó oficialmente Buenos Aires, las inversiones asiáticas crecieron remachando la dependencia y el modelo productivo actual.

China se consolidó en los últimos años como principal socio comercial de la Argentina, representando 11,3 por ciento de las exportaciones y 21,9 por ciento de las importaciones totales del país (julio 2020) según informó el Instituto de Estrategia Internacional (IEI) de la Cámara de Exportadores de la República Argentina (CERA).

El gigante asiático va desplazando incluso a Brasil, principal socio comercial histórico de Argentina, impulsando la competencia intramercosur.

La estatal china COFCO fue creciendo como un jugador en la exportación de cereales y oleagionas hasta transformarse en el mayor exportador en el país de granos de soja, desplazando a la estodunidense Cargill quien históricamente encabezaba el podio. En el camino adquirió la infraestructura necesaria con el puerto de Noble y la compra de Nidera.

Con esta última compra de la empresa holandesa accedió a toda la cadenas de producción (semillas, investigación biotecnológica, agroquímicos, etc) desarrollada hace años en el país. Y con la compra de Syngenta, también con presencia en el país, por parte del gigante estatal ChemChina se aseguró el primer lugar en el mundo de la producción de agroquímicos.

El circulo completo de toda la cadena de producción que se complementa con las inversiones en infraestructura (Belgrano Cargas, Hidrovia, Paso Bioceanico) que intentan abaratar la salida de la producción hacia China.

Pero Argentina y nuestra hidrovia no solo es una puerta de salida para las materias primas rumbo a China sino que como explica Luciano Orellano en su libro “Argentina Sangra por las Barrancas del Río Paraná” también es un “embudo inverso” por donde nos inundan de mercaderías que hechas en las fábricas chinas no son otra cosa que horas de trabajo que no se realizan en Argentina.

Presentación de PowerPoint (inversionycomercio.org.ar)

Las importaciones argentinas de bienes de la República Popular China han aumentado rápidamente, desde poco más de U$S 1.000 millones, a principios de la década pasada, hasta un promedio anual de U$S 10.000 millones en 2011-2012, siendo desde el 2011 el segundo principal origen de las importaciones de nuestro país. El 83,2% son importaciones de bienes de capital y sus piezas y accesorios y bienes intermedios.

Entre los productos más importados desde China se encuentran automóviles, maquinaria pesada y ligera, motores, piezas electrónicas, indumentaria, calzado, productos de computación e informática, partes eléctricas y juguetes; recientemente, debido a la pandemia, aumentó la demanda de accesorios médicos como tapabocas, guantes de látex, entre otros. El total es un aproximado de 5000 productos.

En contrapartida desde Argentina se exportan alrededor de 500 tipos de productos, comenzando por la soja en diferentes presentaciones. Solo los porotos de soja representan un 66% de las exportaciones del país, le sigue el aceite de soja, y en tercer lugar la carne bovina.

El resultado de este intercambio es una balanza comercial que es deficitaria para Argentina desde 2008 y un reforzamiento del lugar de proveedor agrícola para nuestro país que traba el desarrollo en otras áreas como la industria.

Los socios locales

El rol que las grandes potencias imperiales (entre ellas China) asignan históricamente a nuestro país como proveedor de materia prima principalmente agrícola, pero también energética y minera, ha permitido que la relación sobrepase los aspectos partidarios y sectoriales para transformarse en una “política de Estado” impulsada principalmente por los sectores terratenientes y del empresariado local beneficiado por la misma, y llevada a cabo por las más diversas dirigencias políticas de extracciones a veces “opuestas” como es el caso del kirchnerismo y el macrismo. 

Estos sectores encuentran un punto central de coincidencia en impulsar la adaptación de la economía Argentina a la complementación con las necesidades de China. Esto también explica la buena sintonía de los sectores de la gran propiedad de la tierra y de las burguesías exportadoras con el acercamiento a la potencia asiática.

Las instituciones que las representan como la Bolsa de Comercio de Rosario o el Concejo Agroindustrial Argentino son encargados de fomentar y estrechar esas relaciones, sin dejar de impulsar las históricas relaciones de dependencia con potencias como EEUU.

Gustavo Idigoras, representante de las agroexportadoras y uno de los voceros del CAA expresaba hace un tiempo que “es necesario tejer alianza con China, se sabe que no es fácil venderles. Una negociación puede demorarse 5 años, porque las normas son cambiantes y no hay tanta previsibilidad, con lo cual los beneficios son a largo plazo. Vale la pena el esfuerzo de transitar ese camino para tener socios estratégicos en China. Actualmente, las relaciones económico políticas bilaterales entre ambos países, si bien a nivel industrial no son buenas, a nivel agrícola son espectaculares, con gran cantidad de misiones comerciales agroindustriales recíprocas entre ambos países que quintuplican las misiones de Europa y Estados Unidos que han llegado al país en los últimos años”  Argentina y China, una alianza natural – (uba.ar)

Fue la Bolsa de Comercio de Rosario (donde anualmente se realiza el China Day para fomentar la relación) allá por marzo del 2019 la anfitriona del viceprimer ministro de China Hu Chunhua quien mantuvo allí un encuentro con el secretario de Agroindustria del macrismo Luis Miguel Etchevehere, el gobernador Miguel Lifschitz y autoridades de la Bolsa donde se anticipó el creciente interés de una empresa asiática que presentarse a la licitación en 2021 del dragado y balizamiento de la hidrovía Paraná-Paraguay, una de las discusiones centrales de la soberanía por estos días.

El rastro de las continuidades, o de la alianza con China como “política de estado” puede encontrarse en políticas públicas vinculadas a los sectores exportadores, como el desarrollo de la infraestructura ferroviaria al servicio de la agro exportación con el Belgrano Cargas o los proyectos de pasos bioceánicos para abaratar los fletes con una salida por el pacífico, en el impulso al desarrollo de la sojización a cualquier costo para abastecer la necesidad China o en inversiones (que más allá de la discusión de que grupo local de burguesía intermediaria fuese el más beneficiado) continuaron en todos los gobiernos, como el caso de las represas de Santa Cruz.

Y en Santa Fe se mantuvieron después con la salida de Miguel Liftchitz y el cambio de signo del gobierno provincial. Algo que era de esperarse con la asunción del actual gobernador Omar Perotti, quien durante su gestión como diputado nacional tuvo la presidencia del Grupo Parlamentario de Amistad con la República Popular China

¿alianza para el desarrollo o salvavidas de plomo?

El otro lado de la supuesta complementariedad, o relación sur-sur, pregonada por las fuentes oficiales chinas y repetida por obnubilados referentes sociales y políticos locales de las más variadas procedencias ideológicas, ha sido el avance de  las grandes empresas estatales y privadas chinas, que en mayor o menor medida han tomado posesión de algunas de las palancas claves de nuestra economía y han avanzado en su influencia en los círculos de poder y decisión política local, influyendo directamente sobre la orientación del modelo productivo local y las definiciones de políticas públicas. Dejando a Argentina en el lugar de lo que de define comúnmente como un país dependiente.

En estos días con el viaje del presidente Alberto Fernández a China, y la posible firma por parte de nuestro país del mega plan mundial de obras de infraestructura y transporte impulsado por China bajo el nombre de “La Ruta de la Seda”, seguramente se reabrirá el debate sobre qué tipo de relación tenemos con la potencia mundial y quizás (ojalá) también comience a discutirse qué tipo de relación necesitamos y queremos para que nuestro país pueda desarrollarse autónomamente.

Más allá de los discursos y las formas, es fundamental poder analizar en concreto las relaciones comerciales y políticas que  en los últimos 50 años han desarrollado ambas naciones, para poder pensar en el futuro.

La reprimarización de las exportaciones, la degradación ambiental relacionada con el sector extractivo, la competencia intraindustrial con productos manufacturados importados, la competencia entre los precios para el mercado interno y la exportación que impulsan la inflación (caso de la carne), se presentan como las consecuencias de un vínculo que reedita viejas relaciones de dependencia que América ya conoce y ha sufrido a lo largo de su historia.

La vieja relación norte-sur parece querer reeditarse bajo el signo de oriente-occidente. La reedición de lo que Horacio Ciafardini denominaba “complementariedad subordinada”, que no es otra cosa que la relación económica entre naciones basada en la super especialización productiva de los países dependientes en bienes primarios y la de los países desarrollados en bienes industriales.

Algo que los socios locales del saqueo justifican bajo la idea de las “ventajas comparativas” de nuestro país para este tipo de rol, enfoque utilizado también para la alianza histórica con otras potencias como Inglaterra y que oculta la traba y el atraso que implica en lo concreto para nuestro desarrollo pleno como nación independiente.

A esto habría que agregarle que paralelamente a la profundización de estas relaciones y el rol que nos asignan como proveedor de materia primas China impulsa internamente una política que dependa cada vez menos del mercado externo, por razones principalmente geopolíticas (Estados Unidos es hoy uno de sus principales proveedores), lo que hace tambalear a la economía Argentina atada a la especialización agrícola.

El ministro de Agricultura chino, Tang Renjian, anunció este mes que subirá 40% su producción mundial de soja en los próximos cuatro años, pasando de los 16,4 millones a los 23 millones en 2025, con el fin de lograr la autosuficiencia en materia de granos.

A la luz de los hechos, y analizando el desarrollo de las relaciones entre ambas naciones en estos 50 años (pero sobre todo en los últimos 20), es muy difícil pensar que no es la misma dependencia que Argentina sufre con las potencias que históricamente oprimen el país como Inglaterra o Estados Unidos, pero con nuevo socio y mejores modales.

*Editor de Lanzallamas y director del Observatorio de Actividad de los Capitales Chinos en Argentina y América Latina.

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