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WhatsApp y aceleración de la vida cotidiana

A propósito de la nueva funcionalidad para “acortar” el tiempo de los audios de WhatsApp, reflexiones sobre el posible impacto subjetivo y comunicacional.

Notas sobre la aceleración en la vida cotidiana y el desarrollo tecnológico.

*Por Nahuel Baresi


La “novedad” técnica funcional que WhatsApp ha largado recientemente sobre su plataforma, ha generado reacciones dispares en todos nosotros, que conviven con otras impresiones y sensaciones que hemos compartido estos días con nuestras relaciones vinculares cercanas. Como suele suceder, en el mismo grupo de pertenencia existen semejanzas y diferencias en cuanto a la percepción que hemos tenido de este fenómeno que se nos presenta como natural, universal y eterno.

Partimos de entender su inscripción en el orden social actual, su sentido y direccionalidad. A menudo desconocemos la forma de movimiento de la tecnología, sus leyes de desarrollo y su implementación en nuestra vida cotidiana: simplemente nos enteramos que la aplicación hizo determinada actualización, como lo es ahora WhatsApp. En tanto, dichas tendencias nos son negadas, y la estructura económica en la que está inmerso ese desarrollo es a menudo ocultada; en consecuencia también lo están los intereses objetivos que la hacen posible. La división social del trabajo y los discursos adaptacionistas dificultan y tienen como sentido impedir la posibilidad de conocer en profundidad la cadena de producción planetaria. Se nos está velado, al menos parcialmente, este proceso en su conjunto y en su total complejidad. Aparecen, entonces, estas herramientas como “lo dado”, y en las sociedades toma forma la  representación social vehiculizada por el pensamiento mágico y alentada por los tecnólogos de moda, llegando a imponerse, por ejemplo, la fantasía que la inteligencia puede estar generada artificialmente por fuera de los sujetos que materialmente la producen.

Es pertinente preguntarnos: ¿qué es lo que incentiva el constante desarrollo de estas APPS y la tecnología? En términos estrictos, esta nueva funcionalidad de WhatsApp no ha hecho más que explicitar una tendencia a la búsqueda de una supuesta “eficacia” de la que se hace eco el discurso hegemónico actual. Eficacia falsa, pero necesaria como horizonte ‘en la tarea de producir’, que recibe su jerarquía social plena como categoría en cuanto está inscripta en el sistema productivo capitalista en crisis, ya que necesita contrarrestar la ley decreciente en la tasa de ganancia incorporando una mayor aceleración de la circulación mercantil. Tendencia que se viene expresando en la apariencia diaria, que se nos enfrenta a veces imperceptible, pero que determina aspectos fundantes de nuestra comunicación en la vida social y familiar. Esta aceleración se reproduce como una ‘urgencia imperativa’ en el ámbito de la vida cotidiana, ámbito donde casualmente se implementa en mayor medida la (mal llamada) Inteligencia Artificial y estos nuevos desarrollos tecnológicos.

En la misma herramienta de WhatsApp podemos ver graficado con exactitud un mecanismo previo que se desplaza en las relaciones sociales y vinculares: se intensifica la idea del panóptico, ahora el otro es quien me controla con una precisión milimétrica (actualización de último horario de conexión y posibilidad de verificación de vista o escucha). Esto es coherente de acuerdo a la forma en que se organiza el trabajo en la sociedad actual y se internaliza al otro dominante en el proceso de alienación. No es ninguna novedad que con el uso constante de las APPS de mensajería desaparece diametralmente el espacio para lo íntimo y el ocio. Se busca un “otro siempre presente”que toma forma luego en el Mundo Interno de manera persecutoria internalizado, intentando una adhesión total acrítica del sujeto a la tarea de intensificar la productividad a todo costo para lograr una mayor ganancia ajena.

Cuando abordamos la problemática del desarrollo tecnológico específicamente en relación a los vínculos, la salud mental y las relaciones sociales debemos dejar de lado las categorías dicotómicas y dilemáticas“bueno/malo”. Propongo a partir de aquí delinear algunos primeros posibles efectos subjetivos de estos instrumentos, teniendo en cuenta que el proceso mismo está en desarrollo y es contradictorio, no antagónico. Esto consiste en que resultan instrumentos nocivos para nuestra comunicación al mismo tiempo que la fomentan y la desarrollan. Comprendidos dialécticamente, esta función es en apariencia solo un instrumento técnico de comunicación que permite ahorrarnos tiempo. Pero junto a esta caracterización se manifiesta un aspecto a la par, indisoluble, que es determinante en dichas herramientas, ya que no se limitan a su mero valor instrumental: pues condiciona objetivamente cada vez más la estructura vincular y el lugar que ocupa el otro constituyente y fundante en nuestro psiquismo; modificando consecuentemente nuestra percepción de ese sostén, generando disposiciones asimétricas en la posibilidad de aprehender la realidad con otros y por ende también incidiendo en nuestro proceso de salud-enfermedad.

Si se acepta acríticamente estos desarrollos sin reflexión y sin continencia, se visualiza una sensación mayor de aumento en la aceleración del ritmo de vida, se produce una re significación radical del tiempo y la espera. Esta aceleración parecería estar dada por acontecimientos extraños a la voluntad de quien los vivencia y se evidencia en una forma disruptiva: el presente es continúo y paralizante para quienes deben hacer las actividades virtualizadas, escuchar los WhatsApp acelerados es un combo que puede derivar en estados de cansancio y confusionales agudos, propios de realizar diferentes tareas en el mismo espacio y sin tiempos claramente delimitados. Lo que comúnmente se resolvía en una relación bi-corporal ahora queda comprimido en un mismo escenario diminuto con múltiples relaciones irresueltas. La velocidad se hace carne en nuestra vida cotidiana y el vínculo -lo intrínsecamente humano- se vuelve un intercambio a resolver más parecido a una transacción veloz que un momento de encuentro y reflexión de superación.

También se evidencia constantemente que el uso de esta funcionalidad técnica (y otras) produce un descenso del umbral en la tolerancia a la frustración en relación a los tiempos del otro, y variaciones en la atención, en detrimento de la calidad del contenido del mensaje; esto es acompañado a una tendencia de abreviación del vocabulario, donde la necesidad de resolver la conducta y ser decodificado por el otro se supone erróneamente reemplazable por un audio acelerado para acortar el espacio temporal que ocupa en la mismidad; aparece objetivamente anulado además la posibilidad de un lenguaje no verbal y corporal para decodificar al otro. Es deficitario entonces la posibilidad de escuchar el tono de voz que marca angustia o alegría, los silencios que son marca insignia de la identidad particular de cada sujeto.

El proceso de resignificación que ha vivido la subjetividad en el intento forzoso para que pasemos de ser de sujetos a “usuarios”, es una forma en que la ideología dominante actual busca seriar al sujeto. Es importante que visualicemos -sobre todo quienes trabajamos en el ámbito de la salud mental- que este intento no es total ni determinista, pero se evidencia en el establecimiento parcial de rasgos deficitarios y frágiles constitutivos del yo, especialmente en una parte de la juventud que somos hijos/as generacionales de estas herramientas.

*Nahuel Baresi: Presidente de la Asociación de Profesionales de la Psicología Social Argentina.

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