En el medio de una América Latina encendida de rebeliones populares y un brutal avance de la segunda ola del coronavirus que está dejando el doble de muertos que en 2020, la Conmebol se niega a suspender la Copa América. El show debe continuar, a toda costa, para no perder los millones que deja el espectáculo futbolístico. En el medio, Bolsonaro se apresta a aprovechar el momento para un reelección, mientras la “tercera ola” les sopla en la oreja.
Por Facundo Arzamendia*
No es la primera vez en la historia que un evento deportivo entra en debate por una pandemia o por intereses económicos. En 1918 Brasil era el responsable de organizar el “Campeonato Sudamericano” (Lo que es la Copa América de hoy) pero el impacto de la gripe española -que provocó 50 millones de muertes en todo el mundo y unas 30 mil muertes en Brasil- generó que se suspendiera aquella competencia.
Sin irnos más lejos, la primera ola de la actual pandemia obligó a suspender los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Desde el COI (Comité Olímpico Internacional) plantearon suspenderlo hasta julio 2021 con la esperanza de que la pandemia hubiera sido controlada para aquel entonces. El negocio del deporte no se puede dar el lujo de suspender sus actividades eternamente. A pesar del rechazo de expertos de salud y de más del 80% de la población, nadie duda de que los juegos olímpicos se llevarán a cabo.
Mientras, en India fue un medio de comunicación el que frenó el cricket. En el país asiático, la Liga profesional de Cricket mueve más de 6.000 millones de dólares. El campeonato se jugó como si nada mientras en el país había 3.600 muertes y 380.000 contagios diarios. Fue recién cuando el “New Indian Expres” definió suspender la cobertura que se planteó darle un freno al torneo.
Cuando comenzaron las manifestaciones en Colombia, hace ya más de un mes, una de las consignas entre los manifestantes era la de suspender la organización de la Copa América y utilizar ese dinero para paliar la crisis económica que atraviesa el país. La Conmebol (Confederación Sudamericana de Fútbol) se vio obligada a tomar cartas en el asunto luego de que las manifestaciones en las calles se hicieron escuchar en partidos de la Copa Libertadores, torneo de clubes que organizado la misma institución.
Hace unos días, el portal “Carta Maior” publicó que la Conmebol “canceló primero en Colombia por colapso político y luego en Argentina por colapso sanitario” para llevar la Copa América a Brasil, “donde hay colapso político y sanitario”.
La Confederación sudamericana elije a Brasil como organizador del certamen bajo el argumento de que contaba con la infraestructura por haber sido el organizador en el 2019. Los locales se quedaron con el título continental y en la foto de la celebración se pudo ver a Jair Bolsonaro levantar el trofeo junto a los jugadores. En aquel entonces se presentaron denuncias ya que se lo consideró una «injerencia» política, acto que la FIFA prohíbe. Algo similar ocurrió en el 2002, cuando Olimpia de Paraguay ganó la Copa Libertadores y su presidente, Osvaldo Domínguez Dibb, peleó en el palco para besar el trofeo. La Conmebol lo multó a Domínguez Dibb con 50.000 dólares mientras que a Bolsonaro lo premió con la organización del mismo certamen, dos años después.
El presidente de la Conmebol, Alejandro Domínguez se pasea orgulloso balanceando que el protocolo anticovid funciona con un 99% de efectividad y que la confederación consiguió vacunas para inocular a los jugadores y cuerpo técnico, pero nada dice de los trabajadores que quedan en el camino. No hubo ni una mención a Gustavo Insúa, chofer de River, fallecido por Covid que se contagió de jugadores “millonarios” a los que la Conmebol obligó a jugar en Colombia a pesar de que en las calles las protestas sociales eran sangrientamente reprimidas por la policía y se rompía el protocolo antipandemia. Los jugadores se contagian y el show debe continuar. Comunicadores venden como “proeza” que un jugador de campo juegue como arquero porque sus colegas están enfermos y no pueden ser de la partida. Al jugador contagiado le buscan reemplazo inmediato. Hay que seguir jugando como sea. ¿Qué hacemos con los Gustavo Insúa que quedan en el camino?
La Copa de la Muerte
Brasil ha superado los 460.000 muertos y los 16,5 millones de infectados de Covid. Se han detectado variantes de las cepas brasileña e india, tiene retrasos en la vacunación y una subida de la ocupación en los hospitales. Los expertos prevén la inminencia de una tercera ola aún más mortífera que las anteriores ¿En estas condiciones se anuncia a Brasil como organizador?
¿Cómo no hacerlo si la Conmebol, según dijo el año pasado el presidente Alejandro Domínguez, espera que la Copa América le deje un ingreso que supere los 200 millones de dólares?
Mientras tanto Bolsonaro, un negacionista de la pandemia, celebra la decisión de ser anfitrión. “La cortina de humo es hacer un evento absolutamente inoportuno en un momento en que el Gobierno está acorralado. Bolsonaro está en campaña electoral y jugará con todo lo que tiene para mantener su popularidad. Es natural que utilice políticamente el deporte más popular del país” señala el historiador Flavio de Campos. Bolsonaro mueve sus fichas mientras que recientes sondeos ubican al expresidente Lula por delante en una posible segunda vuelta para las elecciones del 2022.
Muchas de las críticas a la realización de la Copa América en Brasil vienen por parte de periodistas del grupo Globo. Esto se debe a que Globo era dueña de las trasmisiones de los torneos, pero con la llegada de Bolsonaro esos derechos pasaron a manos de SBT, cadena amiga del popular magnate Silvio Santos (se sumó Disney-Brasil). Bolsonaro se preguntó de manera irónica por cadena nacional por qué tanta indignación si en Brasil, que tiene estadios modernos tras el Mundial 2014, son jugados sin protestas campeonatos locales, Sudamericana y Libertadores. Lo que se protesta es el poder simbólico, la excepcionalidad del fútbol, la burla en medio de casi medio millón de muertos y el anuncio de una tercera ola que estallaría en pleno torneo.
Pero en los últimos días se abrió un frente que ni el mismo Bolsonaro tenía pensado: los jugadores de la selección de Brasil se niegan a jugar. Tenían la impresión de que el certamen seria cancelado debido a la pandemia y pidieron una reunión con Tite (el técnico del seleccionado brasilero) y Rogelio Caboclo (Presidente de la Confederación Brasilera de Futbol)
La reunión fue tan fuerte que Caboclo prohibió a Casemiro, capitán del seleccionado, ir a una conferencia de prensa a exponer su postura lo que agravó la situación. Durante algunas horas se analizaba la posibilidad de que jugadores de otros seleccionados se solidarizaran. Técnicos y dirigentes tomaron nota al respecto. Desde AFA se publicó en redes que “tal como lo refleja nuestro espíritu deportivo” la selección participara de la Copa América en Brasil.
Aunque la revuelta de los jugadores cariocas no terminó desde el Gobierno brasilero buscan tomar cartas en el asunto. Es por eso que el coronel Antônio Carlos Nunes de Lima, dirigente en la dictadura brasileña, remplazara a Rogério Caboclo por 30 días, en la presidencia de la Confederación Brasileña de Fútbol. El ex militar, presidio la CBF entre 2017 y 2019. Caboclo se convirtió en el primer fusible en saltar, pero nadie asegura que sea el ultimo si los jugadores se mantienen firme en su postura de no jugar. Muy lejos quedo aquella declaración de Dani Alves tras celebrar la Copa América 2019: “Ojalá podamos volver a festejar más títulos con él”.
*Facundo Arzamendia es Licenciado en Comunicación Social (Universidad Nacional de Córdoba) y Periodista.