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Un massazo a la peluca

*Por Matías Rodríguez Gianneo

“De lo que tengo miedo es de tu miedo”

William Shakespeare

El odio y el hartazgo le dio el primer round a Milei, el miedo le dio el segundo a Massa, ¿será la ilusión la que le dé al candidato oficialista el tercer y último round? El escenario está abierto serán semanas de alta tensión política y económica.

Múltiples factores explican la sorpresiva remontada de Unión por la Patria el 22 de octubre. Se recuperaron más de 3,2 millones de votos. El factor económico jugó un papel clave en la derrota de las PASO y también fue clave en la remontada de las Generales. Operó también con fuerza un debate ideológico-cultural. Se recupera la ilusión y esta puede transformarse en una fuerza material movilizadora, pero debe primar la cautela y una lectura correcta del mensaje de la población.

El gobierno, con su Ministro de Economía devenido en presidente en funciones, empezó a gobernar. Se tomaron medidas como la modificación progresiva (casi eliminación) del impuesto al salario (“ganancias”), el compre sin IVA, bonos, créditos, exenciones impositivas a las economías regionales, etc. Casi 31 billones de pesos a la calle en semanas. Pero el factor económico se proyectó hacia el futuro cuando Javier Milei con Diego Sehinkman, en el canal TN, afirmó “que estalle la economía”, prometía a viva voz que su ajuste sería superior al propuesto por el FMI. Cuando esa amenaza empezó a correr, fue la mejor campaña para Unión por la Patria. Es la “derecha o los derechos” planteaba Axel Kicillof, uno de los grandes ganadores de las elecciones, y palanca clave de la remontada, tal vez, quien mejor vio que se debía “componer una nueva canción”, en relación a la gestión pública y la agenda de derechos.

La campaña de Unión por la Patria contó con dos afluentes: en primer lugar, recuperó la iniciativa, con medidas constantes y una campaña ajustada y profesionalizada. En segundo lugar, las propias declaraciones de Milei y sus referentes.

En primer lugar, antes de las PASO la estrategia había sido la no campaña. En las generales se desplegó desde arriba, un nuevo liderazgo, Massa se jugaba todo. Desde abajo también fue una campaña muy fuerte, desde sindicatos y movimientos sociales, iglesias y comunidades religiosas, movimiento de mujeres y diversidad, y también una parte del empresariado que veía en Massa mayores certidumbres. Alberto y Cristina se corrieron inteligentemente, el primero para que no le facturen la pésima gestión de estos años, la segunda para romper la dicotomía kirchnerismo/antikirchnerismo, la grieta que le dio forma a la política en las ultimas décadas. Massa rompe esta dicotomía y se presenta, ahora sí, como liderazgo con voz propia.

Fue clave también el apoyo internacional, los 6.500 millones del swap de China le dieron espalda transitoria en la constante amenaza de los “mercados”. También, la entrevista del Papa Francisco en Télam y el apoyo de líderes regionales como Lula, López Obrador, Mujica, entre otros.

En segundo lugar, el crecimiento de LLA dividió a la oposición y el propio Milei y sus referentes se encargaron de aterrar al electorado: desde la propuesta de ajustar 5 puntos del PBI, a negar el número de desaparecidos y su candidata a vice reivindicando el Terrorismo de Estado, desde la venta de órganos, armas o niños a la renuncia a la paternidad, quita de subsidios, la negación del cambio climático, los insultos al Papa y el antifeminismo ultraconservador, sus declaraciones contra los plazos fijos y nuestra moneda como “excremento”, su acercamiento a Barrionuevo, la privatización de todo lo público, entre otras tantas, empezaron a generar un clima de preocupación. La preocupación se transformó en miedo y volcó a quienes no habían participado en las primarias masivamente a dar un mensaje de cordura. La disyuntiva empezó a ser cordura versus locura.

Leones y patitos alineados

El voto a Milei se mantuvo, apenas creció 530 mil votos. Pero simbólicamente salió derrotado, su imagen quedó herida. El porcentaje de participación de las PASO, 70,4% creció en las generales a 77,6%. Luego de sacar menos del 30%, cambió su estrategia a “frente antikirchnerista”, esto se vio en el discurso, no se sabía si era Milei o Bullrich quien hablaba. Aquello que le había dado éxito, su blanco en la “casta política”, hoy es su principal traba. Tantos enemigos, lo han dejado solo. La desesperación lo puede dejar sin credibilidad. Su llamado a Bullrich para el Ministerio de Seguridad, luego de acusarla de “poner bombas en los jardines” o al Frente de Izquierda, otrora enemigos de la propiedad privada, para ser parte de su gobierno, son gritos abatidos, un paso de comedia que subestima al electorado.   

No tiene margen de alianza más que Mauricio Macri, que había sostenido que tenía “dos candidatos”, pareciera que Macri empieza a armar su nueva fuerza, ya no con el radicalismo sino con los libertarios. Un frente sin centro. Una coalición de derecha.

La derecha sumada entre los votos de Milei y Bullrich hizo la mejor elección de los 40 años de democracia, obteniendo más del 52% de los votos. Y hay una parte de la sociedad que ratificó sus ganas de cambiar hacia lo desconocido, bajo la falsa idea de que “peor no se puede estar”, siempre se puede estar peor. Un salto al vacío atraído por el “rupturismo” ofrecido por la ultraderecha. El problema es que lo que quieren romper es lo que hay cuidar, son las conquistas que hacen de nuestro país algo para valorar: la universidad pública, la ciencia, la soberanía monetaria, la política de Derechos Humanos, los avances en materia de género, la justicia social. Lo que habría que romper es lo que la ultraderecha defiende.

La alegría del domingo 22 de octubre, debe traducirse en fuerza para encarar un ballotage con Milei que no está definido, acaba de recibir el apoyo de Patricia Bullrich, que tras debatirlo con Mauricio Macri, afirmó que “con Milei nos perdonamos mutuamente”. Leones y patitos alineados.

Desde Larreta al radicalismo y la Coalición Cívica de Eliza Carrio, se diferenciaron y no darán su apoyo a Milei. Cruje Juntos por el Cambio.

En el FIT se debate internamente si “voto en blanco” o “votar contra Milei”, hay distintas voces, lo principal es que Myrian Bregman adelantó que “no son lo mismo”, pero no está clara todavía la posición.  

Pareciera que, a pesar de la piña, Milei dará pelea hasta el 19 de noviembre, en una campaña que no descarta operaciones, embajadas activas o golpes de mercado.

Síntoma de una materialidad que nos rodea

Es sustancial no perder la visión estratégica del problema, Milei es un síntoma de la materialidad que nos rodea. Es producto de la creciente desigualdad económica, de la precarización de la vida (principalmente de la juventud) y de una democracia cada vez más formal donde el poder económico tiene más poder que la política. La desconfianza es una sensación cada más extendida, la posverdad avanzó como avanzó el Smartphone en la mano de cada individuo y sumidos en la confusión, la desorientación impide entender este presente incierto.  

Capitalismo y democracia han entrado en tensión, el ilegitimo préstamo del FMI, durante el macrismo dolarizó de hecho enormes esferas del entramado social, y actúa como una succión de trabajo y drenaje de las rentas impidiendo el crecimiento nacional, imposibilitando la retención del excedente que pueda transformar soberanamente nuestra estructura económico-social. Pero es un fenómeno global, con mayor fuerza en occidente, la crisis del capitalismo (2008-pandemia) es luego crisis de la democracia.

El avance del capitalismo financiero en la vida y la inflación, son una mixtura de alta combustión, hace que todos y cada uno tengan que hacer malabares para no perder lo que tienen. Ahí aparece en los últimos años, la digitalización del ahorro y la inversión desde las apps, como parte de una tendencia a universalizar los servicios financieros, con la contracara de la extracción de datos personales. Proceso que redefine la vida de las personas en torno al cálculo y la inversión, y por ende a la inestabilidad, el estrés y la ansiedad en la alienación de no manejar las variables que definen el futuro, le suma fichas a esta nueva “era de la incertidumbre”.

El avance del capitalismo financiero, tenía que tener su expresión política, y Milei vino a ocupar ese espacio. El cambio de la estructura económico-social tiene su correlato en la política. Ha cambiado la composición social, los 40 años de democracia quedaron marcados a fuego por la Dictadura, sus huellas han sido duraderas: endeudamiento, pobreza estructural y reducción del aparato productivo y achicamiento relativo de la clase obrera.  

Contra la justicia social

Lo que opera es el advenimiento de una nueva suerte de individualismo contemporáneo, que se basa en un rechazo a la “justicia social”, por considerarla, paradójicamente injusta, el “antiigualitarismo”. Calificada por el líder “libertario” como una “aberración”, materializada en su propuesta de derogar el artículo 14 bis de la Constitución. Desde su concepción, la “justicia social” impide a quienes creen ser merecedores de ciertos privilegios y éxitos poder lograrlo, y les da a quienes no tienen ningún mérito beneficios. La frase de Milei de “no vine a guiar corderos, sino a despertar leones” emerge de esa concepción: la ley de la selva, la ley del mercado que lo regula todo, el hombre lobo del hombre, sin contratos sociales ni Estado que regulé las desigualdades. El mercado igualaría en la competencia, los méritos serían la medida suficiente para el éxito o el fracaso, una sociedad de ganadores y perdedores. Una afirmación sobradamente demostrada como errónea. Que se inscribe, además en una historicidad, fundada en la tradición de Martínez de Hoz o Cavallo, con el norte de cerrar un ciclo histórico y volver a una Argentina de “100 años atrás”, básicamente un país sin derechos laborales, sin industria nacional ni Estado de Bienestar y con las elites económicas vinculadas a los pulpos financieros, como Black-Rock, manejando los destinos comunes.

Inflación, lucha de clases y soberanía

La inflación se plantea a coro, solo como un problema monetario, la emisión. Por lo tanto, la solución es ajuste fiscal (la derecha) o mayor recaudación impositiva (progresismo). Pero, lo que se oculta, es que es un problema de la lucha de clases, de la redistribución del ingreso, de los márgenes de ganancia empresariales y el salario, la composición capital-trabajo. También, la inflación es un problema de soberanía: la succión del excedente comercial y productivo nacional se va para el FMI o utilidades de corporaciones extranjeras, y escasean los dólares, por ende, la producción nacional. Bolivia resolvió la inflación con nacionalizaciones de los recursos estratégicos y redistribución del ingreso. Achicar el margen con planificación en base a las necesidades sociales y nacionales tiene como contracara atacar el acuerdo con el FMI y recomponer los salarios y el empleo. Sino la contradicción seguirá viva, con el drenaje de divisas y la presión de la clase obrera por recuperar el poder adquisitivo.

No hay margen para otra decepción. Si Massa logra triunfar en el ballotage, tendrá que dar respuesta a estos dilemas, sino el desenlace puede ser catastrófico. El empuje para derrotar a la derecha en el plano electoral, deberá ser acompañada de la movilización social que plantee una agenda de derechos y soberanía. La sociedad ha dado un mensaje en las urnas. Que el triunfalismo de la épica de haber dado vuelta una situación electoral adversa, no impida ver lo que las urnas, de fondo, han dicho. La orientación del rumbo nacional-popular en estas semanas de campaña será también condición para ganar el 19 de noviembre y abrir una nueva etapa.

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