Por Tamara Rey
En épocas de fiestas se multiplican en los canales de cine las películas con espíritu navideño. Pero no todo es risas, magia, paz y amor. Cicha noc tam le devuelve a la mesa de noche buena algo de realidad.
Para los creyentes es el Hijo de Dios; para los escépticos es una leyenda; y para el arte, una imagen representada a lo largo de los siglos. Jesucristo, un revolucionario social.
En Navidad se esparce una sensación de altruismo y sofocamiento por ser parte de un todo. El augurio del nacimiento de una nueva idea que transforme y construya, dentro de un sistema heterogéneo de creencias, un sentido de existencia. Una instancia del año en el que particularmente esta festividad algo opresora invita las familias a reunirse. “Kasia: estoy armando una cena navideña para mis muñecas. Adam: ¿con la verdadera no es suficiente?”
Cicha noc (“Noche de Paz”) inicia el título de la película cuando el micro se detiene conduciendo a un fondo de plano simétrico de pasajeros orinando uno al lado del otro de espaldas a la cámara. Adam (Dawid Ogrodnik) un joven de 34 años regresa luego de unos años a su pueblo en una zona rural de Polonia, lleva en su mochila una imagen de la ecografía de su bebé y sostiene en su mano una pequeña cámara digital donde plasma su mirada social por el camino que atraviesa hacia sus raíces y presumiendo que esos relatos los verá su hija en un futuro.
Una perspectiva subjetiva que jugará un rol clave (cinematográfico) en toda la película, Kasia (Amelia Tyszkiewicz) quien toma prestada la cámara de su hermano le enseña a su abuelo (Paweł Nowisz) la diminuta pantalla y él dice que no puede verlo todo, pero ella afirma que la cámara sí todo lo registra, una bellísima metáfora en que a través de una lente también se cuenta una realidad. Adam tiene un objetivo y el día de Navidad es oportuno, lo expresa él mismo al rentar un vehículo ostentoso coimeando al encargado “tenemos que ayudarnos el uno al otro”, él va a proponer a su familia la venta de la casa de sus abuelos, vivos aún, y así con ese dinero progresar en Holanda, un país donde podría encontrar más oportunidades y no quedar estancado económicamente.
El director y guionista Piotr Domalewski cuenta que en el este de Polonia toda familia tiene a alguien que abandonó el país en busca de un trabajo mejor en Occidente y en lo personal fue su hermano quien emigró. Su película narra historias con personajes (un elenco brillante) que son comprensiblemente antihéroes; un padre que por haber estado ausente y aferrarse al alcohol queda fuera de todo contexto (Arkadiusz Jakubik) un cuñado narcisista (Tomasz Schuchardt) una madre infeliz comprometida con el sustento de una familia que es imposible arrear (Agnieszka Suchora) una hermana mayor abusada y sin elecciones (Maria Dębska) y un hermano que traiciona su propia sangre (Tomasz Ziętek).
Personas vulnerables que se exponen alrededor de una mesa en vísperas de Navidad al son de un violín desafinado que tiñe cada retrato individual con #Noche de Paz# tocado por Kasia, la pequeña que podría cambiar la historia, una escena que es una maravilla extraordinaria ya que existe una verdad irrefutable y es que cada familia construye su propio mundo tangible como puede.
Piotr Domalewski nacido el 17 de abril de 1983 en Łomża es uno de los principales talentos emergentes de su país. Actor, director y guionista de teatro y cine, graduado del Departamento de Actuación de la PWST en Cracovia y de dirección en el Departamento de Radio y Televisión de la Universidad de Silesia en Katowice. Su ópera prima Cicha Noc (2017) fue premiada incluyendo los máximos galardones en el Festival de Cine Polaco de Gdynia.