Por Luciano Moretti
La segunda presidencia de Donald Trump y la decadencia de los EE.UU.
El regreso de Donald Trump a la presidencia de los EE.UU. constituye un evento casi inédito en la historia del país. Que un presidente en ejercicio fuese derrotado en su intento de reelección y luego retornara al poder ya es un evento singular en sí mismo. Pero si tomamos en cuenta que Trump ganó la mayoría de los swing states[1] y además obtuvo la mayoría del voto popular derrotando a su contendiente Kamala Harris por más de 2 millones de votos, estamos frente a la emergencia de un Trump más poderoso que el anterior. La magnitud del triunfo le otorga una mayoría en ambas cámaras del congreso y un respaldo popular a su agenda política sin precedentes.
Recordemos que, en 2020, Biden se impuso obteniendo una amplia mayoría del voto popular, aventajando a Trump por más de 8 millones de votos, pero obteniendo una ajustada victoria en algunos swing states. Luego de su derrota Trump desconoció el resultado de la elección y el 6 de enero de 2021 incitó la movilización de sus partidarios contra el Capitolio lo que terminó en la toma del edificio que se encontraba en sesión especial, la suspensión temporal de la ratificación de la elección y cinco muertos, entre ellos miembros de las fuerzas de seguridad[2]. Luego de tamaño desastre político la gran mayoría de los especialistas consideraba que la carrera política de Donald Trump estaba terminada, sin embargo, el trumpismo demostró ser una fuerza política y social con un fuerte arraigo dentro del Partido Republicano y con mayor poder de resistencia de la que se esperaba.
El camino de retorno de Donald Trump al poder, estuvo marcado por una radicalización extrema hacia la derecha en su plataforma política. El conocido eslogan de “Make america great again” (MAGA) se fue nutriendo de racismo, supremacismo blanco, xenofobia, homofobia y misoginia que actualmente se traducen en un conjunto de medidas políticas radicales. Desde la promesa de terminar con la inmigración ilegal, deportar millones de residentes ilegales, terminar con las políticas de diversidad e inclusión, extender los permisos de explotación de pozos de petróleo y gas hasta imponer barreras arancelarias para proteger la industria local y evitar la competencia desleal por parte de China y otras potencias. Durante la campaña electoral, el extraño intento de asesinato contra Trump no hizo más que potenciar la imagen de mártir y su mesianismo[3]. A lo largo de esta campaña fue obteniendo el apoyo de los hombres de negocios más ricos y poderosos de EE.UU., entre ellos se destacan el dueño del extinto Twitter (hoy “X”) Elon Musk, a los que luego se sumaron Jeff Bezos (Amazon) y Mark Zuckerberg (META), entre otros.
Pensamiento mesiánico, radicalización extrema y prepotencia imperialista parecen ser las herramientas al alcance de una clase capitalista en decadencia y acorralada en un escenario geopolítico en el que el ascenso de nuevos poderes económicos amenaza con arrebatarles su lugar en la cúspide de la acumulación de capital mundial. Sin embargo, las medidas “nacionalistas” y “proteccionistas” de Trump llegan tarde y a destiempo, además de ser contradictorias entre sí. Es probable que sus políticas contribuyan a acelerar una transición geopolítica que ya está en marcha desde hace años.
La globalización y la muerte del sueño americano:
Entre el año 2019 y comienzos del 2025 la tasa de inflación media fue del 3,95% lo que equivale a una inflación acumulada del 25,99%[4]. En parte este desequilibrio de precios se produjo como resultado de las medidas que se implementaron para prevenir la pandemia de Covid y combatir la recesión económica, por la escalada de los precios de la energía generado por la guerra en Ucrania y en Israel, pero también como resultado de un proceso de larga duración en el que el centro de la economía capitalista mundial dejó de lado la producción material para volcarse de lleno a la especulación financiera.
La desindustrialización de EE.UU. y del resto del Norte Global (Europa, Canadá, Japón, Australia y Nueva Zelanda) se hizo a costa de la destrucción del empleo industrial y su reemplazo por el sector de servicios. El estancamiento y la crisis económica en la que se sumió el capitalismo mundial durante la década del 70 encontró su mecanismo de resolución mediante una reconfiguración de la relación entre el capital y el trabajo. El proyecto neoliberal y de reforma estructural encarnados por Reagan (1981-1989) y Thatcher (1979-1990) fueron exitosos en derrotar a la clase obrera de sus países e imponer medidas de austeridad sobre el gasto social. El desmantelamiento del Estado de Bienestar fue de la mano de un proceso de financiarización de la economía y de relocalización productiva. Los capitales monopólicos relocalizaron sus fábricas y junto a ellas los empleos industriales en países donde los costos salariales fuesen menores y la tasa de ganancia mayores.
De esta manera, los capitales estadounidenses recuperaron su tasa de ganancia, se aseguraron menor conflictividad laboral en su país, y sacrificaron salarios y puestos de trabajo por consumo y precios bajos. Esto permitió reducir la inflación y el costo laboral, pero garantizando altos niveles de consumo. Esta estrategia fue exitosa porque entre 1990 y 2020 el mundo contaba con una enorme reserva de trabajo asalariado, barato y altamente capacitado en el proletariado industrial chino. Los trabajadores chinos hicieron posible el milagro de la recuperación económica del neoliberalismo y su incorporación en el mercado de trabajo mundial posibilitó la derrota de la clase obrera norteamericana. Precisamente esa misma clase es la que hoy se volcó mayoritariamente por la propuesta reaccionaria de Donald Trump.
China y los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) fueron los principales emergentes económicos del proceso de globalización de los años noventa y principios de los dos mil. La figura n.º 1 muestra la evolución del valor industrial agregado de EE.UU., China, la UE y los BRICS como porcentaje del valor industrial agregado mundial. El gráfico señala el ascenso de China como el taller manufacturero del mundo, junto con los BRICS, mientras que la participación de EE.UU. y la Unión Europea decrece de manera sostenida.
La desindustrialización tuvo resultados diferentes en función del nivel de renta per cápita del país en el momento en que se inició el proceso, de qué actividades manufactureras declinaron y qué sectores crecieron a costa de ellas, y de la dinámica general del proceso. En este sentido, los efectos adversos de la desindustrialización fueron peores en los países cuyos niveles de renta per cápita eran más bajos. En general, la desindustrialización del Norte Global y sus áreas de influencia directa, como América Latina, fue la contrapartida de la industrialización de China y los BRICS.
No obstante, los EE.UU. se beneficiaron ampliamente de este proceso en la medida en que continuaron controlando los eslabones más rentables de las cadenas globales de mercancía, es decir aquellas actividades cuya rentabilidad extraordinaria está garantizada generalmente por algún tipo de monopolio tecnológico. Así, durante las primeras décadas del proceso de globalización, EE.UU. mantuvo su ventaja tecnológica y continuó aprovechándose del comercio desigual y del intercambio desigual de trabajo a nivel mundial.
Aunque en un principio China se encargó mayoritariamente de fabricar productos bajo licencias y patentes de monopolios transnacionales, poco a poco fue desarrollando sus propias empresas de base tecnológica y acabó situando a sus monopolios en posiciones competitivas. China promovió el desarrollo de un sistema económico moderno, centrándose en la creación de un complejo industrial guiado por la innovación y el desarrollo coordinado por el Estado. Esto significó que la productividad laboral de la clase trabajadora China se incrementó y que, por lo tanto, actualmente ya no basa su competitividad global en el trabajo barato, sino cada vez más en el control de actividades productivas centrales de base tecnológica.
Como resultado de este proceso de mutua dependencia y complementariedad entre la economía de los EE.UU. y la China, se produjo un ascenso económico de la potencia asiática. Si observamos la figura N.º 2 vemos como el porcentaje que representa el Producto Bruto Interno (PBI)[5] de los EE.UU. y la UE en el total mundial decrece a costa del ascenso de China y los BRICS. De hecho, si tomamos a los BRICS como bloque, posee un PBI mayor al de los EE.UU. y la UE.
No obstante estos datos, en última instancia debemos medir los resultados de una economía por el estándar de vida al que pueden alcanzar sus ciudadanos. En este sentido, China (aunque continúa siendo un país desigual y en vías de desarrollo) puede mostrar mejoras en la calidad de vida de sus ciudadanos de manera sostenida durante los últimos 30 años, mientras que los EE.UU. presenta una imagen de estancamiento y decadencia, veamos algunos indicadores al respecto
Welcome to the american nightmare:
El autoproclamado “sueño americano” se basa en un imaginario aspiracional que se completa con el acceso a un conjunto de bienes y servicios que son autopercibidos como de status o prestigio. Una casa en los suburbios, dos autos, una familia prototípica heteropatriarcal compuesta de marido, mujer e hijos, (originalmente caucásica), educación universitaria y altos niveles de consumo material. Este modelo que se consolidó en los años de la posguerra se convirtió paulatinamente en una pesadilla llena de frustraciones para la clase obrera norteamericana, particularmente para los más jóvenes.
Veamos algunos números, por ejemplo, el costo de una vivienda. La escalada de los tipos de cambio como estrategia para combatir la inflación hace menos asequible la vivienda. Entre enero de 2020 y diciembre de 2023, el pago mensual necesario para acceder a una vivienda mediana aumentó más del 100%, mientras que los ingresos medios de los hogares aumentaron solo un 12%[6].
Esto se traduce en aumentos de la desigualdad y en menores oportunidades para el progreso de generaciones futuras. En este sentido, el patrimonio neto medio de un propietario de vivienda en 2022 se situó en 396.500 dólares, unas 38 veces más que el patrimonio neto de un inquilino típico [7]. Como resultado, la edad media del comprador de vivienda ha aumentado casi una década desde 2003, hasta los 49 años.
En el caso del costo de crianza para las familias, los precios de las guarderías subieron hasta un 13% en 2023. Mientras que el precio de una niñera para un solo bebé ha aumentado más de un 35% desde 2019. Por supuesto, este cambio también refleja el hecho de que la gente se casa y tiene hijos a una edad más tardía que en el pasado, por no mencionar la carga de la deuda estudiantil. Por ejemplo, un estudiante medio de una universidad pública pide prestados 31.960 dólares para obtener una licenciatura. El 4,86% de los préstamos federales a estudiantes estaban en mora en 2024[8].
A medida que el costo del acceso a la vivienda aumenta, se alcanzó el récord de personas sin hogar. Más de 653.104 personas pasaron al menos una sola noche durmiendo en la calle durante el mes enero de 2023. Esto supone un aumento del 12,1% respecto al año anterior. Entre 2019 y 2023, el número de personas que entraron en un refugio de emergencia por primera vez aumentó más del 23 por ciento [9].
En el caso del acceso a la salud, el coste medio anual del seguro médico en EE.UU. asciende a más de 7.739 dólares por persona y de 22.221 dólares por familia en 2021[10]. Si bien, la Ley de Asistencia Asequible redujo a la mitad el número de estadounidenses sin seguro, hasta los 26 millones el año pasado, o aproximadamente 1 de cada 12 personas, el gobierno de Trump prometió derogar esta legislación[11]. Aproximadamente un tercio de los estadounidenses en edad laboral (19-64 años) sigue sin seguro o con un seguro insuficiente. Debido a la mala cobertura y a los “copagos” muchos pacientes asegurados que padecen enfermedades crónicas evitan sus medicamentos debido a los elevados precios. Como contrapartida, las ganancias acumuladas de las aseguradoras son cinco veces el total del gasto sanitario, lo que garantiza una alta tasa de ganancia a las empresas y una baja calidad de acceso a la salud para el público general.
Como resultado del proceso de desindustrialización descrito en el apartado anterior y gracias al acceso a productos baratos provenientes de China, entre 1990 y 2009 el salario mínimo se mantuvo prácticamente congelado, en 1990 se encontraba en 9.38 dólares por hora y fue fijado en 10,33 dólares en el 2009 (a precios de 2023)[12]. Para el mismo período de tiempo la productividad del trabajo se multiplicó por tres veces, esa diferencia entre los salarios y la productividad fue a engordar las ganancias de los empresarios. Sin ningún mecanismo de ajuste automático frente a la inflación, el valor real del salario mínimo ha disminuido gradualmente, alcanzando un mínimo de 66 años en 2023, donde ahora vale un 42% menos que su punto más alto en 1968.
Este rápido vistazo a las condiciones de vida de la clase trabajadora norteamericana nos acerca a comprender por qué el eslogan de campaña “Make America Great Again” posee gran atractivo para el electorado. Además, en conjunto con este proceso de decadencia material, se produjo un desplazamiento relativo de la centralidad del hombre heterosexual y de su rol como proveedor y sustento de la familia. En parte por la perdida del poder adquisitivo de los salarios y la destrucción del empleo industrial, y en otra parte por las conquistas políticas del movimiento de mujeres, los feminismos y la diversidad sexual que están reconfigurando las relaciones a nivel familiar. Sumado a ello, el constante flujo de migrantes desde el sur global hacia los EE.UU. racializó a la clase trabajadora creando la ilusión de que estos migrantes son lo que “quitan” el trabajo a los hombres blancos, cuando en realidad lo que sucedió fue la destrucción del tejido industrial y la externalización de esos trabajos hacia otros espacios geográficos. Estos cambios en el mundo del empleo y en las relaciones familiares crearon las condiciones para la re-emergencia de un proyecto reaccionario sostenido en gran mayoría por un núcleo de hombres blancos, heterosexuales e “hipermachos” que se convirtieron en la base de sustento de la candidatura de Trump[13].
Todos los reaccionarios son tigres de papel[14]
El gobierno de Donald Trump II asumió con la promesa de reducir el costo de vida (bajar la inflación), reposicionar a los EE.UU. en la economía mundial, particularmente frente a China, terminar con la guerra entre Rusia y Ucrania, así como la agresión de Israel en Gaza y el Líbano. Para alcanzar estos objetivos, el nuevo gobierno decidió tomar una posición que se presenta como “fuerte” ante el mundo, eso lo podemos ver en el conjunto de medidas que el presidente tomó en las primeras horas de su mandato.
Como primera medida económica, el gobierno decidió implementar tarifas al comercio exterior en una suerte de neo-mercantilismo imperial. La amenaza de imponer tarifas del 25% a sus socios comerciales del NAFTA, México y Canadá puede interpretarse como una estrategia para renegociar el flujo de intercambios en el marco del tratado de libre comercio. Por otro lado, se plantea colocar tarifas del 10% para los productos provenientes de China y de la Unión Europea. La intensión de la nueva administración es reducir el déficit comercial crónico de los EE.UU. para con China y proteger a los productores norteamericanos de la competencia externa. No obstante, esta medida podría traducirse en un aumento del costo de los productos importados, lo que generaría presiones inflacionarias. A su vez, los empresarios norteamericanos no repatriarán sus empresas, al menos que se les asegure una tasa de ganancia similar a la que obtienen en otros países. Para ello, el gobierno debería asegurar una reducción de los costos salariales o estimular la inversión mediante la quita de impuestos o el otorgamiento de subsidios.
Una forma efectiva de reducir el costo del trabajo es mediante el aumento del ejército de reserva, es decir, mientras más trabajadores demanden empleo mayor poder tienen los capitalistas para imponer salarios más bajos. No obstante, la promesa de terminar con la inmigración y deportar a millones de inmigrantes ilegales podría generar el efecto contrario, es decir, un aumento de los costos salariales e incluso en algunos sectores una “escasez” de mano de obra. Precisamente el primer cortocircuito en el bloque trumpista se produjo entre los nacionalistas/supremacistas blancos encabezados por Steve Bannon y los empresarios de Silicon Valley encabezados por Elon Musk en temas relacionados con la inmigración. Las empresas de tecnología se han beneficiado ampliamente de un programa especial de visas destinado a contratar trabajadores altamente calificados del exterior que trabajan por salarios más bajos que sus pares norteamericanos[15].
En este sentido, no es claro como se relaciona el objetivo de reducir la inflación con el aumento de tarifas al comercio exterior y la deportación de millones de inmigrantes ilegales. Se calcula que hay más de seis millones de trabajadores indocumentados y que representan una parte sustancial de sectores productivos claves. En la construcción, el 13.7% son inmigrantes ilegales (relacionado con los costos de la vivienda), el 12,7% en la agricultura (relacionado directamente al precio de los alimentos), el 7% de los trabajadores relacionados con las tareas del hogar, el 6,5% en servicios generales y el 5% de los trabajadores del transporte y de los trabajadores manufactureros. Por lo tanto, una reducción de la oferta de trabajadores en estos rubros se traducirá necesariamente en un aumento de costos.
Quizás la estrategia de Trump para reducir los precios se redirija hacia su objetivo de bajar los costos de la energía. Para eso ya se tomaron varias medidas, la primera fue retirarse del Acuerdo de París y autorizar la exploración y explotación de nuevos pozos de petróleo y gas. No obstante esto pueda traer algún alivio a corto plazo, la transición energética hacia fuentes de energías renovables es un proceso en marcha que no puede detenerse. Actualmente, China es líder en el segmento de energía solar y de autos eléctricos (por nombrar dos sectores claves en la disputa tecnológica actual), esta actitud retrógrada por parte de los EE.UU. no hará volver a los empresarios a invertir en el sector de hidrocarburos sabiendo que en el mediano plazo deberán reducir su producción. Por otro lado, a mediano plazo los costos negativos de acelerar el calentamiento global y el cambio climático aumentan, como se puede observar en los recientes incendios forestales en California, cuyos daños estimados ascienden a los 135 mil millones de dólares[16] o en la Tormenta Debby de agosto de 2024, cuyos costos de reparación asciende a más de 24 mil millones dólares[17].
En el caso de los conflictos militares, el nuevo gobierno prometió evitar entrar en guerras innecesarias y bregar por la paz en los conflictos en marcha. Sin embargo, la nueva administración ya tomó medidas en relación con la OTAN demandando a sus socios europeos a que aumenten el gasto militar. También desplegó una retórica expansionista respecto a incorporar a Groenlandia a los EE.UU. por “razones de seguridad” y a recuperar el control del Canal de Panamá lo que indica que la estrategia geopolítica se concentra en una regionalización del poder norteamericano para evitar que su patio trasero sea colonizado por China u otras potencias hostiles. Por lo tanto, lo que se puede esperar de la nueva administración en este plano es una retórica más agresiva para todos los que no se alineen con los intereses norteamericanos.
En conclusión, podemos esperar una mayor agresividad por parte de los EE.UU. en la medida en que la disputa con China y los BRICS por el control de áreas estratégicas y mercados se acreciente. No obstante, el plano social y político interno continuará convulsionado en la medida en que no se resuelvan los principales problemas económicos de la clase trabajadora y la conflictividad social aumente. Particularmente esto se verá reflejado en el plano de los derechos civiles y humanos, en tanto y en cuanto la nueva administración está decidida a ser fuerte con los grupos sociales desaventajados y minoritarios, pero al mismo tiempo complaciente con los poderosos.
[1] Los Estados que están en juego en cada elección y que terminan por decidir el resultado de la contienda electoral
[2] El 6 de enero: En cifras – Los Angeles Times
[3] ‘Stunning security failures’ led to assassination attempt at Trump rally, House report finds | AP News
[4] Inflation Calculator 2025 – Calculate U.S. Inflation by Year
[5] El PBI es un indicador económico que mide el total de los bienes y servicios que se producen en un año en una economía. Nos da una dimensión del peso económico de cada país en la producción mundial.
[6] The American Dream is under siege | CNN Business
[7] The Fed – Chart: Survey of Consumer Finances, 1989 – 2022
[8] Student Loan Debt Statistics [2025]: Average + Total Debt
[9] State of Homelessness: 2024 Edition – endhomelessness.org
[10] Section 1: Cost of Health Insurance – 9805 | KFF
[11] America’s Health Insurance Crisis in Six Charts – Mother Jones
[12] A history of the federal minimum wage: 85 years later, the minimum wage is far from equitable | Economic Policy Institute
[13] Young men swung right for Trump after campaign on masculinity | AP News
[14] Todos los reaccionarios son tigres de papel
[15] Which companies have the most employees working on an H-1B visa? – CBS News
[16] LA wildfire damages set to cost record $135bn
[17] Hurricane Debby caused $28 billion in damage and economic loss | DC Velocity
Una respuesta en “Trump II: Welcome to the american nightmare”
Capo Luchooo
Viva la JCR ☭