Aunque la noticia parece no haber llegado a este lado del mundo, miles de estudiantes norteamericanos alzaron su voz contra el genocidio palestino. Recogiendo tradiciones de lucha contra la política exterior de Estados Unidos, crece una demanda anticolonial a la que algunos llaman “el Vietnam de Gaza”.
La mañana del 31 de marzo de 1966, mientras las tropas estadounidenses desembarcaban en Vietnam y los aviones bombardeaban noche y día, David O´Brien y tres amigos desde los escalones del tribunal de South Boston, barrio habitado en su mayoría por obreros irlandeses, levantaron sus cédulas de reclutamiento ante una multitud y las prendieron fuego. Varios agentes del FBI que habían estado entre la multitud arrestaron a O’Brien, quien con orgullo mostró los restos carbonizados de su tarjeta de reclutamiento. Era un acto público de protesta contra la Guerra de Vietnam, quería manifestar a la comunidad el profundo rechazo, un acto contra la Ley, pero a favor de la Justicia.
El historiador Howard Zinn, se preguntada en un ensayo llamado “La Ley y la Justicia”, qué es la desobediencia civil. David O´Brien en el juicio declaró que el acto que había realizado, si bien quebrantaba la ley de reclutamiento, estaba amparado por la cláusula de libertad de expresión contenida en la Constitución. La Corte Suprema decidió que la necesidad de reglamentar la conscripción en favor de engordar las tropas de su país en guerra estaba por encima de ese derecho, así que fue a la cárcel.
Miles de estudiantes montaron carpas en asentamientos de protesta en los principales campus universitarios de Estados Unidos. Devinieron en arrestos masivos y asambleas con discursos acalorados, no es una imagen de la década del sesenta, como la de O´Brien o de las históricas protestas contra la Guerra de Vietnam, sino abril de 2024 y es contra el genocidio del Estado de Israel sobre el pueblo Palestino en la Franja de Gaza.
Las imágenes de Gaza impactan. Luego de seis meses de bombardeos e incursiones armadas, las consecuencias son desastrosas: más de 30.000 muertos, un 70% son mujeres y niñeces, un tercio de los hogares destruidos, sumado a mezquitas, iglesias, escuelas, hospitales y universidades, millones que huyen desesperadamente.
Como David O´Brien, los estudiantes universitarios que hoy protestan contra el genocidio en Gaza, realizan actos de desobediencia civil con un fin social. Howard Zinn plantea algo interesante: “violar una ley para obtener un beneficio individual, con fines privados, constituye un acto delictivo común, no de desobediencia civil. Algunos actos se encuadran en ambas categorías, como en el caso de la madre que roba pan para alimentar a sus hijos o el de los vecinos que detienen un desalojo”, estos transmiten un mensaje más extenso ya que ponen de manifiesto las fallas sociales, y son casos que crean corrientes emocionales en el conjunto de la población, dividen aguas e instalan debates necesarios. En 1954 Rosa Parks, en un acto de desobediencia civil en medio de las leyes de segregación, se negó a ceder su asiento en el transporte público a una pasajera blanca, fue detenida y llevada a juicio. Su acto individual de justicia quebró la Ley, pero manifestó una falla, y fue el fermento de un enorme movimiento por los derechos civiles.
Por lo tanto, no son todos los actos de desobediencia civil buenos, tenemos sobrados ejemplos durante la pandemia, de libertarios desobedeciendo el aislamiento y denunciando la “infectadura”. Tal vez, para evaluar un acto de esta naturaleza lo fundamental es si busca justicia social y el bien común o no. Sirven de ejemplo los casos citados: David O´Brien o Rosa Parks donde la historia les termina dando la razón, la guerra de Vietnam fue injusta y cuestionada y la segregación racial también. Es decir, que diversos actos o movimientos de protesta sociopolítica y de desobediencia a la ley por convicción o por reclamos de justicia muchas veces son el comienzo de transformaciones sociales, legales y culturales positivas.
DESOBEDIENCIA UNIVERSITARIA
En los últimos días una revuelta estudiantil contra la guerra en Gaza es la contracara del belicismo del sistema político estadounidense. El epicentro de las protestas comenzó en la Universidad de Columbia en pleno Manhattan (New York), según la crónica del medio Mother Jones[1]: “Este es un pueblo construido de la noche a la mañana. El 17 de abril, activistas estudiantiles descendieron al césped fuera de la biblioteca y montaron tiendas de campaña verdes y banderas palestinas.” El “Campamento de Solidaridad con Gaza” es una “una comunidad formada para pedir un alto el fuego, desinversión y el fin de la guerra”.
Lejos de calmar los ánimos, la represión incentivó a estudiantes y docentes de otras universidades, a salir en apoyo de Palestina, desde Berkeley hasta Princeton, Harvard y Yale. Y así explotaran protestas en 60 universidades, donde también se han sumado docentes que apoyan la causa o que exigen el respeto a la libertad de expresión del estudiantado y se alzan en contra de la represión. En los últimos días hubo detenciones masivas, más de 700 estudiantes, desalojos y militantes proisraelíes que provocaron enfrentamientos violentos.
La académica y activista afrodescendiente Ángela Davis, defensora de los derechos humanos de larga trayectoria estuvo presente en el Campus Universitario Auraria en Denver se hizo presente luego de la detención de 40 manifestantes y sostuvo que “Quiero que sepan lo importante que es que adopten esta postura y este momento, quiero enfatizar lo que esto significa para la historia. Si imaginan que este período se narra dentro de 10 años, 20 años, 50 años a partir de ahora, ustedes serán los actores históricos que hicieron posible un gran avance en la lucha contra el sionismo y por una Palestina libre.[2]“
El presidente Biden condenó las protestas, a las que calificó de antisemitas. “Este antisemitismo es reprensible y peligroso, y no tiene absolutamente ningún lugar en los campus universitarios ni en ningún lugar de nuestro país”. Según los activistas la acusación de antisemitismo es infundada, lo que están intentando visibilizar es que las universidades dejen de recibir donaciones de Israel y que eliminen las inversiones que mantienen en fabricantes de armas. “Queremos que la universidad pare de invertir en compañías que están participando en el genocidio de palestinos y ganando dinero con ello”, clamó Darialisa Ávila Chevalier, portavoz de los manifestantes en Columbia. Algo que nació como principalmente un pedido de desinversión de las universidades está escalando en una demanda anticolonial, a lo que algunos activistas llaman “el Vietnam de Gaza”. Aparece una conexión con tradiciones de lucha contra la política exterior de Estados Unidos y sus aliados.
VOCES QUE INCOMODAN
En una declaración en el sitio Haaretz, el prestigioso historiador y referente intelectual judío Yuval Harari sostiene que “junto con Gaza la posición internacional de Israel está en ruinas” ya que el gobierno de Netanyahu infringió intencionalmente un desastre humanitario socavando así, según Harari, la base moral y geopolítica de Israel y que más que cumplir la promesa de una “victoria total” se dirige a una “derrota total”. Pide ponerle fin a la crisis humanitaria y cambiar la política hacia los palestinos sino “nos quedaremos solos (…) y nuestro fin será como el de Sansón, quien en un ataque de ira derribó la casa sobre la cabeza de todos”. En esta línea, una importante cantidad de intelectuales y artistas judíos firmaron bajo el título “no en nuestro nombre” una carta donde expresan: “Nosotres, judíos, judías y judíes, defensores de la tradición humanista y revolucionaria del pueblo judío, antisionistas, opositores a cualquier forma de violencia y opresión de Israel sobre el pueblo palestino, solidarios con el deseo de libertad del pueblo palestino y de su derecho a habitar sus territorios apoyamos el reclamo que se propaga en Jerusalén, en Tel Aviv y en las grandes ciudades israelíes: alto al fuego total, intercambio de “todos por todos” y renuncia inmediata de Netanyahu”.[3]
Estas experiencias conectan con actos que han quedado en la historia como el prólogo de Jean Paul Sartre en los “Condenados de la Tierra”, libro que escribiera Franz Fanon en apoyo a la liberación colonial de Argelia. Allí Sartre deja frases que poseen enorme actualidad, ya que hace una crítica al colonialismo francés siendo el intelectual francés más importante de su época: “Europa se ha hecho a sí misma fabricando esclavos y monstruos” y que los argelinos “luchan por la libertad, y al luchar por la libertad, están luchando por el hombre”, llega a una conclusión, la descolonización libera a los argelinos y también a los franceses: unos dejaran de estar colonizados para emprender la construcción de su propia nación independiente, y los franceses se liberaran de la aberración de ser colonialistas. Tal vez, este pueda ser un sentido justo de la palabra libertad, tan denostada en el presente.
Estas actitudes, como la de David O´Brien, Jean Paul Sartre, y otros tantos en los sesenta, así como Harari, Ángela Davis, el movimiento “no en nuestro nombre” y los estudiantes universitarios en la actualidad tienen un mérito en que debilitan los valores dentro de las propias potencias agresoras, intentan socavar su narrativa belicista colonial-imperialista y xenofóbica, que embanderadas en los valores de la libertad han cometido desastres humanitarios, muerte y destrucción.
SUENAN LOS TAMBORES DE GUERRA
Los presupuestos militares crecen y estamos ante el mayor gasto desde la guerra fría, en 2023 alcanzó los 2,44 billones de dólares, lo que supone un aumento del 6,8% en términos reales con respecto a 2022. Se trata del mayor incremento interanual desde 2009. Los países que más gastaron en 2023 –encabezados por Estados Unidos, China y Rusia– todos aumentaron su gasto militar, según los nuevos datos sobre gasto militar mundial publicados por el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), disponibles en www.sipri.org.
Según este informe, en 2023, los 31 miembros de la OTAN gastaron 1,34 billones de dólares, lo que equivale al 55% del gasto militar mundial. El gasto militar de EE. UU. aumentó un 2,3% hasta alcanzar los 916.000 millones de dólares en 2023, lo que representó el 68% del gasto militar total de la OTAN. En 2023, la mayoría de los miembros europeos de la OTAN aumentaron su gasto militar. Su participación combinada representó el 28% del total de la OTAN, la más alta en una década. El 4% restante correspondió a Canadá y Turquía.
China, el segundo país del mundo con mayor gasto militar, en 2023 destinó unos 296.000 millones de dólares a esa partida, lo que supone un aumento del 6% respecto a 2022.
Por su parte, la guerra en Ucrania elevó los presupuestos de Rusia y Ucrania. Rusia aumentó un 24% su gasto militar hasta alcanzar una cifra estimada de 109.000 millones de dólares en 2023. Representó el 16% del gasto público total y su carga militar (porcentaje del gasto militar respecto al producto interior bruto, PIB) fue del 5,9%. Ucrania recibió al menos 35.000 millones de dólares en ayuda militar durante el año 2023, incluidos 25.400 millones de dólares de Estados Unidos. La ayuda y el propio gasto militar ucraniano combinados, equivalieron aproximadamente al 91% del gasto ruso.
Esta semana se llevó adelante la discusión y votación de los fondos de Estados Unidos para la ayuda a Ucrania. El Senado por 79 votos frente a 18, aprobó un proyecto de ley por 95.000 millones de dólares para Ucrania, Israel y el Indo-Pacífico. Presupuesto exigido por Biden, necesitó de las gestiones del Presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Mike Johnson que en su nueva posición al frente del Congreso cambió de posición y le dio a Biden lo que pedía.
La medida agrupa cuatro proyectos de ley que la Cámara aprobó por separado. Uno aporta 61.000 millones de dólares —casi el triple del presupuesto anual de Defensa de España— en ayuda militar y económica para Ucrania; el segundo, 26.000 millones para Israel y “ayuda humanitaria” en zonas de conflicto, incluida Gaza, y el tercero 8.120 millones para “contrarrestar a la China comunista” en el Indo-Pacífico.
El enriquecimiento del complejo militar industrial, no genera derrame económico sino derrame de violencia y exclusión, a lo largo de la historia se ha comprobado que estos gastos resultan adversos al funcionamiento económico social, ya que el costo lo pagan los habitantes que ven como baja sus niveles de vida por la desinversión en otras áreas, como sanidad, previsión social o educación. Y esos propios flujos armamentistas luego encausan en guerras evitables, que cobran fuerza con la existencia de las propias armas
A pesar de todo, pareciera que ningún actor de relevancia quiere que escale más de conflictos regionales. Sumado a una posible destrucción mutua asegurada por el arsenal nuclear. La situación al interior de las potencias reviste una tensa calma. China aprovecha las tendencias favorables en su crecimiento económico, comercial y de influencia en el mundo a través de la Ruta de la Seda y la creación de instituciones como el BAII o la Organización para la Cooperación de Shanghái. Estados Unidos se enfrenta a un año electoral, una escalada mayor en Medio Oriente, y en particular, en Irán podría desestabilizar el precio de petróleo y desatar una inflación mundial que impactaría al interior de Estados Unidos. Pero, al mismo tiempo, estamos ante un mundo con rasgos de crisis sistémica, donde el ciclo del capital y la acumulación no pudo reencausar el ritmo de crecimiento previo al de la crisis del 2008, y que la pandemia y la guerra catalizaron y aumentaron esa tendencia. Esto en medio de una transición histórico-espacial de occidente a oriente, con un declive geopolítico relativo de Estados Unidos y occidente, y del otro lado, una potencia que aspira a ser hegemónica en ascenso: China, y con ella el ascenso de la región Asia-Pacifico. Como épocas anteriores donde se da una de reconfiguración de la distribución del poder y las riquezas en el mundo, estas transiciones generalmente no son pacíficas, las guerras en curso pueden ser parte de una película mayor que tiene final abierto.
Por lo tanto, en un mundo que se rearma y donde los tambores de guerra suenan cada vez más fuertes, las acciones de “desobediencia” a favor de la justicia, el internacionalismo y los movimientos por la paz serán claves para el futuro global.
[1] https://www-motherjones-com.translate.goog/politics/2024/04/my-week-inside-columbias-gaza-solidarity-encampment/?_x_tr_sl=en&_x_tr_tl=es&_x_tr_hl=es-419&_x_tr_pto=wapp
[2] https://www.cbsnews.com/colorado/news/angela-davis-auraria-campus-denver-protestors-arrested/
[3] https://www.agenciapacourondo.com.ar/internacionales/judios-por-palestina-seis-meses-de-genocidio-no-en-nuestro-nombre
2 respuestas en “Rebelión estudiantil yankee contra el genocidio en Gaza”
Muy buen análisis del contexto contemporáneo de la realidad internacional…me encanta y que la prensa de los sectores hegemónícos siempre lo han ocultado.
[…] [2] https://revistalanzallamas.com.ar/rebelion-estudiantil-yankee-contra-el-genocidio-en-gaza/ […]