Por Germán Mangione
A 20 años del estreno del documental “Memorias del Saqueo” de Fernando “Pino” Solanas, que relató la tragedia menemista y su correspondiente 2001, vuelvo a ver la película con mi hijo adolescente para pensar similitudes con los días que vivimos y recorrer el pensamiento cinematográfico del hombre que puso su mirada y su cámara al servicio de las grandes causas nacionales intentando generar herramientas para las luchas populares.
Esta serie de preguntas que se hacía (y en cierto modo nos hacía a sus espectadores) Fernando Pino Solanas ante el estreno de “Memorias del Saqueo”, en marzo de 2004, resumen el motor de la vuelta del cineasta argentino a los documentales de batalla. En este caso para retratar el recorrido del periodo neoliberal que desembocó en la pueblada nacional del 2001.
El 18 de marzo de 2004, hace exactamente 20 años, se estrenaba esta 13ª película, y el quinto documental de su factoría después de un periodo en el que había desarrollado su particular cine ficción, que por ser ficción no dejaba de lado ni un milímetro la política.
El comienzo del cine de ficción de Pino se dio con dos cortometrajes: Seguir andando (1962), y Reflexión ciudadana (1963), para tener su pleno desarrollo en los años previos a la dictadura con Los hijos de Fierro (1975) y en la vuelta a la democracia la serie de películas en las que exploró el género de la ficción política con El exilio de Gardel (Tangos) (1985), Sur (1988), El viaje (1992), La nube (1998) y la inconclusa Afrodita, el sabor del amor (2001).
Memorias del saqueo, llega después de una serie de documentales de los años 70, que comenzó con la monumental obra de denuncia y combate La hora de los hornos (1968), y continuo con “Argentina, Mayo de 1969: los caminos de la liberación (1969)”, y las entrevistas “Perón, La revolución justicialista (1971)” y “Perón: Actualización política y doctrinaria para la toma del poder (1971)”.
En esta nueva etapa, como en la de los 70, la filmografía de Pino tiene la múltiple función de denuncia, difusión de doctrina, herramienta de organización y por supuesto: propuesta política; y forma parte de una serie de 5 documentales que comienza con Memoria del saqueo (2004), y continua con La dignidad de los nadies (2005), Argentina latente (2007), La próxima estación (2008) y Tierra sublevada: Oro impuro (2009).
De nuevo el cine pensado en su múltiple dimensión política, y como obra conceptual. Denuncia, reivindicación de quienes resisten y proyecto de futuro en base a las reales condiciones de desarrollo truncadas hasta hoy por el saqueo extranjero y sus socios locales.
Así esxplicaba Pino la generación de Memoria y agregaba que estuvo concebida como la primera parte de una serie en la que luego mostró cómo las víctimas del modelo, los que se quedaron sin trabajo, sin comida, sin asistencia médica, se defendieron, “cómo nacieron nuevas formas solidarias de dar respuesta desde la necesidad a estos temas. Esta de las formas de la resistencia social, la cooperación, la solidaridad, es “La dignidad de los nadies”
Y ahi el director afirma que nació la necesidad de preguntarse, ¿qué tenemos en la Argentina? ¿Con qué contamos para reconstruirnos?.
“A partir de esto nace la necesidad de hacer esta última película (Argentina Latente) Salir a rescatar, a hacer un nuevo viaje de descubrimiento de esas potencialidades científicas y técnicas que la Argentina fue desarrollando en 150 años de vida institucional”
El saqueo 20 años después
Nunca fui muy amigo de las simplificaciones y menos en el complejo y multidimensional ámbito de la política, y sobre todo de la política argentina que siempre da la sensación que es un poco más complicada que la política a secas.
Pero la tentación de simplificar en él análisis político está siempre latente, y es difícil no pensar y mucho menos decir Milei es el menemismo renovado. Y esto se los cuento porque es casi imposible volver a ver Memorias del saqueo y no pensarlo y sentir el vacío interior y esa voz de publicidad de los 90 “no de nuevo, le decía, lo miraba y le decía no de nuevo”
Quizás por eso, por esa sensación de que es igual a aquella época, y de que quizás uno está teñido de esa experiencia, es que para hacer la nota volví a ver la película pero hice “el experimento” de invitar a mi hijo adolescente a verla conmigo. ¿Para qué? Por un lado para ver que genera esa historia reciente, pero 20 años después en una generación para la cual el Argentinazo, esa pueblada que cambio la política para siempre, es solo una efeméride o algún video que se cruzó en Youtube.
Y por el otro para corroborar si efectivamente esta idea de que el proyecto neoliberal actual tiene muchas similitudes con aquella experiencia, sirve para que nuestras generaciones (la suya y la nuestra) puedan pensar el presente a la luz de la resistencia a aquel saqueo planificado.
Pero volvamos a la película….
Una radiografía del saqueo y la resistencia
Pino le dedica esta obra, según aclara en los primeros minutos del film, “a quienes resistieron en estos años a su dignidad y coraje”. Toda una declaración de principios, que no solo reivindica la resistencia sino que denuncia la complicidad de quienes no solo “no resistieron” sino que fueron cómplices.
La película inicia con imágenes de miles de manifestantes llegando a Plaza de Mayo en aquel diciembre de 2001, se podría decir que arranca por el final, por el desenlace, para después ir desenredando el hilo de las causas que nos llevaron hasta acá, o hasta allá que es siempre más o menos lo mismo.
“¿Qué había pasado en la Argentina? ¿Cómo era posible que en una tierra tan rica se sufriera tanta hambre?”, dice la voz en off de Pino.
Y enseguida da una explicación: “El país había sido devastado por un nuevo tipo de agresión; ejecutada en paz y democracia, la violencia cotidiana y silenciosa dejaba más víctimas sociales, más emigrados y muertos que los del terrorismo de Estado y la guerra de Malvinas” y vuelve a marcar la contradicción entre la tragedia social y las posibilidades del país: “Desde Tierra del Fuego a La Quiaca 4.000 km de extensión con todos los suelos y climas, una plataforma marítima de 900.000 km2 y una de las mayores reservas de agua potable del planeta; cultiva 30 millones de hectáreas; es uno de los grandes productores de alimentos pero un tercio de la población vive en condiciones de pobreza; (…) un país tan poderoso en recursos y materias primas como incapaz de defenderlos”.
Cuesta que se enganche, y en su mirada sospecho que espera el bodrio, la peli vieja y aburrida, pero se queda. El combate callejero inicial ayuda.
La forma
“La primera condición de una buena película testimonial es revelarte lo no visto, hacerte oír lo no escuchado, mostrarte lo que otros no te muestran”, respondía Pino cuando le preguntaban sobre para qué sirve el cine documental.
Premisas que no dejaron de estar presentes en ninguna de sus películas y que se ven claramente en Memorias, no solo por su contenido de denuncia sino por la forma en que está producida.
El uso del recurso del contraste que podría pensarse básico o muy simple actúa en su cine como una piña al mentón a una sociedad argentina que hace como si. Que naturaliza los contrastes sociales que le enseñaron son eternos e inmutables.
Como supo mostrar en su opera prima “La hora de los hornos” el contraste social da comienzo a la película que había comenzado por el final. La imagen de decenas de pibes y pibas comiendo de la basura de la argentina que produce riquezas a raudales derrumba las barreras de la doble moral que se horroriza por el hambre africana pero mira para otro lado cuando de la cercana se trata. Lo pone ahí en la pantalla, crudo y sin estilizar.
Incluso es de esa escena de donde sale el poster de la película. El pibe en cuero con el basural de fondo haciéndole fuck you a todos, a esos todos que la película retrata como la sociedad le pedía que se vayan, y hoy sabemos que se quedaron.
En la forma de producir y filmar la película se refleja no solo el cine cercano y de batalla de Pino de siempre sino el aire de la época. El director del documental es uno más entre la gente, entre esos miles que buscan el camino para salir del infierno neoliberal. Con su cámara en mano recorre movilizaciones, piquetes, barrios devastados, hospitales desbordados y combates populares. Es el y su pequeña cámara, desde una posición cercan y horizontal recogiendo los testimonios de una época mientras suceden.
Quizás por eso por momentos la película se tiñe de una estética de noticiero, pero manteniendo un formato pedagógico que tuvieron casi todas sus películas, con división en capítulos, como dando aire para procesar esa realidad violenta que la pantalla nos pone adelante. En la Hora de los hornos incluso este recurso estaba acompañado de llamados a “pausas para debatir” lo que se estaba viendo. Lo que deja claro que desde su concepción el cine de Fernando Solanas tiene poco que ver con solo pasar el tiempo o “desenchufarse” sino por el contrario tiene una concepción instrumental de educación y llamado a la acción.
En contraste con la cercanía de las imágenes de los testimonios y los espacios ocupados por el pueblo, las tomas desde debajo y con gran angular dan cuenta de los lugares que ocupa el poder en la Argentina con un dramatismo singular. Los edificios públicos como el Banco Central, el Banco Nación, el Congreso, la Casa Rosada se muestran en la película gigantes y sobre todo alejados, como los sentíamos (y sentimos) por aquellos años.
Así como Pino capta la lejanía del poder, logra graficar de una manera cruda (pero no golpebajista) el impacto de la macroeconomía y los grandes temas en el pueblo. Niños desnutridos agonizando por el hambre en un hospital de Tucumán, son la muestra más siniestra pero real y concreta del impacto de los ajustes de los 90, y así lo aseguran los médicos que allí trabajan.
"¿Ese quién es?", me pregunta, le ve cara conocida. Es Domingo Cavallo, y le explico que aparece varias veces porque fue ministro de la dictadura, ministro de Menem, ministro de De la Rua y lo tiene visto últimamente porque es el referente económico de Milei. Me mira con cara de ¿vos me estas jodiendo? Y no se bien que responderle porque si no fuera tan terribles las consecuencias de su participación en nuestra historia hasta sería tragicómico.
El contenido
Que difícil no escuchar su voz y pensar cómo se reiría Pino del debate actual sobre la idea de “separar el artista de su pensamiento y actividad política”. Nada en su obra tiene un atisbo de existir por separado el creador y su obra.
“Nuestro compromiso como hombres de cine e individuos de un país dependiente, no es ni con la cultura universal, ni con el arte ni con el hombre abstracto. Es ante todo con la liberación de nuestra Patria”, decía el primero de los textos del Grupo Cine Liberación que nacía a finales de los 60 al calor de la realización de La Hora de los Hornos y lo encabezaban Pino, Gerardo Vallejos y Octavio Getino.
Y esas premisas se mantuvieron intactas en toda su obra, como refleja Memorias, que es sobre todo un documental didáctico de causas, de las causas de los sufrimientos populares. Y así desarrolla y describe el mecanismo de la deuda externa, y sobre todo le pone nombre a los multiplicadores del dolor, y sus representantes locales e internacionales, los bancos y monopolios que estatizaron su deuda en la dictadura.
Desarrolla la teoría de la deuda odiosa y el rol del FMI en el domino imperialista, y advierte que los autores del genocidio social (tanto el FMI como la clase política local cómplice) no pueden quedar impunes, por el peligro que esto implica para el futuro, y asegura que esos crímenes sociales son crímenes de seña lesa humanidad. Quizás hubiese sido la forma de no volver a sufrir él “se quedaron todos”
Entre las causas nacionales desarrolla el desmantelamiento de los trenes y el saqueo de YPF, tema en el que vuelve a cruzarse la idea de que autor y obra son una sola cosa, cuando deja registro del atentado que sufre cuando es baleado por denunciar la entrega de la petrolera nacional y la traición de Menem.
A lo largo de la película va describiendo la degradación republicana, la sanción de la ley de reforma del estado del menemismo al mes de asumir, las facultades extraordinarias y el avance de las privatizaciones (¿te suena?)
Fuera de todo esquematismo o dogmatismo teórico la película aborda las causas eternas, sin dejar de lado los temas del momento, y por eso da cuenta del rol predominante de los medios en los 90 como la herramienta de adoctrinamiento necesaria para justificar el saqueo (¿te vuelve a sonar?)
La película dura dos horas justas. Y es cierto duran mucho menos que las 4 horas y pico de La Hora de los Hornos, pero ese argumento no alcanza para ir perdiendo la atención de una generación cada vez más acostumbrada a los breve, brevísimo. Se engancha, la ve, pero a la mitad me decido a hacer una pausa ante el riesgo de perderlo para siempre y que quede a la mitad. Pasan dos días, veo el hueco y le pregunto: “¿La seguimos viendo?”, por un momento aumenta la tensión, si no quiere verla no habrá más chances por el corto plazo. Acá depende realmente cuan interesado este. “Dale”, me dice.
Siempre la esperanza como bandera
Quizás si supiera que la película es solo denuncia y diagnóstico de una era demoledora para nuestro pueblo hubiese dudado de su necesidad para las nuevas generaciones. ¿Alcanza con mostrar lo mal que estuvo o que está todo? ¿Sirve relatar el desastre sin destrabar la esperanza? Yo creo que no.
Pero si bien Memorias del Saqueo es el capítulo de la serie de documentales encargado de contar la devastación neoliberal en la Argentina moderna, no deja de plantar semillas de esperanza en su relato reivindicando una y otra vez la resistencia.
Incluso en un sentido que no fue el mayoritario entre los sectores progresistas de la Argentina, diría incluso a contrapelo del sentido común progresista que constituyo el pensamiento mayoritario a partir del 2003.
El comienzo de la película muestra sin dudar el periodo de los 90 donde el país parecía sumido en la apatía, y los focos de resistencia eran apenas fogonazos en la noche negra del menemismo. Pero ubica el momento en el que la rebelión popular ilumino el camino: el 19 y 20.
Y decía contra el sentido común progresista porque aquella rebelión fue en general balanceada como “el diciembre negro” por muchos sectores del campo popular. Y no es que quien suscribe, ni la película que analizamos no registre los dolorosos hechos que vivimos con gran dolor con la muerte de decenas de compatriotas y la feroz represión desatada por uno estado que veía como el poder se le iba de las manos.
Pero Pino capta de manera magistral la esencia de la rebeldía y el poder de la gente en la calle.
Solanas ve, y muestra, el caos como génesis de un movimiento social nuevo y una conciencia nacional que despierta como síntesis de las luchas anteriores sintetizada en algo que todavía no tiene forma definitiva pero ha emprendido su búsqueda.
Registra un fenómeno de respuesta, no solo a la desolación y desesperación generada por el modelo económico, retratado en la desocupación y el miedo a perderlo todo, sino una respuesta a los valores individualistas que primaron en la década anterior y que van dando paso a nuevos lazos sociales basados en la solidaridad, la cooperación y el esfuerzo colectivo.
La película hace su mayor esfuerzo por demostrar que por más oscura que sea la noche, el sol puede volver a salir, y ese amanecer fue la pueblada de 2001
En las pausas que hago para cubrir las dudas que le surgen, me es casi imposible no cerrar la oración explicativa con un “igual que ahora”. Me da la idea que mi hijo no lo puede creer, como puede ser que vuelvan a pasar las mismas cosas, como nadie se da cuenta. Yo no tengo mucha respuesta para darle. Seguimos viendo en silencio.
La actualidad del cine de causas
“Nosotros somos parte del pueblo que sufre esta opresión y desde ahí tenemos que elaborar una película que sea útil al combate contra la opresión”, afirmaba Pino consultado sobre Memorias.
Es imposible no tener la (falsa) sensación de que todo cambiaría si las grandes mayorías vieran la película. Ahí está dicho todo o casi todo lo que uno quiere directo y advertir sobre el proceso que vivimos actualmente.
Porque el proceso de identificación suele tener un poderoso influjo aunque está claro que con las ideas solas no alcanza, pero es imposible no pensarse hoy a partir de aquella película.
Que muestra que la similitud de los procesos neoliberales en la Argentina, más allá de las diferencias temporales, tienen en un común algo central que provoca la identificación: sus titiriteros (que más o menos son siempre los mismos). El famoso no resiste un archivo, tiene sus bases en quienes se dedicaron como Pino a dejar en pie ese registro de responsables y protagonistas del saqueo. Ese que nos escupe en la cara que ante el “que se vayan todos”, la gran mayoría solo se escondió un tiempo para volver apenas mostrásemos rasgos de amnesia social consolidada.
Pero sobre todo sobre la atemporalidad en los planteos cinematográficos y políticos de Pino se cimientan en las causas. En las causas de nuestros desastres y en las causas que propuso defender, adentro y afuera de la pantalla.
Al resumir sus ideas políticas, Solanas explicaba que fundó Proyecto Sur para “profundizar una propuesta política, económica, social y cultural para el país. Ubicamos el respeto a la condición humana sobre cualquier otra consideración, proclamando como principios básicos la defensa del ambiente y la propiedad pública de nuestros recursos naturales, como condición para alcanzar una auténtica justicia social y garantizar la soberanía nacional”.
Habrá tiempos y otros espacios para discutir el porqué de los caminos políticos de Pino, pero está claro que su obra y su vida estuvieron puestos al servicio de esas causas.
Y reivindicar en estas épocas de gobiernos que odian al país que gobiernan el cine político de la esperanza, que se dedicó también a combatir el pesimismo, el individualismo y el pensamiento colonial que dice que nunca pudimos y por tanto nunca podremos.
“Todo lo que te estoy contando, la película toma una ruta que muestra que se pudo. Y hoy se puede, por supuesto, si hay cosas que no se hacen es porque no se quiere, no hay decisión política. Pero el talento, las capacidades, etc, sobran”, reflexiona Pino en alguna entrevista.
Termina la película. Yo intento contener las lágrimas que me provocan rememorar las esperanzas que nos generó a toda una generación aquel 2001, pero no quiero teñir su juicio, mira si le va a decir al boludo del padre que llora con una película política, que esta le pareció un bodrio.
Lo miro de reojo, por suerte vi un brillo de dolor en sus ojos cuando Pino mostraba crudamente las cosas por las que pasa nuestro pueblo, nuestros pibes con hambre, la represión, la desocupación, la miseria, y llegue a captar también una emoción/sorpresa por ver la resistencia, la organización, lo que pudimos como pueblo para hacerle frente.
No espero más, solo eso. Haber comprobado la pérdida de la sensibilidad sería terrible, no habría esperanzas. No sé cuánto entendió, pero se emocionó. No espero que la película sea reveladora ni un manual antineoliberal, Después ellos encontraran sus caminos propios como generación.
“Ojalá algún día la vea mi amigo (libertario) y cambie de opinión”, me dice. “Ojalá”, le contesto.
20 años después Memorias del Saqueo sigue siendo actual, por el modelo que denuncia, pero sobre todo por la esperanza que planta frente a lo que por momentos parece imparable y omnipotente. Si pudimos, podemos. Estas memorias, son sin dudas también del futuro.
Película completa
Una respuesta en “Memorias (futuras) del saqueo”
Muy bueno los paréntesis en q se comparte “ver el documental producido hace 20 años atrás con un adolescente”…esperarlo, verla en dos partes.
Para quienes lo vivimos, volver a verla. (Tb nosotros quedamos capturados en q “tiene q ser ágil” y no toleramos mucho demorarnos a mirarla, a compartir ese momento con otro para recordar, reflexionar)