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Medio Oriente en llamas: conflicto Irán-Israel y la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial

*Por Ernesto Migone

Una escalada militar sin precedentes en Medio Oriente, con la ofensiva israelí-estadounidense contra Irán, destapó las tensiones de la nueva presidencia de Donald Trump y la profundización de la disputa interimperialista por la hegemonía mundial, con China en el centro. El conflicto, que reaviva la amenaza nuclear y la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial, deja a América Latina y Argentina en una posición de riesgo.

Entre el 12 y el 24 de junio, Israel lanzó una ofensiva militar sin precedentes sobre la República Islámica de Irán, con respaldo directo de Estados Unidos. El ataque se dirigió a instalaciones nucleares iraníes y objetivos estratégicos, en una escalada que supera, por mucho, el marco regional. En la madrugada del 24, Trump anunció una tregua, con una simulada equidistancia, luego confirmada por ambos países.

Netanyahu proclama una “victoria histórica” e Irán se jacta de haber vulnerado el supuestamente infalible Domo de Hierro. En Irán, reportes de organizaciones de derechos humanos elevan la cifra a más de 970 muertos y 3.400 heridos por los ataques israelíes, mientras que fuentes oficiales iraníes hablan de al menos 610 muertos y más de 4.700 heridos. Del lado israelí, los ataques iraníes dejaron al menos 28 muertos y más de 3.200 heridos. Estados Unidos se arroga por un lado haber destruido el programa nuclear iraní y por otro haber sido el garante de que no haya escalado aún más el conflicto.

En el fondo, la avanzada yanqui acrecienta la disputa con China por la hegemonía global, se refuerzan alianzas militares y se sientan precedentes con consecuencias imprevisibles para el actual orden mundial.

Trump y el ataque del presidente que venía a “terminar con las guerras”

Desde su retorno al poder el 20 de enero de 2025, Donald Trump dejó claro que su presidencia no sería una mera continuación con matices de la administración Biden sino una “refundación”: Make America Great Again. En menos de seis meses reconfiguró el vínculo con sus aliados tradicionales: tensionó con la Unión Europea (principalmente con Francia y Alemania) por el financiamiento de la OTAN, amenazó a Canadá, estrechó el vínculo con Japón y Australia y se alineó, no sin contradicciones, con Israel.

Por otro lado, desescaló la confrontación con Rusia, extorsionando a Ucrania con la ayuda económica y militar, para enfocar su mirada en la disputa con la China socialimperialista (socialista de palabra, imperialista de hecho).

La ofensiva yanqui no fue solo una respuesta a una supuesta amenaza iraní, sino que fue un mensaje: a pesar de la retórica (contradictoria y extravagante) de Donald Trump, los Estados Unidos están dispuestos a sostener el mando del mundo y avanzar en su liderazgo en Medio Oriente por los medios que sea necesario, haciendo pesar su supremacía militar, crecientemente cuestionada.

No obstante, esta política despierta resistencias internas. Sindicatos, estudiantes, sectores del Partido Demócrata y movimientos sociales se movilizaron para exigir un alto al fuego inmediato y la reducción del gasto militar. Varias ciudades estadounidenses han sido escenario de manifestaciones masivas contra la guerra. Las tensiones también cruzan el Congreso yanqui, donde demócratas y republicanos se enfrentan alrededor de la participación en el conflicto.

El accionar de Estados Unidos también reavivó contradicciones dentro de Europa. Mientras el Reino Unido acompaña de manera directa a Washington, Alemania y Francia expresan una postura más prudente. Berlín mostró diferencias con la incursión militar contra Irán y teme por la expansión del conflicto a otras zonas críticas, más teniendo en cuenta el lento pero progresivo avance ruso en Ucrania. París mantiene vínculos diplomáticos con Teherán y apuesta por una mesa de negociación que permita contener una escalada regional. La unidad de la OTAN se mantiene, pero ya no es automática.

Netanyahu: discurso victorioso y crisis interna

Desde Tel Aviv, Netanyahu proclamó un triunfo contundente: “Teherán sacudido”, instalaciones nucleares destruidas, “reacción aprendida” por los ejércitos del mundo y una alianza “indestructible” entre Israel y EE.UU. Según reportes de inteligencia, Israel sorprendió por su capacidad de eliminar mediante operaciones del Mossad y ataques de precisión a buena parte de los altos mandos militares y de inteligencia iraníes en 48 horas.

También se utilizaron misiles de crucero Tomahawk, drones Reaper y municiones guiadas de alta precisión, además de una intensa guerra cibernética y de inteligencia satelital. El mensaje dado: EE.UU. y sus aliados pueden golpear con fuerza y precisión. El verdadero alcance del daño a Irán sigue siendo incierto, lo que alimenta la posibilidad de una guerra “por partes” con ataques periódicos.

Pero la realidad del éxito, tanto militar como político, es más nebulosa. Uno de los objetivos no conseguidos fue el “cambio de régimen” en Irán, hecho reconocido en declaraciones tanto de Netanyahu como de Trump. Hasta amenazaron públicamente con asesinar al Gran Ayatola Jameneí, líder supremo iraní.

Tampoco hay evidencia pública de que las instalaciones nucleares de Fordow, Natanz o Isfahán hayan sido completamente destruidas. Esos blancos están fuertemente protegidos, incluso ante el uso de las bombas “antibunker” que lanzaron los bombarderos indetectables B2-spirit yanquis. De hecho se desconoce el paradero y estado de los ya famosos 400 kg de uranio iraní enriquecido al 60%. La falta de pruebas concretas abre la puerta a una nueva escalada, bajo el pretexto de una “segunda fase”. Por otro lado, la penetración del Domo de Hierro israelí por parte de los misiles balísticos iraníes desató pánico en las principales ciudades israelíes, obligando a sus habitantes a declarar una suerte de “cuarentena” casi permanente en los búnkeres. Habrá que ver cómo repercute esto sobre las crecientes protestas del pueblo israelí ante las matanzas en Gaza, la no recuperación de los rehenes que aún mantiene cautivos Hamás y la represión interna del régimen de Netanyahu.

Gaza, Líbano, Siria

La avanzada yanqui-israelí sobre Irán tuvo como condición necesaria el descabezamiento previo del Hezbollah libanés y el debilitamiento de Hamas, logrado a través de años de ataques selectivos e intensa presión militar y financiera. También ha sido posible por la caída del régimen proruso de Al Assad en Siria, que desarticuló una pieza clave del engranaje.

Todos estos, más los Houthis yemeníes, forman parte del otrora poderoso “eje de la resistencia” encabezado por Irán. Corrido de los medios por la situación con Irán, siguen los bombardeos y la ocupación de Gaza. Si Israel pudo atacar blancos iraníes con tal precisión (pudo impactar un departamento específico de una torre), se vuelve aún más claro que el ya de por sí injustificado asesinato de más de 50 mil palestinos, sumados a hospitales destruidos y servicios colapsados, no se trata de “daños colaterales” sino de una decisión política.

La continuidad del exterminio genocida en Gaza no tiene ya un objetivo contra Hamas o la Jihad Islámica, sino el castigo al pueblo palestino y la ocupación permanente. Es posible que Netanyahu ahora intente avanzar en la política de colonización de Gaza, obligando a migrar a otros países árabes a millones de palestinos. Es todo parte de su plan para asegurar a Israel la hegemonía regional.

China disputa en Medio Oriente y el mundo

El Ministerio de Relaciones Exteriores chino condenó “enérgicamente el ataque de EE.UU. contra Irán y contra instalaciones nucleares bajo supervisión del Organismo Internacional de Energía Atómica” y dijo que “agrava las tensiones en Medio Oriente y el Mundo”.

En este escenario, el socialimperialismo chino juega sus cartas. No solo se mostró como un actor diplomático alternativo —recibiendo en Pekín a todas las facciones palestinas—, sino que refuerza su influencia económica y militar en Asia, África y América Latina. A través de puertos, bases, inversiones y acuerdos energéticos (como con Irán), en el marco de la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda proyecta su poder como alternativa a la hegemonía yanqui, aunque no justamente para establecer un nuevo orden más justo.

En el mar de la China Meridional, redobla ejercicios militares. En América Latina, compite por enclaves estratégicos como el puerto de Chancay (Perú), mantiene su presencia “aeroespacial” en Neuquén (Argentina) y disputa poner una base en Tierra del Fuego. Su disputa con Estados Unidos no es de principios o ideología, sino de poder.

La situación abierta por los ataques a Irán acelera un escenario ya instalado: una disputa interimperialista por un nuevo reparto del mundo. Lejos del tan celebrado y venerado “multipolarismo”, los bloques en disputa se rearman, no linealmente, con vértices en Estados Unidos y en China.

La discusión de las armas atómicas en medio del aumento de la disputa mundial

Hace pocas semanas el mundo fue conmovido por el enfrentamiento entre India y Pakistán. Al ser dos países con armas nucleares, rápidamente sonaron las alarmas globales ante la posibilidad de una escalada que desemboque en su uso.

Ahora, la principal razón (o excusa) del ataque yanqui-israelí sobre Irán se basa en el derecho autoasignado de Trump y Netanyahu de decidir qué país de Medio Oriente (y del mundo) puede desarrollar tecnología atómica y poseer, por ende, la capacidad de fabricar armas nucleares, violando la decisión soberana y la independencia de cada país. La hipocresía es mayúscula si se tiene en cuenta que Estados Unidos ha sido el único país de la historia en arrojar (dos) bombas atómicas sobre población civil (Hiroshima y Nagasaki). Por su parte, el Estado de Israel es el único Estado que no confirma, ni desmiente poseer armas nucleares. Tampoco permite una inspección. Se da por hecho que posee un arsenal atómico.

El listado de países que poseen arsenales de este tipo se completa con Rusia (el que posee el arsenal más grande y ha amenazado continuamente con utilizarlas contra Ucrania), China, Francia (el único que tiene todas sus ojivas listas para usarse), Reino Unido y Corea del Norte. Este ha sido el único país que ha burlado la imposición de las potencias sobre la llamada “no proliferación nuclear” que se ha convertido en la excusa para garantizarse el privilegiado poder nuclear.

América Latina y la Argentina en la mira

El conflicto también repercute en América Latina. Washington presiona para reforzar su control en el continente, impulsa nuevas bases militares en puntos estratégicos como Tierra del Fuego o las Islas Galápagos y tensiona con países que reciben inversiones chinas. En este escenario, Javier Milei ha alineado a la Argentina con el eje EE.UU.-Israel-Reino Unido, identificando a Irán como enemigo, y reviviendo una lógica de subordinación absoluta similar al menemismo, pero aún más dependiente.

La inestabilidad mundial hace que este alineamiento nos coloque en una posición peligrosa. La avanzada yanqui en Irán y la disputa interimperialista atraviesa a las clases dominantes argentinas, cuya dependencia estructural se profundiza con la política de Milei. Es probable que varios de los últimos sucesos nacionales tengan relación directa o indirecta con estos hechos recientes en Medio Oriente.

Un futuro incierto

En estos doce días, el mundo no solo fue puesto en alerta, sino que se reconfirmó el rumbo de colisión en el que avanza. La tregua es precaria, las victorias producidas son relativas y la verdadera guerra, la de la hegemonía global, no ha hecho más que intensificarse. Desde Medio Oriente hasta el Mar de la China Meridional, pasando por nuestra propia región, las fichas se mueven en el juego del poder global. La retórica de la paz es una farsa ante la inminencia de una disputa interimperialista que promete nuevas y más graves convulsiones.

Es crucial desentrañar las verdaderas causas y consecuencias de estos movimientos, para no ser meros rehenes de un destino en el que los pueblos del mundo no tendrán voz si no se proponen hacerse escuchar.

Ernesto Migone es periodista (Egresado de TEA) y militante del PCR.

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