*Por Tomás Paez
Apenas cinco meses después del (segundo) megapréstamo del FMI, Milei y Caputo tuvieron que viajar de apuro a EE.UU., esta vez, para intentar negociar un préstamo directo del Tesoro Yanqui. Un nuevo salvataje para el gobierno, otro salvavidas de plomo para el pueblo argentino.
Además del tweet impreso de Trump, se llevaron el compromiso del Secretario del Tesoro, Scott Bessent, de una futura asistencia financiera “cuando las condiciones lo justifiquen”. Entre las opciones barajadas, en lo que respecta a cifras concretas, el funcionario yanqui mencionó negociaciones para una línea de swap por USD 20.000 millones (M)[1]. Aunque en su posteo en X sugirió que la asistencia quedaría para después de la contienda electoral de octubre (¿supeditada al resultado?)[2]. Habrá que ver que ofreció entregar Milei a cambio.
Previamente, el gobierno eliminó transitoriamente las retenciones a los productos agropecuarios, incluyendo las del complejo soja, para incentivar un adelanto en la liquidación de divisas por parte de las cerealeras. La medida iba a regir hasta el 31 de octubre o hasta alcanzar un tope de declaraciones juradas de ventas al exterior por USD 7.000 M, que se completó en sólo tres días, con casi 20 M de toneladas de granos y derivados registradas.
Se trató de un gigantesco regalo para las cerealeras: cobrarán el precio de exportación “lleno”, pero no trasladaron esa mejora a los productores, ya que en ese lapso compraron un volumen de granos muy inferior. El grueso aún deben obtenerlo, pero a un precio interno que vuelve a descontar las retenciones. Desde el punto de vista fiscal, el Estado deja de recaudar unos USD 1.500 M por la medida. Para algunas cosas sí hay plata.
Por consiguiente, desesperado por la falta de dólares, el gobierno apeló al adelanto de las cerealeras -a cambio de la jugosa “comisión”- y a la búsqueda de “ayuda” del Tesoro Yanqui, frente al cataclismo en el mercado financiero local que amenazaba con llevarse puesto el actual esquema cambiario antes de las elecciones. El viernes 19/9, el dólar minorista oficial había tocado un máximo (nominal) de $ 1.515 y el riesgo país superaba los 1.500 puntos; se hundían los bonos y acciones locales. Dos días antes, el Banco Central (BCRA) había vuelto a la cancha a vender a raudales dólares que no tiene para intentar contenerlo. Por el momento, lograron calmar transitoriamente las aguas, con una mejora parcial de las citadas variables; en particular, el viernes 26/9 el dólar oficial cerró a $ 1.350.
Ya en el transcurso de los últimos dos meses se habían reavivado las tensiones en torno al billete verde, reflejando la creciente incertidumbre de amplios sectores del “establishment” respecto de la viabilidad del programa económico de Milei y Caputo. Pero la contundente derrota electoral del oficialismo en la Provincia de Buenos Aires precipitó la crisis del mismo. Además, desató una crisis política en el gobierno, que ya venía desgastado por el avance de las luchas populares y por su confluencia en las calles, las cuales tuvieron su expresión también en las urnas.
No obstante, por más que el gobierno haya tratado de atribuir la inestabilidad financiera exclusivamente a los “ruidos electorales” o al “riesgo kuka”, en el trasfondo de la misma subyace el notable deterioro de las cuentas externas, lo cual pone de manifiesto las inconsistencias de este programa económico, que además de entreguista y ajustador, resulta a todas luces inviable en el tiempo.
Recapitulando: De la megadevaluación al “dólar barato” y la bicicleta financiera
Lejos de cualquier plan innovador, el ex panelista de intratables implementó un programa de ajuste draconiano, que entre sus primeras medidas incluyó la megadevaluación del peso, junto con la liberación de precios regulados y los tarifazos. Esto provocó un fogonazo inflacionario, con el objetivo de facilitar un rápido recorte del gasto público y de los salarios en términos reales; fue el medio para encender la “licuadora”. Al mismo tiempo, buscó generar una rápida redistribución del ingreso a favor de los sectores más concentrados de la economía, que tienen la capacidad de trasladar aumentos de precios bien por encima del promedio.
A partir de ahí, hasta entrado el año 2025, el dólar subió muy por detrás de los precios, abaratándose progresivamente con relación a ellos[3]. No sólo el dólar oficial, sino también los paralelos (CCL y MEP[4]), a costa de una fuerte intervención en estos mercados, a contramano de la prédica liberal oficial.
Por un lado, -contrariando también su discurso monetarista- Milei apeló al “ancla cambiaria” para disminuir la inflación que él mismo había disparado, junto con la liberalización del comercio exterior y la caída del consumo masivo. Este mecanismo de reprimir la inflación con un tipo de cambio bajo y apertura comercial no es para nada novedoso e implica un subsidio creciente a las importaciones[5], a costa de la desaparición de una parte de la industria local. De ese modo, no hace más que agravar el proceso inflacionario en un plazo más prolongado, al afectar la capacidad productiva de la economía argentina y, con ello, la oferta local de bienes[6].
Por otro lado, el abaratamiento relativo del dólar resultó fundamental para poner en marcha la bicicleta financiera, al peor estilo de la tristemente célebre “tablita cambiaria” aplicada por Martínez de Hoz en la última dictadura[7]. Esta maniobra, también conocida como “carry trade”, consiste en tomar deuda o desarmar posiciones en moneda extranjera para invertir en instrumentos en pesos, aprovechando que las tasas de interés locales traducidas a dólares resultan muy superiores a las vigentes a nivel internacional; y posteriormente volver a comprar (muchos más) dólares para realizar las ganancias y “fugarlas” del sistema financiero local, generalmente al exterior. Dinámica que les ha permitido a los grandes capitales obtener enormes beneficios en el corto plazo, especialmente durante el año 2024, sin ninguna inversión productiva de por medio.
Esta política económica que promueve la bicicleta financiera, liberaliza las importaciones y los flujos de capital[8], en un contexto de gran apreciación cambiaria, además de atentar contra la industria nacional, agrava rápidamente el déficit de las cuentas externas, lo cual se combina con un cronograma de vencimientos de deuda imposible de afrontar.
Otro acuerdo infame con el FMI
Ya en abril, Milei acudió de apuro al FMI por otro mega préstamo, cuando también se precipitaba una corrida cambiaria y el BCRA vendía dólares a un ritmo insostenible. Lo hizo por decreto, violando la Ley 27.612 de 2021, que establece que todo programa con el FMI debe ser aprobado por el Congreso Nacional.
Se trató de un acuerdo de “Facilidades extendidas”, con un desembolso total de aproximadamente USD 20.000 M, del cual hubo un adelanto de USD 14.500 M, algo totalmente inusual. De esta forma, la deuda con el FMI asciende actualmente a USD 57.300 M, “la exposición más alta en la historia del Fondo”, según el organismo internacional.
El programa contempla la refinanciación de los vencimientos con el FMI que operen hasta abril de 2029[9], período en el que existen pagos de capital por USD 14.900 M y de intereses por USD 10.200 M (desde septiembre de 2025)[10]. Es decir, alcanzaría para cubrir los pagos de capital y parte de los intereses en ese lapso.
Cabe destacar que USD 15.000 M son de “libre disponibilidad”[11], aunque -por más que no esté por escrito- el FMI debe aprobar su utilización para intervenir en el mercado cambiario. ¿Le dejarán a Caputo patinárselo otra vez para financiar la fuga de capitales?
Al igual que con el gobierno macrista, se trató de otro desorbitado préstamo del FMI, ordenado por EE.UU., para ayudar al gobierno lamebotas de Milei de cara a las elecciones; para el pueblo argentino, una nueva estafa. Insólitamente, la historia se repitió, por si quedaba alguna duda, con los mismos personajes: de un lado, el magnate yanqui Trump, y del otro, Caputo y Bausilli (actual presidente del BCRA), artífices centrales del endeudamiento externo y la fuga de capitales bajo la gestión macrista. Más casta no se consigue. Pero Caputo insistía, con cara de piedra, que esta vez iba a ser diferente.
Como parte del acuerdo, el gobierno tuvo que ceder su “tablita cambiaria” (devaluación al 2% y luego al 1% mensual), que ya se evidenciaba agotada. Con salto devaluatorio de por medio, se viró a un esquema de flotación del dólar entre bandas, que arrancaron entre $ 1.000 y $ 1.400 y se amplían al 1% mensual[12]. En otro de sus delirantes pronósticos, Milei aseguraba que el dólar iba a caer al piso inferior de la banda.
Al mismo tiempo, el gobierno levantó el límite de compra de 200 dólares en el mercado oficial para las personas humanas. También eliminó el “dólar blend”, mediante el cual los exportadores podían liquidar el 20% de las divisas al dólar CCL[13] -más alto cuando hay brecha cambiaria- a través de la bolsa, lo cual limitaba el ingreso de dólares en el mercado oficial.
A su vez, se establecieron metas trimestrales de superávit fiscal y de acumulación de reservas. Esta última ya fue incumplida por el gobierno y modificada posteriormente por el Fondo, para tratar de facilitar su cumplimiento futuro, que otra vez vuelve a lucir lejano, al menos sin considerar toma de deuda externa adicional. Además, se acordó el objetivo de avanzar con las nefastas reformas laboral, jubilatoria e impositiva.
¡No te la pierdas campeón!
El combo de liberalización del comercio exterior y apreciación cambiaria, combinado con cierto repunte de la actividad económica hacia fines de 2024 -luego de la debacle acontecida en los primeros meses de la gestión- derivó en una aceleración de las importaciones, que recortó drásticamente el superávit comercial de bienes. Correlativamente, se incrementó el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos[14], que este año podría superar cómodamente los USD 10.000 M., implicando un deterioro interanual de más de USD 15.000 M. A partir de 2026, se agrega la remisión de utilidades al exterior por parte de las empresas, habilitada para los ejercicios financieros que comienzan este año.
Entretanto, con la eliminación del “cepo” para las personas físicas, la “compra neta de billetes (dólares) y divisas sin fines específicos” del sector privado no financiero acumuló entre abril y agosto la friolera de casi USD 18.000 M; monto superior al préstamo recibido del FMI y el doble del superávit comercial energético previsto para este año. Una parte de ese monto significa fuga de capitales lisa y llana. La otra, una fuga potencial, mientras los dólares adquiridos permanezcan dentro del sistema financiero local; aunque la historia muestra que más temprano o más tarde terminan saliendo del mismo. “Sin pensás que el dólar está barato, comprá, no te la pierdas campeón”[15], canchereó Caputo, un no tan lejano 2 de julio. El dólar minorista cotizaba a $ 1.245 y llegó a tener una suba del 22% en su momento más álgido. El “mercado” le hizo caso.
Pasó el período de mayor liquidación de divisas del agro -segundo trimestre- con un gran adelanto por parte de las cerealeras[16] y el BCRA no acumuló un solo dólar propio para las reservas. Procuró mantener un dólar “barato” -interviniendo fuertemente también en el mercado del dólar futuro-, que además de preservar las ganancias de la bicicleta financiera, contribuyó a contener la inflación (que de todos modos es superior a la que mide el INDEC)[17].
Pero desde principios de julio reapareció una mayor presión sobre el tipo de cambio. Salió mal el desarme de las LEFI, la deuda en pesos para regular la cantidad de dinero en circulación que administraba el BCRA. Se volcó así una gigantesca masa de pesos al mercado, que el gobierno pretendió -sin éxito- canalizar hacia deuda del Tesoro.
El BCRA respondió con una fuerte suba de encajes bancarios[18], para absorber pesos de la economía. Como esto limitó los fondos prestables de los bancos, las tasas de interés reales escalaron hasta niveles muy elevados, encareciendo el crédito.
Pero todo eso no fue suficiente.
Todos flotan Georgie. Pero el dólar no
Posteriormente, el gobierno blanqueó lo que ya venía haciendo por lo bajo: que el Tesoro iba a intervenir en el mercado oficial del dólar. Sólo en la semana previa a la contienda electoral en la Provincia de Buenos Aires vendió más de USD 500 M para intentar contener el billete verde. Un mes antes, Milei y su equipo económico gritaban insanamente en el programa de un conocido mercenario: “el dólar flota”.
El mazazo electoral primero, y el rechazo de Diputados a los vetos presidenciales después -en el contexto de una contundente movilización popular-, aceleraron el deterioro político de Milei, precipitando los acontecimientos y redoblando la presión sobre el dólar. A pesar de todas las maniobras para intentar contenerlo, en la semana posterior a las elecciones el tipo de cambio oficial superó el techo de la banda y el BCRA tuvo que salir a jugar para contenerlo dentro de ese nivel: en tres días quemó USD 1.110 M. El dólar minorista oficial trepó ese día a $ 1.515, mientras que el MEP y el CCL escalaron a $ 1.551 y $ 1.567 respectivamente. En un extraño intento de llevar tranquilidad al “mercado”, Caputo tiró más leña al fuego al afirmar que iban a vender “hasta el último dólar” para defender el techo de la banda. Cabe recordarle a Caputo que un tercio de las reservas del BCRA están compuestas por encajes de los depósitos en dólares del sector privado en los bancos.
Frente a esa corrida cambiaria, el gobierno eliminó transitoriamente las retenciones a los productos agropecuarios para conseguir dólares por adelantado y corrió presuroso en busca del salvataje de EE.UU. Más deuda externa para intentar estirar este programa económico insostenible.
Por otro lado, el gobierno viene apelando hace tiempo a un festival de deuda en pesos, pagando tasas de interés muy gravosas para poder ir refinanciando los crecientes vencimientos y tratar de evitar -o más bien posponer- la huida de esos fondos al dólar.
Como telón de fondo, la situación financiera del BCRA sigue siendo extremadamente frágil. Las reservas netas (propias) de la entidad monetaria, una vez descontados el swap con China, los encajes de los depósitos en dólares en el BCRA y otros pasivos en moneda extranjera eran de USD 5.300 M al 23/9. Si además se resta el préstamo reciente del FMI[19], las reservas netas serían negativas en USD 9.400 M[20]. Es decir, el BCRA viene utilizando dólares prestados a gran escala.
Un cronograma de vencimientos de deuda impagable
Considerando la deuda en moneda extranjera (capital e intereses) que no es directamente refinanciable -bonos en manos privadas, FMI neto de desembolsos futuros, Club de París y Bopreales del BCRA-, hasta fin de año hay pagos por USD 2.000 M. En 2026, totalizan unos USD 12.000 M, que ascienden a casi USD 16.000 M en 2027. En suma, unos USD 30.000 M en ese lapso[21].
A esto debe agregarse el enorme déficit de la cuenta corriente (descontados los intereses, ya incluidos en la cuenta anterior) y la fuga de capitales, que tiende a crecer a un ritmo acelerado.
Por consiguiente, la pregunta que sobrevuela e inquieta a los grandes acreedores es de dónde saldrán los dólares para afrontar los futuros vencimientos de deuda en moneda extranjera. El propio Fondo admite en su último reporte que el “riesgo de estrés soberano” (default) de la Argentina continúa siendo alto.
La apuesta de Milei y Caputo parece limitarse a poder retornar a los mercados de deuda, y seguir pasando la gorra por organismos internacionales, bancos y el Tesoro Yanqui, como si fuera infinita la capacidad de endeudarse, y una estrategia viable en el tiempo. Además, procuran vender activos y privatizar empresas estatales.
El endeudamiento externo ha sido históricamente la contrapartida de la fuga de capitales, la vía para solventarla, cuando los dólares del comercio exterior no son suficientes. Pero el riesgo país[22], más allá de la reciente baja, se mantiene en niveles muy elevados, alejando la chance de un pronto retorno a los mercados internacionales de crédito. Ya unos meses atrás, el banco Morgan Stanley había asestado un golpe demoledor a esa estrategia, al mantener a la Argentina en la categoría de mercado “standalone”, la peor de todas.
Por su parte, las inversiones extranjeras directas con las que fantasea Milei, como antes Macri, -que a lo sumo podrían aportar dólares en forma transitoria, porque siempre terminan llevándose muchos más de los que ingresan- siguen muy alejadas de la realidad, incluso a pesar de las extraordinarias condiciones de privilegio que otorga el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI). A su vez, un dólar “barato” fomenta la salida de capitales y no precisamente el ingreso. Hasta el momento, la única “lluvia de inversiones” ha sido la de los capitales especulativos, de la mano del “blanqueo” del año pasado y de la bicicleta financiera.
La actividad económica tampoco flota
Entretanto, la actividad económica tampoco flota: se hunde. Venía estancada desde principios de 2025, y ahora la economía ha vuelto a sumergirse en la recesión.
Cabe destacar que, en lo que va de este gobierno, los únicos sectores de la economía que se expandieron -al menos significativamente- fueron el agropecuario (respecto de un año 2023 de sequía), la minería y la intermediación financiera. Por el contrario, la caída de la industria y de la construcción, con relación al ya recesivo 2023, han repercutido en la dinámica del empleo, con 35 mil y 61 mil trabajadores formales menos respectivamente que al inicio de la gestión[23].
Por el lado de la demanda, el consumo popular, dado el drástico recorte del poder adquisitivo de los ingresos populares, permanece bien por detrás de 2023. La inversión registró una caída trimestral en abril-junio, especialmente en el segmento de origen nacional, y también vuelve a situarse significativamente por debajo de 2023.
La recesión podría contribuir a moderar un poco el déficit de las cuentas externas (centralmente, menos importaciones por menor actividad económica), pero a costa, naturalmente, de empeorar aún más la dinámica del empleo y de los salarios, así como la situación de las pequeñas y medianas empresas, con un mercado interno cada vez más reducido.
De todos modos, seguramente habrá noticias en el plano cambiario luego de octubre, si es que la térmica no termina de saltar antes. Además, el gobierno planea profundizar el ajuste después de los comicios, procurando avanzar con las reformas impositiva, laboral y jubilatoria, en acuerdo con el FMI.
La dinámica de las cuentas externas, y como resultado, de las reservas del BCRA, es crucial para un país dependiente como el nuestro, porque estas constituyen el respaldo fundamental del peso. Históricamente, las crisis económicas en la Argentina se han manifestado, en general, en ese terreno -las “crisis de balanza de pagos”-, cuyo punto culminante se da cuando los capitales imperialistas y sus socios locales inician una corrida masiva contra la moneda nacional con el objetivo de realizar sus jugosas ganancias en dólares y fugarlas al exterior. Proceso que termina en devaluaciones abruptas (porque se agotan las reservas para afrontar la corrida), con todas las implicancias negativas que esto tiene en materia inflacionaria, y por ende, sobre los ingresos populares y la pobreza.
Esto no significa que en la Argentina no hayan ingresado y sigan entrando muchos dólares a través del comercio exterior, pero siempre terminan resultando insuficientes para financiar los pesados tributos que paga el país por la dependencia, que Milei agrava al extremo.
Esta política económica de desregulación, liberalización del comercio exterior y de los flujos de capital, endeudamiento externo y salarios miserables, que a su vez intenta avanzar en la pulverización de la legislación laboral, la reforma del sistema jubilatorio y las privatizaciones, ya se aplicó de lleno durante la década del 90, y Milei pretende llevarla al extremo. Los resultados son conocidos. Ese programa económico terminó implosionando, provocando la peor crisis económica y social que sufrió nuestro país; y el pueblo, con el Argentinazo, por primera vez en la historia echó a un presidente hambreador y entreguista.
[1] Recordemos que la Argentina mantiene un swap (intercambio de monedas, para fortalecer las reservas) con China, equivalente a unos USD 18.300 M. ¿Estará entre las futuras condiciones de EE.UU. darlo de baja?
[2] “Inmediatamente después de las elecciones, comenzaremos a trabajar con el gobierno argentino en los pagos de capital”.
[3] Esto se denomina apreciación cambiaria o del tipo de cambio real (TCR). En su versión multilateral (la más abarcativa), el TCR mide el precio relativo de los bienes y servicios de nuestra economía con respecto a los de sus principales socios comerciales (una vez expresados en la misma moneda). Cuando el TCR se aprecia mucho, se suele afirmar que la Argentina está “cara en dólares”; lo cual estrictamente implica una apreciación del tipo de cambio real bilateral con EE.UU. Con distintas magnitudes, el TCR bilateral y el multilateral comparten una dinámica común, dado el fuerte peso de EE.UU. en el comercio exterior argentino.
[4] Dólar contado con liquidación (CCL) y Mercado electrónico de Pagos (MEP). La compra y venta de estos dólares paralelos, legales, se realiza a través de la Bolsa de valores, con bonos que cotizan tanto en pesos como en dólares. Quienes buscan dolarizarse por este canal, compran bonos en la rueda pesos y los venden en la rueda dólar, ya sea en el mercado local (dólar MEP) o en el exterior (dólar CCL).
[5] Esta estrategia fue ensayada, entre otros períodos, por Martínez de Hoz en la última dictadura y durante el régimen de la Convertibilidad en la década del 90.
[6] Ciafardini, Horacio. “La Argentina en el mercado mundial contemporáneo”; “Inflación y políticas antiinflacionarias”. En “Crisis, inflación y desindustrialización en la Argentina dependiente”. Editorial Agora, año 1990.
[7] Esta consistía en la fijación pautada del tipo de cambio, con un cronograma descendente de la tasa de devaluación, que funcionaba en los hechos como un seguro de cambio para los especuladores, dado el compromiso del Estado de vender dólares a quien los ingresara de acuerdo al tipo de cambio establecido en la “Tablita”. Caputo -aunque no formalmente- preanunció un ritmo de devaluación del peso del 2% mensual durante todo el 2024, que se redujo al 1% a principios de 2025, muy por detrás de la inflación y de las tasas de interés locales, dinámica que duró hasta la modificación del esquema cambiario en abril.
[8] Como parte de esta liberalización, en junio de 2025 el gobierno eliminó el plazo mínimo de permanencia para los capitales del exterior, aumentando los incentivos para las inversiones especulativas de corto plazo.
[9] Decreto 179/2025. Incluye un plazo de hasta diez años para el reembolso del capital del préstamo, con un período de gracia de cuatro años y seis meses.
[10] Si bien el programa con el FMI que rigió durante el gobierno de Alberto Fernández cubría los vencimientos de capital, la Argentina continuó pagando puntualmente los intereses: en total, USD13.968 M desde que Macri acudió al Fondo. Hasta 2035, según el cronograma vigente, la Argentina habrá desembolsado por ese concepto casi USD 29.000 M, monto que equivale a un 50% de la deuda actual con el organismo internacional.
[11] Esto a diferencia del programa previo, que rigió entre los años 2022 y 2024, en el cual los desembolsos del FMI -sujetos al cumplimiento de metas monetaria, fiscal y de reservas- eran exclusivamente para cubrir los vencimientos de capital con el Fondo. De hecho, esta vez el préstamo ingresó en divisas (principalmente dólares) y no en DEG como en aquella ocasión. Los DEG son un activo de reserva internacional emitidos por el FMI, cuyo valor se basa en una canasta de cinco monedas (dólar, euro, renminbi chino, yen japonés y la libra esterlina de Gran Bretaña).
[12] En este esquema, el BCR asume el compromiso de intervenir para mantener el dólar dentro de las bandas; comprando si cae por debajo del límite inferior o vendiendo si sube por encima del límite superior. De todos modos, se aclaró que el BCRA podría eventualmente intervenir también dentro de la banda.
[13] La liquidación de divisas al dólar CCL consiste en comprar bonos argentinos en el exterior con dólares y venderlos en el mercado local en pesos.
[14] La balanza de pagos resume sistemáticamente las transacciones económicas entre los residentes de un país y el resto del mundo. En otras palabras, refleja las cuentas externas de un país. Se compone de la cuenta corriente y de la cuenta capital y financiera; como resultado arroja la variación de las reservas internacionales en poder del BCRA. El resultado de la cuenta corriente depende centralmente del saldo comercial de bienes y servicios, de la remisión de utilidades y dividendos de empresas al exterior, y del pago de intereses de la deuda externa pública y privada en moneda extranjera.
[15] Esta desafortunada expresión ya merece un lugar entre las frases más icónicas de los ministros de economía argentinos, junto a otras de la talla de “Hay que pasar el invierno”, “El que apuesta al dólar pierde” o “Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo”.
[16] Hubo una rebaja de retenciones que inicialmente iba a ser transitoria hasta fin de junio, pero luego se efectivizó en forma permanente.
[17] El índice de precios al consumidor utiliza ponderaciones de los distintos bienes y servicios que han quedado muy desactualizadas, ya que corresponden a la Encuesta Nacional de gasto de los hogares del año 2004. Muchos de los precios que más subieron, correspondientes a distintos servicios, conservan un peso inferior al que deberían tener en la actualidad.
[18] Fracción de los depósitos de los bancos inmovilizados en el BCRA.
[19] Cabe recordar que el citado préstamo del FMI debería cubrir vencimientos de deuda con el Fondo en los próximos cuatro años, junto con unos USD 6.300 M que, de acuerdo al cronograma vigente, ingresarían durante ese período.
[20] Estrictamente, el préstamo del FMI es una deuda del Tesoro Nacional y no del BCRA. Recordemos que con el dinero ingresado, el gobierno canceló letras intransferibles en dólares que le había colocado en gestiones anteriores al BCRA. Ahora supuestamente “capitalizaba” al BCRA. Por eso, Milei sostenía que con el nuevo acuerdo la deuda pública no aumentaba, dado que el Tesoro reemplazaba deuda con el BCRA por deuda con el FMI. En primer lugar, se incrementó la deuda del Sector Público Nacional Consolidado (que incluye al Tesoro y al BCRA, entre otros). Por otro lado, se reemplazó deuda intra sector público bajo legislación local, mucho más administrable y con una tasa de interés muy inferior, por deuda externa bajo legislación extranjera, con un acreedor externo privilegiado que no admite reestructuraciones e impone severos condicionamientos a la política económica local.
[21] También vencen unos USD 4.100 M (capital e intereses) por año en 2026-2027 con otros organismos internacionales, que se asume se podrían refinanciar directamente. En cuanto al FMI los vencimientos son de unos USD 4.300 M en 2026 y de USD 7.500 M en 2027 (capital e intereses), pero según el programa actual hay desembolsos previstos por USD 1.900 M y USD 1.750 M respectivamente.
[22] El Riesgo País es una medición elaborada por el Banco JP Morgan y determina la tasa adicional de interés, por sobre la de los bonos del Tesoro Estadounidense, que debe pagar el país para tomar deuda en el exterior.
[23] Caída registrada entre noviembre de 2023 y junio de 2025 en las series sin estacionalidad. Datos oficiales de la Secretaría de Trabajo.