Por Berta Aronowicz*
El 18 de enero se cumplió un año del asesinato de Fernando Báez Sosa[1], de 18 años, a manos de una patota de jóvenes que eran parte de un equipo de rugby. Traer hoy al debate el hecho sucedido por aquel entonces en Villa Gesell, no sólo tiene el sentido del requerimiento de aplicar la justicia necesaria; buscamos contribuir a desentrañar el origen de una crueldad sin límite alguno, aparentemente sin sentido, de seres humanos, en este caso con el plus de ser jóvenes. Quisiéramos aportar a pensar las condiciones necesarias para que hechos semejantes no se repitan.
El asesinato de Fernando nos indigna, nos interpela y nos alerta ya que no lo vemos como un hecho aislado sino como un emergente de la construcción y naturalización de una matriz subjetiva indeseable en una Argentina hoy azotada por una pandemia mundial y que ya venía agobiada por la pobreza, el desempleo, el endeudamiento. Y también con el crecimiento de un tipo de sucesos denominados “de inseguridad”.
En el actual contexto “globalizado” de predominio del individualismo y desprecio hacia los otros, de fractura de las identificaciones y fragilización de los sujetos, la patota busca refugio en la unidad fusional y encuentra el sentido de la vida en el asesinato de un semejante al cual se niega a ver como tal.
El asesinato de Fernando, nos pone de cara a una situación verdaderamente siniestra que es antagónica con la existencia humana.
Los interrogantes que nos hicimos hace un año siguen vigentes. ¿Cuáles son los móviles que empujaron a esta patota a un crimen por el cual exteriorizan satisfacción? ¿Qué proporciona esa satisfacción? ¿Cuáles son las condiciones de la subjetividad que movilizan a sus autores? ¿Fue siempre así? ¿Cómo hemos llegado a esto?
Para intentar comprenderlo necesitamos, en primer término, situarnos en las condiciones objetivas que lo posibilitan. Consideramos al sujeto productor y producido por un sistema socio histórico y simbólico. En sus orígenes el homo sapiens sapiens no se extinguió porque la cooperación prevaleció sobre la competencia, sobre la rivalidad y cada uno dejó de proveerse el alimento para sí mismo para hacer un acopio de frutos que sería utilizado por el conjunto, por la horda primitiva. En un largo proceso el trabajo y junto al mismo el lenguaje hicieron humano al hombre.
Transcurrieron los tiempos y las sociedades humanas se hicieron más complejas. A las formas comunitarias de producción y distribución sucede la propiedad privada. Esto ocurre a partir de que el trabajo produce excedente. Se gestan entonces en el orden social clases opresoras y clases oprimidas, se gesta también el patriarcado que coloca a los hombres en un lugar de opresión sobre las mujeres, lugar profundamente internalizado y en contra del cual se movilizan en la actualidad millones de mujeres de todo el mundo.
Algunas generaciones que tuvimos el privilegio de vivir durante el siglo XX, fuimos testigos de una época de revoluciones sociales y nacionales, incluso con elevadas experiencias en el modo de producción y distribución que demostraron no ser una utopía, pero fueron derrotadas.
Se produjo la unificación capitalista de los mercados. Las clases dominantes de distintos países y las potencias imperialistas se engolosinaron y descargaron todo su poder sobre las clases oprimidas y sobre los países oprimidos.
Hoy profundas crisis vuelven a sacudir a las grandes potencias en sus cimientos y las masas populares son también víctimas de lo que Ana Quiroga denominó “Terror de inexistencia”, producido por el crecimiento masivo de la pérdida del trabajo, organizador principal de la vida cotidiana, por la destrucción de la familia, por el deterioro del sistema educativo y del de salud, agudizado por la pandemia que asola al mundo entero.
El crecimiento ideológico del individualismo que conlleva un debilitamiento del sujeto y en el marco del incentivo de la meritocracia, de la cultura de la fama como sinónimo del éxito, de la rivalidad ilimitada, del ninguneo profundo de las necesidades humanas incrementa la violencia, los ataques de pánico, las depresiones, el alcoholismo, el crecimiento cualitativo de la drogadicción deliberadamente impulsado por una política que alienta al narcotráfico, proceso ya iniciado durante la dictadura del 76. Ese crecimiento fue facilitado o impulsado por todos los gobiernos desde ese entonces. Y estimula que hoy, pibes de las clases populares se transformen en “soldaditos”.
El pueblo argentino tuvo respuestas históricas a las políticas de la globalización que permitieron entre otras cosas la unidad en la lucha de trabajadores ocupados, desocupados y jubilados, lo cual tuvo efectos beneficiosos también sobre sobre el sentimiento de dignidad de estos sectores, lo cual fue fundamental para que los trabajadores desocupados no pudieron ser utilizados contra los ocupados.
La derrota de los procesos avanzados de producción y distribución, así como la unificación de los mercados bajo el signo del capitalismo generaron profundo escepticismo en diversos sectores que dieron por perdidos principios de la lucha contra las desigualdades extremas que vivimos y a su vez fueron seducidos por la globalización.
Se desarrollaron con fuerza ideas y sentimientos que menosprecian al pueblo.
La estigmatización de todos los y las consideradas inferiores por origen de clase, de raza o de género ha sido siempre un instrumento poderoso que opera sobre la subjetividad.
Las características del asesinato de Fernando muestran que vivimos una etapa en la que ese desprecio, no sólo puede llegar a la crueldad del crimen, sino a la peligrosa exacerbación de la naturalización de esos actos.
Durante el macrismo, la doctrina Chocobar hizo su aporte a la legitimación de actitudes violentas por parte de quienes se ubican en la categoría de “superiores”
El mundo de la meritocracia
Byung-Chul Han denuncia el horror al vacío y al aburrimiento, la saturación de lo positivo en un mundo que ya no tolera rastro alguno de negatividad. En su diagnóstico se propagan males como la depresión, los trastornos de atención y el suicidio. Patologías que se extienden como una epidemia desde comienzo de siglo y tienen como denominador común desatar una guerra al interior de cada individuo quien, fatalmente, terminará luchando contra sí mismo (1)
No casualmente millones de personas en el mundo fueron atraídas por la película El guasón que es ejemplo paradigmático del intenso sufrimiento, de la soledad profunda, de la internalización de la obligación de negar el dolor riéndose compulsivamente y con el crecimiento de la humillación, el rencor y la ausencia de un rumbo mejor se generan condiciones que convierten al personaje en asesino e incluso “justiciero”.
Divide y reinarás
La psicología social yanqui estudió hace tiempo a las pandillas. ¿Qué características tienen? Dice Ana Quiroga, retomando ese estudio: La pandilla es un grupo fusionado, violento. Puede no ser violento en la acción, pero es violento en el pensamiento, o en la cerrazón, en la falta de apertura hacia otros, en el fundamentalismo en última instancia. Porque está sustentado en la fragilidad del yo y en el empobrecimiento del yo en los integrantes. No son grupos que favorecen el desarrollo de sus integrantes. La pertenencia no da lugar al crecimiento”.
Pero la batalla ideológica que pugna por fragmentarnos desde todo lo que sea posible es condición indispensable para que la política imperialista avance en la depredación de conquistas históricas que tuvimos los argentinos/as, para avanzar sobre tierra arrasada, y negarnos otros derechos comunitarios. Necesitan que internalicemos que cualquier “otro”, en realidad un semejante, es un enemigo en potencia.
Esta política practica un lema: fragmentar, fragmentar y fragmentar. Trabajan basándose en la heterogeneidad de intereses de los grupos sociales populares.
Pero esos sectores que responden a las clases dominantes, alientan el desprecio a la posibilidad de identificarnos con los sufrimientos de otros, de autoculpabilizarnos por no obtener aquello que nos corresponde y por lo que luchamos denodadamente, dañando así nuestra dignidad. Estimulan, utilizando todo su poder y la experiencia adquirida en el colonialismo el enfrentamiento entre distintos sectores del pueblo confundiendo amigos o aliados con enemigos.
¿Por qué?
Porque Argentina, nuestra Argentina es un país bi continental. No sólo somos sudamericanos. También un somos dueños de un Sector de la Antártida. Contamos con inmensos recursos naturales y humanos, heredados de tiempos mejores y estamos hoy inmersos en la miseria, producto de la disputa que vienen desarrollando potencias que quieren arrebatarnos todo. Todo. Desde la ubicación geográfica hasta el litio y el agua dulce.
Pero para ello necesitan horadar los avances que ha dado nuestro pueblo que con denodados esfuerzos dio grandes pasos para unirse contra la política de tierra arrasada.
Otros elementos sobre la subjetividad
En estas condiciones lo dominante en la sociedad es intentar formar a sus jóvenes en el sentimiento de que quienes pertenecen a los estratos más altos se sientan superiores y orgullosos de ello e incluso impunes por despojarse o no tener, no poseer, la capacidad humana de identificarse ya sea con los sufrimientos y el dolor de quienes viven en condiciones inferiores o son “negros de mierda”. Y tienen que demostrar su condición de “machos superiores”. El padre de Wanda Taddei (2) expresaba que a la salida de los boliches son varones los que participan de este tipo de acciones. En ese entrenamiento requieren de la unidad fusional de la patota. En la conducta de este grupo aparece junto a la idea de impunidad la necesidad de demostrar- y demostrarse- que cumplen con esas condiciones. Por eso les resultó tan importante la filmación y todas las evidencias exhibidas de su conducta.
Quienes no son hijos de sectores dominante por su origen pero los tienen como modelo, renegando de su origen, incorporan el mecanismo de identificación con el agresor estudiado por W. Reich en el nazismo.
Existe otra cara
Esta es una cara del proceso de nuestra Argentina.
Pero hay otra. Nuestro pueblo tiene una historia heroica y también sabia de movilizaciones como las que libramos contra la dictadura más asesina de nuestra historia. Esas luchas encabezadas por las Madres de Plaza de Mayo tienen vigencia en las generaciones actuales que continúan librando batallas por la restitución de los hijos de los desaparecidos, También tienen permanencia las instituciones que levantan las banderas contra la impunidad.
Los 24 de marzo de cada año constituyen una demostración de la masividad de la memoria popular y de que no somos indiferentes ni pasivos.
Las luchas por trabajo y justicia son parte de nuestra vida cotidiana.
Todo eso a pesar del esfuerzo de los grandes medios por hacernos sentir que somos un pueblo sin memoria, sin dignidad y sin valor.
Y hoy grandes masas continúan movilizándose incesantemente contra crímenes como el de Fernando, desplegando multitudinarios Pañuelazos y luchas contra los femicidios, aún en el marco de las duras condiciones que impone la Pandemia.
La condición humana
En nuestros orígenes el trabajo nos hizo humanos. La deshumanización no está en nuestros genes. No queremos que la soledad, la humillación y el despojo de la condición humana sean parte de nuestras vidas. Para que se genere el orden histórico social y simbólico que lo haga posible es condición necesaria restituirnos en nuestro carácter de sujetos productores, lo cual significa que podamos reconocernos en la belleza de nuestra producción individual y/o colectiva, pero siempre expresión de nuestros vínculos.
Vínculos en los cuales hombres y mujeres encontremos en los otros, no la limitación de nuestras libertades, no el martirio de la opresión, sino la maravillosa posibilidad de nuestra realización humana.
(1) Ignacio Navarro
(2) Wanda Taddei joven asesinada por su esposo Eduardo Vázquez, ex baterista de Callejeros
* Berta Aronowicz es licenciada en Psicología (UBA) – Psicóloga Social Egresada de la Escuela que dirige Ana Quiroga, cursó la Maestría en Psicología Social en la U.N.Tucumán. Experiencia de trabajo comunitario. (Cromagnon, Alcoholismo en el puerto de Bs.As, adicciones) Actualmente se desempeña con personal de Salud del Hospital Ramos Mexia en atención psicológica. Participo en el Comité Solidario de Emergencia de la Comuna 3 de CABA:
[1] La presente nota es una actualización de la que fuera publicada – en febrero del 2020- en en el Facebook de la Asociación de Profesionales de la Psicología Social (APPSA)