Categorías
Inicio Latinoamerica & el Mundo Política

Apuntes guía para la elección de Estados Unidos

*Por Matías Rodríguez Gianneo

El próximo martes 5 de noviembre se llevarán adelante las elecciones de Estados Unidos, en esta nota abordamos las siguientes cuestiones ¿cómo es la elección y qué Estados la definen? ¿qué diferencias y similitudes existen entre Kamala Harris y Donald Trump? ¿qué implicancias tiene para América Latina?

Las elecciones en Estados Unidos han sido casi un film, en pocos meses el actual Presidente Joe Biden se candidateaba a la reelección por el Partido Demócrata con notables signos de desgaste físico y cognitivo, el mundo digital lo virilizaba. El expresidente y candidato actual republicano Donald Trump, que anteriormente no había reconocido los resultados electorales de 2020 y había instado a sus seguidores a tomar el Capitolio, era declarado culpable de 34 delitos en un histórico juicio en Nueva York, y en plena campaña el pasado 13 de julio a las 18:13hs, mientras ofrecía un discurso en la localidad de Butler, un disparo le rozó la oreja y rodeado por el servicio secreto y con la bandera por detrás levantó al puño con su rostro ensangrentado, y gritó “Fight, fight…fight”, más Hollywood imposible. Luego, Biden presionado por una elección que se contaba como perdida, decide dar un paso al costado y le deja el lugar a Kamala Harris, su vicepresidenta, y los demócratas vuelven a estar en carrera, los aportes de campaña llegan a 1.000 millones de dólares en poco tiempo. Hoy las encuestas dan un empate técnico. A quien no le atraigan estas elecciones, no le gusta o el cine o no le gusta la política. La injerencia de la vida de Estados Unidos sigue siendo decisiva, el gendarme del mundo elige liderazgo para los próximos cuatro años. Más allá de que su esencia imperialista es política de Estado, la elección define como se llevará adelante y que rumbo interno tomará ante los desafíos geopolíticos crecientes.

¿QUÉ SE ELIGE? ¿CÓMO SE ELIGE?

En unas elecciones muy reñidas entre la estructura del bipartidismo estadounidense se define la presidencia y vicepresidencia, 435 bancas de la Cámara de Representantes, 34 del Senado (un tercio cada 6 años), esta cámara es clave ya que aprueba el presupuesto federal, el nombramiento de ministros y los miembros de la Corte Suprema. Y también se eligen 11 gobernaciones, fiscales generales, comisarios de agricultura y decenas de alcaldías.

El voto en Estados Unidos no es obligatorio. Otra particularidad es que la elección no gana quien obtiene más votos, sino quien consigue mayor cantidad de delegados en el Colegio Electoral. No olvidemos que en la elección de 2016, que le da el triunfo a Donald Trump, Hillary Clinton sacó alrededor de 3 millones de votos más, pero menos electores (delegados). La otra peculiaridad es que, con excepción de Maine y Nebraska, en cada Estado el partido más votado se lleva a todos los delegados al Colegio Electoral (winner catch all), más allá de los porcentajes.

Con un total de 538 delegados elegidos en los 50 Estados (más la capital, el Distrito de Columbia que se le asignan 3 electores.), cada distrito electoral tiene una cantidad de delegados proporcional al número de habitantes, más 2, que son los Senadores. Por ejemplo, el Estado más poblado que es California (38.965.193 habitantes) tiene 52 delegados más 2, o sea, 54; Wyoming es el menos poblado (584.057 habitantes) tiene 1 delegado más 2, en total 3. Los Estados con más delegados, junto a California (54), son Texas (40), Florida (30), New York (28). 

En caso de empate, 269-269, en un procedimiento basado en la 12va Enmienda (de 1804), es la nueva Cámara de Representantes quien elige al próximo presidente, y el Senado al vice. Por lo tanto, el número mágico es 270, que son los electores (delegados) que definen quien se queda con presidencia, principalmente en 7 Estados, llamados swing states. Que con sus 93 votos pueden dar la victoria a uno u otro sector. El resto de los votos parecen asegurados porque los Estados restantes se mueven sin grandes sorpresas, se calcula que Kamala Harris-Tim Walz tienen asegurados 226, mientras que la formula Donald Trump-J.D Vance tendrían 219. Por ejemplo, se sabe que California vota demócratas ininterrumpidamente desde 1992, y Texas republicanos desde 1980. Con lo cual, los 93 electores restantes repartidos en estos 7 Estados son la clave de la elección.

LOS ESTADOS PENDULARES (SWING STATES)

Por un lado, se encuentran los tres estados que forman el “Cinturón de óxido” (Rust Belt), es una región del Nordeste y Medio Oeste que rodea los Grandes Lagos antes conocida como el “cinturón de acero” o “cinturón Manufacturero”, que ha sufrido un marcado proceso de decadencia industrial y económica a partir de los años 1970. Fue el corazón industrial en el auge de la etapa fordista norteamericana por su gran abundancia de acero, carbón y agua, se combinaron para establecer en la zona grandes fábricas de industria pesada, maquinaria especializada y automotriz. Allí se montaron obras de infraestructura a gran escala como el Canal de Erie que conectaba esta zona con el Océano Atlántico que abarataba costos en el traslado de mercancías y mano de obra. También la expansión del sistema ferroviario.

La decadencia vino con la globalización y la búsqueda de abaratar costos vía superexplotación de la mano de obra en otros países (con salarios más bajos y escasas leyes de protección laboral) y sin normas ambientales, lo que luego serán las cadenas globales de valor. Un proceso de décadas que cambio la composición de la clase obrera norteamericana. Con la reducción en el número de obreros industriales altamente calificados y bien pagos, y el aumento de la cantidad de trabajadores no calificados, con bajo nivel salarial, en el sector de servicios, se desarrolló una “MacDonalización” de la economía norteamericana[1].

Esto inició el declive del “cinturón del acero” convirtiéndolo en el del “óxido”, liquidando las potentes industrias siderúrgicas y carboníferas, y también, en la “Santísima Trinidad” de las automotrices de Detroit: Chrysler, General Motors y Ford. Esas ciudades combinaron deslocalización industrial y automatización, provocando desempleo, pobreza y migraciones masivas, con la consecuente disparada de los crímenes y la delincuencia. El paradigma de esta decadencia es Detroit que pasó de 1.849.568 habitantes en 1950 a 639.111 habitantes en 2020, donde quedaron un tercio de las viviendas abandonadas y una ciudad fantasma.

Detroit, ciudad industrial abandonada

Esta fue una región clave en el triunfo de Trump de 2016 cuando los denominados trabajadores “de cuello azul” (blue-collar workers) con su retórica proteccionista-industrialista se volcaron al magnate out-sider, pero en 2020 desencantados volcaron hacia Joe Biden. La apuesta de Trump sigue siendo la misma: negar el cambio climático, critica al globalismo y apuntar a restablecer esa industria, que choca con la de Kamala Harris de acabar con los coches de combustión fósil en favor de los eléctricos antes de 2035. Según los trumpistas esto empoderará a China que tiene tecnología de punta y terminará de liquidar a EEUU.  

Michigan (15 delegados), Pensilvania (19), Wisconsin (10) son los tres Estados claves, y la principal cuestión es la economía.  

Pensilvania tiene una población conservadora, que enfrenta el declive económico postindustrial del Cinturón del Óxido, que convive con grandes ciudades como Filadelfia y Pittsburgh, de ascendencia más progresistas. Ningún demócrata ganó una elección desde 1948 sin ganar en Pensilvania. Allí juegan un rol fundamental los votantes latinos, que es la población que más ha crecido en la última década. La mayoría tienen raíces en Puerto Rico (más de 472.000, según el último censo) y República Dominicana. Esto también se puede constatar en la elección nacional: el número de latinos representa el 14,7% del padrón total, es decir 36,2 millones habilitados para votar (4 millones más que en 2020). Está por verse si la retórica antinmigrante y las amenazas de realizar “la mayor deportación de inmigrantes” por parte de Donald Trump juega en esos votos. En la última semana, en uno de los mítines de cierre de campaña de los republicanos en el Madison Square Garden, de New York, el comediante Tony Hinchcliffe, a instancias de Trump, aseguró que “hay una isla flotante de basura en medio del océano en este momento. Creo que se llama Puerto Rico”, se enlaza con toda la narrativa trumpista que ubica a los latinos como “delincuentes” o “violadores”.

Michigan es el estado con la mayor población árabe-estadounidense del país. Y nos puede servir de ejemplo para abordar el impacto de la política exterior en Medio Oriente. Entre los votantes árabe-estadounidenses, el apoyo a Harris se ha desplomado a medida que prosigue el sostenido apoyo de Estados Unidos al genocidio que lleva adelante Israel en la Franja de Gaza, e incluso parece que Kamala Harris es consciente de que podría costarle las elecciones, pero acepta perder antes de cuestionar el apoyo de Estados Unidos a Israel; grandes consensos lo llaman. Para el establishment demócrata, sostener a su principal aliado en Oriente Medio es más importante que la elección. Y no es que Trump sea menos sionista, ambos lo son. Pero esos votantes pueden optar por no participar. Restando votos activos para los demócratas. Este tema también impacta en los sectores medios del progresismo y en las capas estudiantiles, como vimos en las grandes tomas de universidades de mayo[2]. Es evidente la preocupación, el ala izquierda de los demócratas encarnada en la figura de Bernie Sanders, se vio forzado a jugar a través de dos videos para intentar contener la fuga de votos descontentos por el genocidio en Gaza: “Entiendo que hay millones de estadounidenses que están en desacuerdo con el presidente Biden y la vicepresidenta Harris acerca de la terrible guerra en Gaza. Soy uno de ellos“. Se dirigió a sus, más de 15 millones de seguidores de X, centralmente con dos argumentos: la promesa de que “después de que Kamala Harris gane, haremos juntos todo lo posible para cambiar la política estadounidense hacia Netanyahu“. Y que la alternativa es peor: “Trump y sus amigos de derecha son peores (…) Netanyahu preferiría a Trump“.

https://x.com/BernieSanders/status/1851040553745432775

Realidad similar vive Wisconsin entre los descartados por la desindustrialización, grandes ciudades como Milwaukee, tradicional bastión demócrata y zonas rurales de granjas lecheras y pequeñas fábricas, donde Trump ha demostrado ser muy popular.

En el “cinturón del sol” (Sun Belt), los tres Estados péndulo son Arizona (11); Georgia (16) y Nevada (16). En 2020 Biden ganó en Arizona y Georgia. En Arizona, la población ha crecido sostenidamente desde 1990 se ha duplicado hasta llegar a los 7,4 millones, y un tercio son latinos. Siendo un estado fronterizo, con 600 km con México, se prevé que la inmigración sea uno de los grandes temas. Arizona solía ser bastión republicano, hasta que Biden lo ganó en 2020. Otro tema clave es el aborto, los republicanos aspiran a recuperar una ley de 1864 que lo prohibía. Nevada tiene una realidad similar con un 28% que son latinos. En Georgia uno de cada tres habitantes son afroestadounidenses, que históricamente votan por los demócratas, mientras, que la población blanca rural y los evangélicos son uno de los motores principales del Partido Republicano. En 2020, Biden se convirtió en el primer demócrata en ganar Georgia en casi 30 años, el anterior había sido Bill Clinton en 1992. 

Por último, Carolina del Norte que péndula, en parte, por sus características demográficas: en primer lugar, la población afroestadounidense del 21% de los ciudadanos en edad de votar, frente a un 12% a nivel nacional es de enorme importancia. Este electorado tiende a favorecer a los demócratas. Según las encuestas a boca de urna en 2020, mientras a nivel nacional Biden obtuvo el 87% del voto negro, en el Estado logró acaparar el 92%. Esto contrasta con otra realidad: su amplia población rural, equivalen a un tercio de los habitantes (3,4 millones de personas), y estos han evolucionado hacia un voto cada vez más republicano. Un dato es que ningún candidato demócrata a la presidencia se ha impuesto en Carolina del Norte desde Barack Obama en 2008.  Los ojos del mundo estarán en estos 7 estados el próximo martes 5 de noviembre.

Fuente: The New York Times

TRUMP/HARRIS DISTINTOS, NO TAN DISTINTOS

Estados Unidos ha compensado su creciente pérdida de influencia económica en las últimas décadas con su poderío militar, y a pesar de ser la principal potencia, le es absolutamente imposible dominar el mundo directamente.  Y a pesar de ser la principal potencia económica mundial, esto no parece estar claro de cara al futuro. Las tendencias históricas ubican un declive relativo. Aunque no hay que apresurarse a afirmar un eminente colapso, sino una pérdida de la hegemonía construida pos caída del Muro. Hay áreas donde han marcado su preminencia. En primer lugar, es la primacía del dólar como patrón de cambio mundial desde los acuerdos de Bretton Woods, que hoy comienzan a ser cuestionados principalmente por los BRICS. El liderazgo científico-tecnológico sigue siendo significativo, tiene su punta de lanza en Silicon Valley, que luego de los atentados a las Torres y el giro en seguridad pasaron a liderar en tecnologías de la comunicación y de la información. En energía, el petróleo y el gas estadounidense ha tenido un significativo repunte: de 4 millones de barriles diarios en 1940, su producción pasó a 9,6 millones en 1970, para volver a caer a sólo 5 millones en 2008, para 2019, poco antes de la guerra en Ucrania, alcanzó los 12,2 millones de barriles gracias al fracking, sin convertirse en un exportador de peso, ha dejado de importar[3]. El Gas a pasado de 489.000 millones de m3 anuales en 2005 a 934.000 millones en 2021. Es el segundo exportador mundial de gas, después de Rusia. Gracias a la guerra y el corte de Rusia/Europa, se convirtió en el primer exportador mundial de gas licuado.

Pero el software y la energía no pueden subsanar la caída en la industria tradicional. La “globalización”, o más precisamente la internacionalización de la producción y los patrones de acumulación capitalista, deslocalizaron industrias e inclinaron a la transformación hacia un Estados Unidos financiero, que es una sombra del corazón industrial que supo ser. En 1928, su producción industrial representaba el 44,8% de la producción mundial, en 2019, había caído a 16,8%. China, en 2013, ya había superado a Estados Unidos como mayor país exportador y, en 2020, se convirtió en el principal socio comercial de la Unión Europea, en lugar de la potencia norteamericana, lo que expresó un profundo cambio geoeconómico mundial. Estados Unidos también perdió el primer lugar como principal plataforma industrial mundial: en 2019 su PBI industrial como dijimos fue de 2.3 billones de dólares (16,8 % del total mundial), mientras que el de China llegó a 4 billones de dólares (28,4 %), igual a la suma de Estados Unidos, Alemania y Japón.[4] Aquí está el punto en cuestión: el punto de acuerdo en el conjunto de las clases dominantes norteamericanas es que China representa la principal amenaza (aunque tienen matices en cómo enfrentarla entre la fracción dominante más globalista y la más americanista).     

A grandes rasgos podemos afirmar que lo que comparten Trump y Harris, además de la “amenaza china”, es la política en Medio Oriente y en particular, con Israel, que, a pesar de diferentes declaraciones de campaña, ambos partidos comparten un apoyo al gobierno de Benjamín Netanyahu en su cruzada genocida contra el pueblo gazatí.  Donald Trump ha expresado su islamofobia y, durante su mandato, tomó la decisión de retirar a Estados Unidos del acuerdo nuclear que la administración de Obama había firmado con Irán, donde se prometía el fin de las sanciones a cambio de limitar el programa nuclear iraní. Sin embargo, Trump hizo borrón y cuenta nueva: terminó con el pacto, restableció sanciones y generó nuevamente inestabilidad en la región En 2017 mudó la embajada de Israel a Jerusalén, que continuó con Biden. En 2024, la administración Biden-Harris, aprobó en la Cámara de Representantes, con el apoyo de los neoconservadores 26.000 millones de dólares para Israel y “ayuda humanitaria”. Aquí hay puntos enormes acuerdos en política exterior.

Las grandes diferencias refieren a los organismos e instituciones multilaterales. Trump cuestiona y desprecia al sistema que le diera forma a lo que el llama la decandencia americana desde el G7, G20, Acuerdos de París, la ONU, y con el slogan “american first” juega con la nostalgia de la edad industrial hegemónica norteamericana que el globalismo multilateralista neoliberal habría destruido. También tienen diferencias en la Guerra en Ucrania que llevan adelante desde el gobierno de Biden, para Donald Trump no hace más que acelerar la alianza chino-rusa, así lo expresó en una entrevista con Elon Musk en la plataforma X: “Si eres estudiante de Historia, lo primero que aprendes es que no puedes dejar que Rusia y China se alineen”. Y tienen enormes diferencias en el cambio climático, inmigración y la agenda de derechos civiles.

¿Y EL PATIO TRASERO?

La historia reciente nos muestra que la política de Donald Trump hacia América Latina fue de restablecer el poder de Estados Unidos en América Latina y el Caribe. Esto se vio en la virulencia de su administración hacia Cuba y Venezuela, sumado a su apoyo en la estafa financiera monumental que fue el préstamo del FMI al gobierno de Macri en 2018 para sostenerlo en el gobierno, se combina hoy con una relación estrecha con Javier Milei. A su vez, revitaliza la Doctrina Monroe de “América para los americanos”, aquella doctrina de 1823 elaborada por John Adams y James Monroe sostenía que Estados Unidos no toleraría una injerencia europea en el continente, hoy esa fórmula se repetiría con China. Mientras Estados Unidos pierde relevancia económica en la región, excepto en México, China viene avanzando aceleradamente. El comercio global entre el gigante asiático y América Latina fue de 475.259 millones de dólares en 2023 (280.632 importaciones y 194.627 millones exportaciones). El total de inversiones de origen chino fue de 147.900 millones de dólares, de las cuales 130.100 fueron no-financieras. Ni Trump ni Biden-Kamala lograron revertir esta tendencia cuando gobernaron en los últimos ocho años[5].

LA MONEDA EN EL AIRE, EL MUNDO TAMBIEN

A pesar de que se espera una alta participación, al igual que las elecciones de 2020 que marcaron un record, hay algo que se ha roto hace décadas. Y además de la desconfianza al establishment político, no hay una unidad en los temas centrales de la vida norteamericana. Sumado a que tienen un promedio de 120 armas cada 100 habitantes (no hay igual en el mundo) la idea de una guerra civil poselectoral no es descabellada. Las imágenes de violencia en el Capitolio siguen presentes en el imaginario político.

Un triunfo de Trump le daría fuerza a la ultra derecha mundial, por ejemplo, el presidente Milei lo festejaría.  Un triunfo de Kamala Harris daría fuerza al progresismo al interior de Estados Unidos, pero en política exterior, los dramas bélicos en Medio Oriente o Ucrania seguirán adelante. Es que más allá de los matices la esencia imperialista no varía con ninguna de las candidaturas.

Será cuestión de que el pueblo estadounidense, su clase obrera, su intelectualidad y los movimientos más vitales que han surgido como el Black Lives Matter o los estudiantes contra el genocidio en Palestina cuestionen está esencia, y tome fuerza una crítica y oposición a la política exterior norteamericana, y la opresión clasista y racial que se da puertas adentro y fuera. La elección se da en un contexto de crisis sistémica, donde el ciclo del capital y la acumulación no pudo reencausar el ritmo de crecimiento después del 2008, y que la pandemia y las guerras catalizaron y aumentaron esa tendencia. Se da en medio de una transición histórico-espacial de disputa imperialista, con el ascenso de China y el oriente geopolítico. En síntesis, el panorama general tiñe la elección y el futuro, se da en medio de una crisis de producción y reproducción social, ecológica y de representaciones políticas en occidente. Todas las miradas estarán puestas, la moneda ya está en el aire. Mañana se acaba el turno de los encuestadores, y serán las urnas las que hablen.


[1] Pozzi, Pablo, “La clase obrea norteamericana en la era post Reagan” en Huellas Imperiales, Imago Mundi 2003.  

[2] https://revistalanzallamas.com.ar/rebelion-estudiantil-yankee-contra-el-genocidio-en-gaza/

[3] Todd, Emmanue, “La derrota de Occidente” Ed. Akal, 2024.  Pp. 213-214

[4] La pandemia y la aceleración del declive de Estados Unidos ¿fracasó el intento de hacer a “Estados Unidos grande de nuevo”? por Gabriel E. Merino

[5] https://tektonikos.website/donald-trump-o-kamala-harris-consecuencia-para-nuestra-america/

2 respuestas en “Apuntes guía para la elección de Estados Unidos”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.