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Entre la Internacional y la Marsellesa

*Por Matías Rodríguez Gianneo

En una de las escenas más emotivas de Casablanca, la película de 1942 dirigida por Michael Curtiz, un pequeño grupo de alemanes cantan «Die Wacht am Rhein» (El guardia sobre el río Rin) y Victor anima a la orquesta a interpretar ‘La Marsellesa’, que es coreada en el bar, como símbolo de la libertad ante la ocupación nazi durante el régimen de Vichy. Este domingo escuchamos entonar “La internacional” en la plaza del triunfo del “Nouveau Front Populaire”, a pedido Jean Luc-Mélenchon. Reflejaba un alivio con cuotas de esperanza ante el freno a la ultraderecha francesa.

Las elecciones francesas sorprendieron al mundo y le dieron un golpe, no solo al partido de Marine Le Pen, sino a la internacional de ultraderecha.

UNA VORÁGINE ELECTORAL

A principios de junio Emmanuel Macron convocó elecciones anticipadas tras su derrota frente a la extrema derecha en las elecciones del Parlamento Europeo. Como un intento de frenar el ascenso de Agrupación Nacional de Marine Le Pen.

El triunfo de la ultraderecha en la primera vuelta del 30 de junio prendió todas las alarmas en una Europa donde suenan los tambores de guerra y crece las narrativas xenofóbicas antiinmigrantes, los sectores populares le exigieron a la izquierda la unidad, como una de las condiciones para tener posibilidad de frenar a la derecha que en todos los sondeos daba ganadora. En la primera vuelta electoral la extrema derecha francesa se ubicó como la principal fuerza política del país, con un caudal del 33%, que no había conseguido antes. Y Marine Le Pen y Jordan Bardella, líderes del partido Reunificación Nacional (RN), aseguraban días previos que podían alcanzar la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional.

Para sorpresa de propios y ajenos, por la tarde-noche del domingo 8 de julio, el Nuevo Frente Popular encabezado por Jean-Luc Mélenchon de La France Insoumise, se convirtió en ganador dejando en tercer lugar a Reunificación Nacional (RN) de Marine Le Pen. Desde una tarima rodeado de miles Mélenchon sostuvo que “entre 18 y 24 años son mayoritariamente los electores y las electoras del NFP” y que “fueron los barrios y los obreros los que salvaron a la República”. Dejando una enseñanza a las izquierdas para enfrentar los desafíos del presente y el crecimiento de las derechas extremas: el corrimiento al centro o a la derecha más que garantía de frenó es condición de avance de las derechas. Los sectores democráticos franceses han dado un golpe de envergadura a la ultraderecha del mundo: con unidad, militancia de abajo y un programa radical de justicia social.

POR UN FRENTE REPUBLICANO

El sistema electoral francés tiene algunas particularidades a tener en cuenta. Para conformar el parlamento se eligen 577 diputados (uno por circunscripción) que formarán la Asamblea Nacional.  Este sistema electoral tiene origen en la Constitución de la Quinta República de 1958, cuyo objetivo era evitar la fragmentación estableciendo un sistema de dos vueltas electorales. En la primera vuelta el electorado expresa la verdadera preferencia, y sirve para medir el apoyo inicial de un candidato. Ya que para ganar la diputación debe sacar más del 50% de los votos. En la segunda vuelta solo pueden presentarse quienes hayan alcanzado el primer lugar (menor al 50%) y hayan sacado el 12,5% o más. En muchos casos pasan dos o tres candidatos, lo que en Francia llaman “elección triangular”. El domingo 30 de junio, en la primera vuelta, con el 33% salió primera la fuerza de Marine Le Pen y Jordan Bardella, pero un dato importante fue que la segunda fuerza fue el Nuevo Frente Popular con 28%, en tercer lugar, quedo la fuerza del actual gobierno con 21%, y, en cuarto lugar, los Republicanos que sería la derecha tradicional cuyo último presidente fue Sarkozy sacó 6,57% de los votos.  Pero de los 577 escaños en juego solo se eligieron 76 (39 para RN, 31 para el NFP, 2 para E –Macron- y 4 para grupos minoritarios). Es decir, según el sistema electoral francés la elección seguía abierta y las posibilidades de alianzas y coordinaciones jugaron un papel clave para la segunda vuelta.

La izquierda demostró rápidamente una enorme capacidad de reacción, y ante el adelanto de las elecciones y disolución de la Asamblea Nacional dispuesto por Macron, pudieron armar en pocas horas una coalición: el “Nuevo Frente Popular” (Le Francia Insumisa, Partido Socialista, los Verdes y el Partido Comunista), decidir candidaturas y un programa basado en la justicia social y la justicia ambiental: dentro de los grandes ejes incluyen un aumento del salario mínimo, inversiones en servicios públicos, la derogación de la reforma de las jubilaciones de Macron que pasó la edad jubilatoria de 62 a 64 años, el restablecimiento de los impuestos a las grandes fortunas y el avance hacia una planificación ecológica.

Ante esta realidad de posible construcción de una mayoría absoluta de RN, por iniciativa de los dirigentes del Nuevo Frente Popular, y (más dubitativos en un inicio) por parte de Ensemble de Emmanuel Macron, empezó a tomar forma un llamamiento muy claro a un “frente republicano” que establecieron la estrategia de “las retiradas”. Tanto la izquierda representada por NFP como el oficialismo de Macron pidieron que los candidatos que hubiesen quedado en tercer lugar se retiraran para evitar dividir los votos. Esto permitió polarizar desde dos listas (NFP y E), pasando de elecciones triangulares a elecciones duales, en una especie de frente único electoral democrático o antifascista.

Con esta estrategia electoral más de 200 candidatos de ambas listas (NFP y E) no se presentaron dejando al mejor posicionado para competir con RN. El resultado fue que NFP sacó 182 diputados, E (Macron) 168 y la fuerza de Le Pen sacó 143.

Además de una acertada estrategia electoral se desarrolló una campaña de micromilitancia y movilización desde sindicatos, cartas de intelectuales, artistas, deportistas y movimientos sociales

Otro de los elementos que jugó fue el voto útil de rechazo de RN: es un voto de dique de contención que le exige a la izquierda pasar de la apuesta como rechazo a la afirmación, de la negación a la afirmación para construir una salida a la crisis, las desigualdades y la exclusión que viven millones y que optan por la extrema derecha para golpear al establishment.  La izquierda si no se preocupa de imaginar un después, es decir una opción de futuro que rompa con el actual estado de las cosas, y opta por la dinámica de la negación al avance de la derecha corriéndose al centro, le deja el terreno libre a la llegada la ultraderecha con su agenda conservadora, xenófoba e individualista. La unidad es condición, pero también la identidad, la movilización social y un programa claro que cuestiona a fondo la exclusión y la enorme desigualdad.  Esta elección, tal vez, deje algunas pistas de como forjar una alianza con independencia en el programa y protagonismo popular-comunitario. Lo que no hay dudas es que ha sido un enorme golpe a la ultraderecha mundial y es motivo de gran alegría.  

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