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Petróleo ¿Recurso estratégico o commoditie?

Especulación, geo-estrategia y geo-política: las claves del mercado petrolero mundial

Por Juan Manuel Ramos*

A mediados de abril de este año, en plena pandemia a nivel mundial, asistimos a un hecho sin precedentes en la historia del mercado petrolero. Nos enteramos por los medios que el precio del petróleo se derrumbaba perforando el piso de los 0 dólares. Sí: cero dólares por barril. El barril de petróleo de referencia en Estados Unidos llegó a valer u$s-37,63.

Cualquier persona más o menos racional nos miraría incrédula si le decimos que una petrolera nos pagaría por entregarnos su producción. Quizás justamente el problema sea pensar que la dinámica del mercado petrolero es racional, que la producción y los precios están en función de las necesidades energéticas de la población o que los precios guardan relación alguna con los costos de producción.

En la creciente incidencia de la especulación financiera en la economía global, en busca de colocar los enormes excedentes de los monopolios, se encuentra la raíz de esa anarquía anti-racional que rige el mundo. En los inicios de este siglo ha surgido una gran variedad de opciones de inversión financiera en commodities, que atrajo miles de millones de dólares provenientes de fondos de inversión de distinto origen.

La especulación es justamente eso, especulación; no implica necesariamente una compra y venta, sino una simple apuesta sobre el precio. Por ejemplo, un inversor puede comprar un futuro de petróleo de 100 dólares a seis meses; si, cumplido ese lapso de tiempo, el precio del petróleo superó los 100 dólares, este apostador ganará la diferencia; si se ubicó por debajo, la tendrá que pagar al vendedor. El punto es que, al operar futuros, los precios se ven fuertemente afectados por el poder de lobby de muchos de estos fondos, deformando cualquier intento de racionalidad a nivel precios. Estamos acostumbrados a ver a esos corredores de bolsa revoleando papeles, agarrándose de los pelos, pasando del éxtasis a la depresión en cuestión de minutos, y quizás esa sea la imagen más representativa del mercado petrolero a escala mundial.

A lo largo del siglo XX argentino han estado en contradicción dos visiones sobre los hidrocarburos: la que los definió como un recurso estratégico, y las que los entendió como un commodity. Estas líneas no van en dirección de discutir la coyuntura actual de la política petrolera, sino en la de abordar algunos puntos de tensión entre ambas concepciones, y sus implicancias para un país como Argentina. La economía clásica refiere a los commodities como productos que por su baja diferenciación deben poseer precios comunes en el mercado internacional. Es decir, una tonelada de trigo argentina es prácticamente igual a una tonelada de trigo de Estados Unidos por lo que el precio debería ser el mismo. Así, el precio de un barril de petróleo puede diferir por su calidad o la distancia del puerto, pero siempre en referencia a un precio internacional conocido por todo el mercado.

Esto, en la eterna e incontrastada teoría, beneficiaría la competencia entre países de manera que cada uno aproveche sus ventajas competitivas respecto al resto y de esa forma ganar porciones del mercado mayores. Siendo benevolentes con la teoría, dejando por un momento de lado que en la etapa de desarrollo imperialista del capitalismo esa supuesta igualdad de condiciones entre países está lejos de ser real, el precio debería ser fijado por la tan mentada mano invisible en un equilibrio entre la oferta y la demanda.

Está claro que la oferta, pero sobre todo la demanda son las condiciones de borde sobre las cuales se desarrollan las disputas de los actores protagónicos del mercado petrolero mundial. En momentos de recesión económica y caída de la demanda se recrudecen dichas disputas entre los países productores por seguir manteniendo sus cuotas de mercado y zonas de influencia. Justamente como la oferta y la demanda juegan un rol condicionante, pero no determinante, cabe preguntarnos ¿cuál es el factor determinante de la fijación de los precios de petróleo? ¿Es la mano invisible del mercado?

La mano invisible, en el mercado internacional de petróleo, de invisible tiene poco. La OPEP[i] (Organización de Países Exportadores de Petróleo) es la encargada de acordar las cuotas de producción como forma de manejar el precio de referencia del crudo. Las causas del movimiento de los precios están atadas a movimientos geopolíticos, geoestratégicos y de disputa entre países imperialistas. Podríamos decir que de los resultados de los acuerdos o desacuerdos entre estos países depende el derrumbe o el repunte de los precios. La gráfica a continuación muestra la variación histórica del precio internacional del petróleo, donde puede verse claramente que muchos de los quiebres suelen estar asociados a movimientos de orden político o estratégico a nivel mundial.

Variación histórica del precio internacional del petróleo, sus quiebres o grandes saltos suelen estar asociados a hechos de carácter geopolítico o geoestratégico.  Fuente: Statistical Review of World Energy – BP Energy 2020.

Ahora bien, ante todo este panorama cabría preguntarse entonces, ¿está bien que el petróleo sea considerado un commodity? La respuesta a esta pregunta es relativa, si uno le hace esta pregunta a un jeque árabe probablemente nos responda que es totalmente justo, parado sobre las enormes ventajas competitivas de su país a nivel global para producir y comercializar este producto. Quizás deberíamos ser un poco más específicos con la pregunta, ¿Está bien que en la Argentina predomine la visión commodity para establecer los precios del petróleo que producimos?

Dependencia, commodities y recursos estratégicos

Existen condiciones objetivas que podrían definir a un recurso como estratégico. Desde ser clave para la economía de un país, o permitir mantener la hegemonía en una región, ser escaso o relativamente escaso, insustituible o difícilmente sustituible, etc. Como vemos, son variadas las razones por la que un país podría declarar su petróleo como estratégico. Cualquiera sea el caso, se impone una visión de que este tipo de recurso debe tener un tratamiento especial de preservación y proteccionista, no es cualquier producto. No puede estar librado a las reglas del mercado así como si nada.

Argentina produce en el orden de unos 620 mil barriles diarios de petróleo, Arabia Saudita por poner un ejemplo, antes de la pandemia estaba en el orden de los 12 millones de barriles por día. Las reservas probadas de crudo de la Argentina, que son aquellas cuya existencia está verificada y cuya extracción resulta económicamente rentable, oscilan en el orden de los 2.400 millones de barriles (el 0,1% del total mundial), mientras que las de país árabe superan los 297 mil millones de barriles (el 17,2% del total mundial). Esto grafica la diferencia entre una potencia petrolera y un país con petróleo, como es nuestro caso.

La Argentina posee un rol marginal en el mercado mundial de petróleo. Como vemos en el siguiente gráfico, ni siquiera está contemplada entre los principales intercambios comerciales a nivel mundial.

Principales intercambios comerciales de petróleo en millones de toneladas durante el 2019. Como puede verse la Argentina posee un rol marginal. Fuente: Statistical Review of World Energy – BP Energy 2020.

De igual manera ocurre con el gas, aunque, a diferencia del petróleo nuestro país aparece claramente como importador neto de este fluido durante el 2019.

Principales intercambios comerciales de gas en billones de metros cúbicos durante el 2019. Como puede verse la Argentina es netamente importadora. Fuente: Statistical Review of World Energy – BP Energy 2020.

No estaríamos descubriendo nada si afirmáramos que los conflictos a escala mundial tienen como telón de fondo la disputa por la seguridad energética, y que los países imperialistas pugnan por esa seguridad energética mediante una política agresiva y expansionista. La lógica para un país dependiente, y que además no es una potencia petrolera mundial, debería ser la de administrar eficientemente el recurso y sus reservas, con precios acorde a los costos de producción, poder autoabastecerse, crear valor y potenciar el desarrollo pleno del resto de los sectores de su economía.

La política energética aplicada desde la privatización de YPF a la actualidad tuvo como eje rector, variantes más, variantes menos, la predominancia de la visión commodity del petróleo. Incluso la recuperación parcial de acciones de YPF en 2012 fue tomada en el marco de los resultados catastróficos de esta visión, de la pérdida del autoabastecimiento, y de una enorme salida de divisas producto de la importación de energía. Entre 2006 y 2013, el superávit comercial energético de 6.100 millones de dólares anuales se transformó en un déficit de 6.900 millones, lo que implicó que en siete años perdiésemos un flujo genuino de 13.000 millones de dólares por año.

La recuperación parcial de la empresa, sobre la base de una fuerte inversión por parte del estado, permitió desacelerar drásticamente la caída de la producción, que se había iniciado allá por 1999. Este proceso fue acompañado por cesiones de áreas puestas en valor por YPF, a costa de su endeudamiento, en favor de petroleras multinacionales. Otra vez, la visión estratégica del recurso fue desechada. El error no fue la re estatización del 51 % de la compañía, sino que la visión de commodity oriente las decisiones políticas sobre la industria petrolera. YPF hace el gasto pero el estado no se asegura la renta ni las decisiones trascendentes.

La dependencia del segmento hace del modelo petrolero argentino un modelo frágil a los vaivenes del mundo. No se pueden volver a cometer los mismos errores que nos llevaron al precipicio energético entre 2006 y 2012. Vaca Muerta es un ejemplo de ello, un proyecto presentado en numerosas ocasiones, no solo como la salvación energética, sino también como una fuente inagotable de divisas que venía a solucionar un problema histórico de nuestra maltrecha economía. Podemos decir, que es, al menos, demasiado optimista pensar en poder exportar hidrocarburos con costos de producción bastante más altos que en otras partes del mundo, especialmente en el caso de los no convencionales de Vaca Muerta, en un contexto de recesión mundial y caída de la demanda.

Como si esto fuera poco, si las decisiones de inversión (o desinversión) se siguen tomando a miles de kilómetros, en las casas matrices de las multinacionales petroleras y en función de los esquemas y de las decisiones geopolíticas de estas compañías, se termina de conformar un coctel destinado más temprano que tarde al indefectible naufragio del modelo petrolero argentino.

En el orden del 90% de la energía, en sus diversas formas, que consumimos en nuestro país, tiene como origen al sector hidrocarburos. El sector transporte, y por ende el precio de los combustibles, forma parte de la estructura de costos de casi cualquier bien producido en nuestro suelo, lo que implica que cualquier movimiento ascendente del precio encarece toda nuestra economía. ¿Es posible pensar en un proceso industrializador sin manejar la energía? ¿Es justo permanecer a merced del mercado internacional petrolero? ¿No es hora ya de que concibamos nuestro petróleo como un recurso estratégico para nuestro desarrollo?

El necesario cambio de rumbo

«Podremos asegurar que el petróleo será para nuestro pueblo una fuente de progreso moral y material; tendremos la certidumbre de que nuestra política interna no sufrirá los contactos del oro infamante que conduce a la traición y que nuestras relaciones exteriores no serán nunca influenciadas por las ‘representaciones amistosas’ de las cancillerías extranjeras que respalden exigencias inauditas llamadas ‘derechos adquiridos’ de sus organizaciones petrolíferas, y nuestra Nación podrá gozar, en serena soberanía del usufructo de la riqueza petrolífera. ¡El petróleo argentino del pueblo y para el pueblo argentino!». Esta reflexión, que tiene como autor al Gral. Ing. Enrique Mosconi allá por los primeros años del siglo XX, primer presidente de YPF Sociedad del Estado, muestra a las claras que los debates de aquel momento siguen presentes.

No se trata de discutir solamente la necesaria intervención del estado, debemos discutir el cómo y a favor de quién. La experiencia de los últimos 28 años ha demostrado que el estado ha intervenido en reiteradas ocasiones, en la mayoría de los casos bregando por los intereses de las empresas y generando las condiciones para el saqueo del recurso. Es necesario cambiar, la intervención debe ser en función del interés público y a favor de las grandes mayorías.

Estamos ante una oportunidad histórica, la pandemia a nivel mundial ha puesto en tela de juicio muchas de las ideas que se creían incuestionables. El altar en el que se tenía al mercado está siendo socavado por la magnitud de semejante crisis, obligando a una participación cada vez mayor del estado, incluso en países o gobiernos que han afirmado hasta el cansancio que el estado debe permanecer al margen de la organización económica. Es necesario aprender de nuestra historia, poner en valor los enormes avances producto de concebir al petróleo como un recurso estratégico, pero también, quizás principalmente, de los estrepitosos fracasos de cuando predominó la visión commodity.

*Juan Manuel Ramos es Ingeniero. Docente de la facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional del Comahue – Neuquén.

Foto: Matías Subat


[i]La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) es una organización reconocida desde el 6 de noviembre de 1962 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), gracias a la resolución número 6.363. El 43% de la producción mundial de petróleo y el 81% de las reservas mundiales de petróleo se encuentran en países miembros de la OPEP

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