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El Diego y la grieta que todo lo empuja

* Por Rafael Zamarguilea

Contradicción fue la palabra infaltable de casi todos los textos que suscitó la muerte del Diez. La palabra grieta, en cambio, parece haberse tomado unas merecidas vacaciones después de tanta repetición monotemática y acrítica –gracias Diego, también por esto–. Porque según parece Maradona es de todos: de Macron hasta Maduro, de los napolitanos hasta los ingleses, de los pueblos que pudieron alcanzar una pequeña pero eterna felicidad con su zurda mágica hasta los poderosos que le cortaron las piernas. Eso sí, como dice la carta del Presidente de Francia, siempre dentro de los límites que marca esa prolija línea blanca que separa el adentro del afuera de una cancha de fútbol profesional. Esa delgada línea que, sin embargo, en los potreros suele ser más difusa, más irregular, hasta imaginaria. Pero en los templos de consumo que se representa el autor de este texto, tan sospechosamente impoluto de uso político –apenas futbolístico–, la línea de cal parece incluso poder dividir a un hombre en dos mitades.

Varios medios de comunicación de la Argentina apuntaron contra el uso político de la muerte de Maradona por parte de Alberto Fernández pero ninguno siquiera insinuó el de Macron ¿Alguien se imagina a uno de los máximos jerarcas de esta globalización inicua dando un mensaje que no sea político, abriendo su corazón más allá del frío cálculo de zorro en medio de la más profunda crisis mundial? Perdón por la sospecha. Perdón por la infidencia. Perdón por interrumpir este llanto colectivo con una advertencia tan odiosa. Pero como nos enseñó el Diego, las pérdidas se mastican y lloran solo para volver a sacar pecho y levantar la mirada frente al enemigo. Sí, el enemigo, porque como dice el refrán yiddish, “rabino o cuidador de baños, todos tienen enemigos”. Maradona los tenía, sin duda, y los pueblos que conmovió, tanto adentro como afuera de la cancha, también.

La muerte de Maradona abrió una disputa de sentido para nada ingenua. Y entre críticas justas, mayormente de los feminismos, y halagos engañosos, mayormente de los poderosos, pareciera extraviarse esa otra línea que los argentinos, incluido Maradona, supimos construir para sacarnos de encima hace apenas un año al gobierno del más bruto neoliberalismo. Esa que los pueblos del mundo, desde Chile hasta la propia Francia, pasando por EEUU, Guatemala y Perú, apuntan a redelimitar con cada una de sus movilizaciones para defenderse de una globalización cada vez más desigual.

Uno de los principales aportes a la filosofía política de Mao Zedong es la idea de que la realidad es una unidad de múltiples contradicciones, entre las cuales siempre hay una que es principal. Pero el tiempo de las revoluciones proletarias fue dando paso a la fragmentación posmoderna y la filosofía política de Althusser y sus discípulos tuvo que reconocer que ya no era tan sencillo asegurar el contenido de esa última determinación de la dialéctica histórica. Se cerraba así la puerta del dogmatismo y se abría paso a multiplicidad de los movimientos sociales que marcan el signo de estos tiempo, pero, al mismo tiempo, a la difuminación infinita de aquello que permite ordenar una política popular con vocación de poder: la distinción –retomada célebremente por el Perón de los 70– entre las contradicciones que se desarrollan en el seno del pueblo y las que enfrentan al pueblo con el anti-pueblo. Es decir, ya no la mera contradicción sino el antagonismo, que traducido al lenguaje de estos días se hace llamar grieta.

En este cruce de caminos filosóficos y políticos se encuentran hoy los miles de jóvenes que en todo el mundo persisten en las calles, enfrentando policías, fuerzas armadas y bandas fascistas con apenas la convicción común de que las cosas están mal y hay que cambiarlas. Son jóvenes que, mayormente, no tuvieron la suerte de disfrutar esa gloriosa década futbolística maradoniana de 1980, pero para los cuales, mal que le pese a Macron, Maradona no es apenas un video de youtube de goles y gambetas imposibles, sino el compromiso político de una estrella del deporte que jamás se olvidó de sus orígenes humildes ni dejó de reclamar por las causas justas: desde la Cuba castigada por el bloqueo hasta el impuesto a la grandes fortunas en plena pandemia, pasando por la defensa de los jubilados, el reclamo por Santiago Maldonado y tantas luchas más. Para estos jóvenes que están en la trinchera no es lo mismo Maradona sin las Malvinas, sin las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, sin el No al ALCA.

Por eso, mientras los medios y el propio Presidente argentino ensalzaban acríticamente una carta en la que se decía “sus visitas a Fidel Castro y Hugo Chávez tendrán el sabor amargo de la derrota; es en la cancha donde Maradona hizo la revolución”[1], por la redes sociales se virilizó un video de una columna de manifestantes franceses avanzando contra la represión policial escudados por un cartel del Diego. Porque las revoluciones adentro de una línea cal no existen. Existen si trascienden a la vida real, existen en esos hombres y mujeres llenos de contradicciones que por momentos se unen en un objetivo que los supera, que no tiene que ver con su interés personal sino colectivo. Pero en la carta de Macron no hay lugar para el fino análisis de las contradicciones, sino para su peor negación, la más hipócrita. Apenas hay lugar para la moral burguesa, para la incomprensión de lo popular, para la negación de lo antiimperialista, piel de serpiente del odio de clase que cada vez más acecha a las mutiladas democracias occidentales.

El container de enfrente de mi edificio, que a esta altura del año se abre más veces al día por quienes buscan algún resto de cartón o comida que por quienes dejamos una bolsa de basura, mientras miles de millones de dorales se pierden en pagar una deuda externa fraudulenta, no me permite conformarme con la idea de que el ídolo del pueblo sea de todos. Será de todos pero solo a condición de que ese todos sea, antes que nada, pueblo. Como la metáfora del Frente que con su voto, y el de muchos más, pretende hoy gobernar la Argentina para todos sin decidirse a gobernar para pueblo. Y entonces no se negaran las contradicciones pero tampoco simplemente se analizarán. Porque detrás de este mito también hay grieta, hay antagonismo. Y porque tanto su análisis crítico como su reivindicación, para ser honestos, deben tener en cuenta al Diego integral, al que tomo partido, al que se la jugó, tanto adentro como afuera de la cancha, donde se construyen las verdaderas revoluciones.


[1]   https://www.casarosada.gob.ar/informacion/actividad-oficial/9-noticias/47340-mensaje-del-presidente-de-francia-emmanuel-macron-por-el-fallecimiento-de-diego-maradona

* Lic. en Ciencia Política. Universidad Nacional de Rosario. rafaelzamarguilea@lanzallamas

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